sábado, 15 de junio de 2013

El don de saber dejar irse



Por José Luís Nunes Martins


publicada el 15 de junio 2013 - 05:0


No todos son capaces de vivir plenamente, son muchos los que no comprenden que se vive en mareas de apego y desapego.

Es preciso aprender a vivir. La calidad de nuestra existencia depende de un equilibrio fundamental en nuestra relación con el mundo: apego y desapego. En esta vida, la ponderación, la proporción y la sutileza son siempre mejores que cualquier arrebato. Pero lo esencial es aprender que la existencia está hecha de dádivas  pérdidas.

Por eso, quien reza debe pedir y agradecer: todo es, verdaderamente, un don. Todo pasa…importa pues prepararnos para la pérdida, aunque tantas veces no sea oportuna…Alegrías y dones. Sólo hay felicidad en un corazón donde habita la sabiduría y la paciencia de los tiempos y los momentos, la paz de quien sabe que son tantos los porqués y para qués que sobrepasan la capacidad de comprensión humana.

En la vida todo se recibe y todo se pierde.

Amar es un apego natural pero también nos obliga a que dejemos al otro ser quien es, y a abrir la mano y permitirle que parta sin desear otra cosa sino que sea totalmente libre. Aprendiendo que tiene mucho más valor en el acto de quien decide quedarse que en aquel que sólo está por no poder partir.

Verdaderamente nada nos pertenece. Lo sublime del amor está ahí, en la entera libertad que no puede ser condicionada por ninguna otra fuerza que no sea por la propia voluntad. Todo amor es absolutamente libre. Y así es desde el primer al último instante… Una fidelidad que se agota en la rutina de un hábito deja de ser una virtud admirable para ser un vicio extraño al amor. Amar presupone una radical libertad de espíritu, de mente y de cuerpo, exactamente como un camino directo entre la cabeza y el corazón… En una vida decidida a hacer un camino de compromiso con la libertad de crearse a sí mismo.

Vivimos porque Alguien nos ama y nos tendió la mano, dándonos lo mejor de sí: la libertad para la creación, también de nosotros mismos a través de nuestros actos. Cualquier padre percibe que hay un momento en que es tiempo de ver a su hijo partir…y porque los arcos no siguen a las flechas, se queda…para que el hijo pueda ser mejor quien es.

Casi todo en este mundo es pasajero. Nada nos pertenece porque no somos de aquí.
Quien no sabe vivir, aplaza el instante y pierde ese don. En esta vida, aplazar es perder. Aquí y ahora tenemos el deber de pedir y de agradecer, también el de abrazar y el de dejar ir… el de aprender a vivir en esta tempestad de razones y emociones.

Dar es vivir y retener es morir. Pero no todos son capaces de vivir plenamente, porque son muchos los que no comprenden que la vida se vive en mareas de apego y desapego. Manteniendo los brazos bien abiertos…para abrazar, más también para dejar ir…como si el pecho fuese una ventana…por donde importa que la luz, el aire y los otros encuentren camino…

Vivir es amar mucho.

Amar significa que cada nuevo día renovemos de forma consciente nuestro camino, nuestro ser. La belleza mayor de un casamiento es que se hace de días y noches en que sucesivamente se elige la misma persona.

Nacemos y morimos solos, por más que dos personas se amen, nunca dejan de ser dos vidas, dos voluntades –en un solo amor. Pero, como los pilares de un templo, nunca excesivamente próximos, porque es por los espacios que hay entre ellos por donde crecerá el amor que los une.

Ser y amar, en una entrega que implica abdicar de mucho más que de nuestros bienes. Significa acreditar con la vida, hasta  el punto de aceptar que siempre tenemos lo que precisamos. En una lógica de dar y recibir que sobrepasa nuestra comprensión.

Entretanto, ayudará  aprender a retener lo esencial y a dejar el resto…


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