sábado, 1 de junio de 2013

La infelicidad del deseo



Por José Luís Nunes Martins
publicada el 01 de junio 2013 

Los deseos determinan la felicidad, cuanto menos se la desea, más feliz se puede ser.


El deseo es siempre una falta, una  carencia o una necesidad. Un estado negativo,  que implica un impulso para su satisfacción, un vacío con voluntad de ser llenado.

Toda la vida es en sí mismo un flujo constante de  deseos. Conducir este torrente es esencial para una vida con sentido. Cada hombre debe ser dueño de sí mismo y ordenar sus deseos, intereses y valores, so pena de llevar una vida vacía,   inmoderada e infeliz. Los deseos son enemigos sin valentía ni  inteligencia, dominan por su capacidad de cegarnos y atraernos hacia su abismo.

La felicidad es, por esencia, algo que se siente cuando la realidad sobrepasa nuestras expectativas. La superación de las expectativas, ser feliz, es exceder los límites preestablecidos, así se concluye que cuanto más y mayores fueren los deseos de alguien, menores  serían sus expectativas de felicidad, pues aunque la vida traga mucho…ese mucho es siempre poco para rellenar los vacíos que crea en sí misma.


La sociedad de consumo en que vivimos ha creado cada vez más necesidades. Las naturales y todas las que son producidas artificialmente. Hoy, se generan muchas carencias para que se pueda vender lo que lo que las rellene y anule. Valorar más el tener que el ser es una decisión  tan inconsciente como maléfica, porque arrastra a quien así se comporta, hacia vacíos mayores que el mundo. Los esclavos de sus apetitos se condenan al infierno de la eterna insatisfacción…renuncian a la paz, sustituyéndola por una nada enorme. Cuanto hay en el paraíso…eso es lo que siente quien ama.

El camino para ser feliz pasa por aprender a esperar, permitiendo que el tiempo nos ayude a filtrar los deseos, garantizando que nuestra libertad no se  deja encantar por lo que es pasajero.

Los deseos determinan la felicidad. Cuanto menos desea alguien, más feliz puede ser. Como si los hombres fuesen copas: unos,  a través de los deseos se hacen enormes y exigen cantidades; otros, con sabiduría, se limitan a lo esencial; éstos últimos, aunque la vida sea pobre,  conseguirán fácilmente hacer traspasar los límites; más a los que tienen deseos mayores, aunque todo les sea favorable, es poco posible que consigan
llenarse, y menos aún traspasar el límite…

La pobreza es el test supremo de la felicidad auténtica.

Si la tristeza y la privación no atentan contra lo que somos y queremos ser, entonces estamos en el camino cierto, donde la voluntad de hacer al otro feliz nos conducirá (por incontables escenarios fríos y sombríos) a la fuente de la luz que todo ilumina, calienta y anima...
Siempre en el silencio de la fe de quien sabe esperar.

Todos los hombres desean naturalmente ser felices, pero lo que es necesario para distinguir ese impulso no es más que un desprendimiento de los deseos de lo que es exterior y superficial para concentrarnos en lo que somos, y sentir gratitud por la gratuidad de eso.

¿¡Cuántas veces nuestras palabras, gestos y decisiones no reflejan nuestros valores más profundos!? Es fundamental descubrir en nosotros el lugar de nuestra quietud. Valorar lo que tenemos, en vez de procurar tener lo que se desea…al final, lo que cuenta verdaderamente no es la enormidad de lo que se sueña, sino la calidad de lo que se es.
El hijo pródigo" 

Para ser feliz es preciso camiar nuestro mirar, pensar y sentir. Aprender a desear menos, desear bien, desear el Bien.

Ante el misterio de todo, hay que comprender que la vida es en sí misma una dádiva y, el tiempo que nos es dado, nuestras horas, el mayor de todos los dones…

La vida más que una búsqueda es un encuentro.








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