martes, 25 de junio de 2013

No he llegado aquí por casualidad



“No he llegado aquí por casualidad”…”por cobarde no me quitado la vida”…y sin embargo ahora, gracias al trato y a las palabras recibidas, ya se sentía con ganas de seguir viviendo.

Esta confesión sincera conmueve, sin duda, pero también habla de algo trascendente, de una mano que nos guía suavemente; cuanto más tercos y obcecados nos volvemos, cuando parece que ya no tenemos otro recurso ni otra salida, de pronto surge el auxilio, nos ciega una luz cálida y benefactora, y al instante entramos en el sosiego reparador.
Así recuperamos la confianza en nosotros mucho mejor, después del reencuentro con nuestro Amigo y protector, sintiéndonos seguros, fuertes, colmados para empezar a dar lo mejor de nosotros mismos. Y quién sabe si así nosotros mismos nos convertimos en la mano suave que el Amigo común tiende a otro que también se encontraba perdido y sin rumbo. La Providencia, es el cuidado amoroso con que Dios cuida y gobierna a los hombres…aprendimos de pequeños.

“Soy un cobarde, me da pánico dormir en la calle”…otra vez  vuelvo a escuchar estas palabras. Pero son cada vez más las personas que se convierten en personas sin hogar de la noche a la mañana; personas que han estado años trabajando, casados, y de pronto se ven sin una cosa y sin la otra; pero es que tampoco son personas que tengan algún vicio o sean unos psicópatas, unos maltratadores, a veces es más bien lo contrario, son las auténticas víctimas de la situación que lo despoja de su bienestar anterior. Entonces no es una persona que pueda soportar la inclemencia de la calle. “Si oigo un ruido me asusto”,”yo no puedo vivir en la calle”. Es de nuevo un niño chico, pero ahora con treinta, cuarenta, cincuenta y tantos, o más.


Yo creo que habría que habilitar edificios,  no como los albergues al uso, sino un mero refugio para estas personas donde pasar los primeros momentos de perplejidad y angustia, sanatorios de almas destrozadas, nuevos hospitales o fundaciones reales que acojan a las víctimas de las epidemias modernas que afectan al espíritu: abandono, soledad, incomunicación...

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