sábado, 27 de septiembre de 2014

Yo no sería capaz de decirlo mejor


en, José Antonio Rodrigues Carmo, quien recoge el siguiente post De Luis Bettencourt Moniz, que me he permito traducir por su claridad, conveniencia y estímulo...



“Hoy tengo que desahogarme. Tengo grandes amigos abogados de los que me enorgullezco. Una de las más nobles y milenarias actividades es la abogacía. Muchas veces para un inocente, un acusado o una víctima es el único interlocutor que tiene. El único a quien puede socorrer un Estado de Derecho. Que cree o comprende y que está dispuesto a defender contra todo y contra todos.

Cuando él mismo es víctima de la más pura barbarie primitiva es el propio Estado de Derecho el que es ejecutado en la plaza pública. Somos todos nosotros ejecutados y torturados.

Miramos a otro lado como si no fuese con nosotros, resguardados en nuestro mundo que parece sólido, o en los argumentos sórdidos del relativismo cultural, como si los Derechos Humanos no fuesen universales sino sólo exclusivos de parte de la población. En estos dos siglos que vivimos nunca tantos vivieron tan bien pero nunca tantos fueron ejecutados de forma animal sin la menor contemplación. Por lo que de sagrado tiene la vida humana.

Personas sacrificadas en nombre de un “dios”, que nada tiene de Dios. De fines y objetivos políticos, de estados y sistemas totalitarios que niegan la dignidad de la existencia del ser humano o sólo usados como manipulación frente a la pantalla. De las carnicerías, de la aniquilación del otro sólo porque es infiel –Estado Islámico- o de otra tribu (ya no recordamos que en Ruanda murieron 2 millones de personas ¡a golpe de catana… a golpe de catana!). De bestias que nos quitan la libertad de existir.


No estoy de acuerdo con aquellos que al abrigo del relativismo dicen que todos nosotros somos culpables. Mi civilización, a la que me honro con pertenecer, cometió sus barbaridades pero siempre sabemos, mejor o peor, evaluar nuestros sistemas. Hoy somos mejores que antaño y mañana mejores de lo que somos hoy. La libertad, la tolerancia, el conocimiento y la justicia, fueron conquistas duras y el tiempo las cimentó.


Hoy no tengo vergüenza de decir, en una red social sin miedo a ser ejecutado, que soy parte y producto de una civilización de espíritus universales superiores: Jesucristo, Sócrates, Platón,
Aristóteles, San agustín, Descartes, Espinosa, Locke, Kant, Newton, Hegel, Nietzsche, Einstein, Feynman, Sartre, Mandela, Churchill, Popper y tantos otros…

Hay un pensador que me acompaña siempre y que lo descubrí en la filosofía. Pensador renacentista Pico Della Mirandola escribió estas muy actuales y sabias palabras en el ensayo sobre la dignidad del Hombre:


“… tu, por el contrario, no constreñido por ninguna limitación, las determinas para ti, según tu arbitrio, cuyo dominio te entregué. Te coloqué en medio del mundo para que desde ahí puedas mirar mejor todo lo que hay en el mundo. No te hice celeste ni terrestre, ni mortal ni inmortal, a fin de que tú, árbitro y soberano artífice de ti mismo, te plasmases y te informases, en la forma que hubieses seguramente elegido. Podrás degenerar hasta los seres que son las bestias, podrás regenerarte hasta las realidades superiores que son divinas, por decisión de tu ánimo”.”


Verdades virtuales



                                                     Ilustração de Carlos Ribeiro

No hay varias verdades, ni cada hombre tiene la suya. Verdad hay solo una… las mentiras sí son muchas.

Los recientes avances en las tecnologías han distorsionado los pilares fundamentales de las relaciones humanas. Las personas andan confusas con tantas luces, casi incapaces de dar respuestas serias y, cuando las dan, son arrogantes. Como si hubiesen perdido la capacidad de filtrar, de comprometerse y de reconocer la humildad fundamental de cada uno de nosotros.

Viven como si Dios no existiera. Todo es relativo, no creen en compromisos, nada ocurre sino en la superficie y de forma rápida y pasajera. Prefieren mentir y parecen admirar a quien le miente. Se desaniman por eso si les exigen sacrificios reales. Se sienten el centro del mundo donde los otros parece no quieren colaborar. Una especie de multitud de reyes y reinas en busca de quien los venere.

La propia vida es herida con base en la imagen, en el brillo que sólo tiene para quien no los conoce… Intentan, a toda costa, impresionar. Comienza a ser difícil encontrar algo entero e íntegro, que se entregue de forma completa, que arriesgue y se arriesgue con todo. Sin nada que esconder.

Tal vez porque nunca han sido amados, no aman, y como no aman… no comprenden. ¡Llegan a pensar que es sólo algo tan poético como irreal!

¡El amor asusta! Es cierto que implica entregar la vida, sufrir. ¡Pero es la única forma de llegar a ser feliz! Frente al amor, todas las otras alegrías son fingimientos.

No se cambia el corazón de nadie contra su voluntad, pero un ejemplo concreto de amor mueve montañas.

Sólo quien ama enseña a amar. Los otros sólo engañan…

Quien finge amar, huye del verdadero amor.


Hay gente que no sabe donde está el cielo…

sábado, 20 de septiembre de 2014

Cireneo




San Juan Pablo II fue víctima de un atentado el 12 de Mayo de 1982, en Fátima. El 13 de Mayo de 1981 había sido blanco en Roma, habiendo entonces peligrado su vida. La providencial coincidencia de este incidente con el aniversario de la primera aparición, en Fátima, llevó a Juan Pablo II a atribuir a María su supervivencia. Por esta razón, hizo una peregrinación, un año después, a Cova de Iría. Fue entonces cuando un padre español, no católico, atentó, sin éxito, contra la vida de aquel Papa.

Luego de este segundo atentado, un matrimonio madrileño se presentó en la nunciatura, en Lisboa: eran los padres del clérigo que pusiera en peligro la vida de San Juan Pablo II. La razón de su precipitada venida a nuestro país, que pasó desapercibida a la prensa, era sólo una: pedir disculpas.

Aquellos padres, católicos, no tenían ninguna responsabilidad en el delito perpetrado por el hijo, mayor de edad. En aquella hora amarga, de tanta angustia y vergüenza, era comprensible que se hubiesen escondido pero, por el contrario, dieron la cara en nombre de un crimen que no era de ellos. Otros habrían comprendido, con razón, que nada tenían que ver con aquel  acto criminal, pero aquellos padres cargaron con la culpa de su hijo. Muchos progenitores sienten orgullo de una gloria filial, pero aquellos desgraciados padres se humillaron con la deshonra de su descendiente y, en su nombre, se ofrecieron como víctima, en expiación de esa falta. ¡Qué rara es la nobleza de una voluntaria humillación!¡Qué bello es pedir perdón!

“En esto consiste el amor: (…) en haber sido Dios quien no amó y envió a su Hijo, como víctima de expiación por nuestros pecados. (…) Si Dios nos amó así, también nosotros debemos amarnos unos a otros” (1Jo 4,10-11). En este mundo, sobran Los Pilatos y los Herodes acusadores, en cambio faltan los Cireneos que carguen las cruces ajenas.

Omi ki bali pena cresce pelas mãos

domingo, 14 de septiembre de 2014


Muchas veces, todavía, aunque ya estemos jubilados, nos preguntamos si vale la pena lo que hacemos aquí, en esta vida y lo que ahora mismo hacemos… y como respuesta encontré, en facebook, este texto breve, pero suficiente:


“-Padre, ¿cómo crezco? Preguntó dando un salto. ¿Es así?, y dio otro.
El padre sonrió… Omi Garandi, entrenado en los saberes de la vida, llamó al hijo y lo mandó ir con otros amigos.
-Dale las manos, le dice.

Los pequeños se miraron y se dieron las manos unos a otros.
-Es así, hijo. Es así como el humano crece. Sólo el hombre pequeño quiere crecer hacia arriba.Omi ki bali pena cresce pelas mãoscrece para los otros. Ser grande no es llegar donde nadie llega. Ser grande es llegar a mucha gente.”

Esta semana han ocurrido cosas que vienen a demostrar que esa enseñanza que le da un padre africano a su hijo es muy cierta, y que la duda planteada al principio entonces tiene una respuesta muy sencilla. Tender la mano, recibir la mano tendida y darle acogida, como niños, sin prejuicios ni condiciones.

En primer lugar está nuestro amigo F., veterano ya, más un año lleva por las calles de San Fernando. Está emocionado porque se va a su tierra, a ver y abrazar a sus hijos. Pero está preocupado por si le viene alguna carta con alguna denuncia, y viene a dejar un número de teléfono para que le avisemos, pues no quiere ir a la cárcel. Más de una vez ha tenido que coger algo para comer, y en una ocasión  lo cogieron con una cuña de queso (2,30€), por la que le cayeron 60€ de multa, o si lo prefería, según la propuesta del fiscal, podía satisfacer la multa con 15 días de cárcel…

Pero, ¿Es normal, sensato, racional… que un hombre que vive en la calle, sin recursos, tenga que pagar una multa semejante por robar una cuña de queso? ¿Cómo la va a pagar? ¿Es esto justicia? Cada vez hay más leyes injustas, y desproporcionadas si tenemos en cuenta los numerosos casos de corrupción con millones de euros por medio… Hemos creado una sociedad dura, cruel, egoísta, implacable con el ciudadano medio y marginado, y muy lenta, muy condescendiente y generosa  con los que roban millones y no los devuelven.

F. es un hombre de muy buen trato, está muy bien considerado. Es muy sensible, muchas veces se emociona, sobre todo cuando recuerda a su hija o nos cuenta sus éxitos como estudiante. Siempre agradecido por cualquier cosa que le facilitas, o simplemente un saludo, un abrazo. Hoy regresa feliz a su tierra, a su familia, o lo que le queda de ella…

Otro es O.,  lleva entre nosotros varios meses, siempre sonriente, permanece callado la mayor parte del tiempo, o en el ordenador, escucha, escucha mucho.
Vino de Marruecos menor de edad, permaneció hasta la mayoría de edad en un centro de menores, pero tuvo la suerte de jugar durante unos meses en un equipo de futbol profesional, continuando así la afición que tiene desde niño. En Marruecos tenía que pagar una cantidad elevada para jugar. No sé si vendría por esa entre otras causas. Al dejar el centro en Algeciras lo dejaron tirado y ya no pudo seguir jugando.

Animado seguramente por el ambiente favorable, la presencia de otros jóvenes que dan más vida a las tertulias, un día se atrevió a confesarnos su afición y su deseo de volver a jugar al futbol. Pues ni corto ni perezoso, al día siguiente, acompañado de M., otro usuario mayor que él,  al que le pedí que lo acompañara para darle apoyo, se presentaron en el club, y hoy ya está entrenando tan feliz.

Y por último, D., este hombre, de mediana edad, estaba muy desanimado, había sufrido una larga depre, por motivos de desempleo,  separación, etc. vamos, uno de tantos como hoy día sufren estas calamidades juntas y alguna más; pero en su caso  los efectos son más acusados y destructores. Desde que viene a pasar un rato con nosotros y tomarse un cafelito, está más animado y dispuesto a hacer algo, nada menos que estudiar, y prepararse para sacar el acceso a la universidad para mayores de 25 años.


Como le gusta escribir, y además quiere denunciar la marginación en que vive,   le he informado que este blog está a su disposición. Espero que muy pronto publique sus inquietudes y denuncias, que  le sirva para poder encarar la vida con más decisión.

Tensión entre extremos opuestos




                                                         Ilustração de Carlos Ribeiro

Cada hombre encuentra en sí mismo fuerzas contrarias que están en guerra permanentemente. Estos extremos nunca se anulan y parece no haber posibilidad alguna de descubrir un equilibrio entre ellos. Somos este ser donde, cada día, se traban infinitas luchas entre tendencias contrarias, ese mar de tempestades sin fin…. Así es el hombre. Así somos nosotros. Así soy yo

Somos un teatro de contradicciones y discordias. Escenario de batallas sangrientas. Peones en una circunstancia caótica que en nada se asemeja a la paz para la cual parece hemos sido creados.

Pero, casi nada es lineal o previsible. La vida de cada uno de nosotros está hecha de saltos repentinos, de oscilaciones abruptas. En cualquier momento todo puede cambiar.

Somos libres de escoger nuestros días y noches, pero estamos condenados a recrearnos en medio de esta inmensidad de paradojas.

Más aún, nos cumple dar sentido a nuestras elecciones, dar un sentido a nuestra vida. Un mismo episodio puede ser interpretado de diversas formas, diferentes entre sí, contrarias… Nos cumple escoger la luz que debe iluminar lo que está a su vuelta. Se escoge la forma de ver el mundo, y así se escoge el mundo en que se vive. Pero siempre, siempre, en una tensión permanente entre extremos opuestos.

A veces la desesperación se apodera de la esperanza y la angustia parece absoluta. Queremos tanto la paz, que llegamos a pensar que ella sólo es posible a través del abandono de la lucha… Pero no. Las fuerzas interiores y exteriores, de la soledad y de la comunión, las dudas de fe, jamás se anulan y parece que encuentran siempre la forma de colocarnos justo en medio de sus guerras.

Hay ambigüedades que merecen ser consideradas. Si, por un lado, ansiamos algo mucho mejor que aquello que tenemos aquí y ahora, por otro, cuando nos vemos confrontados con la posibilidad de alcanzarla, casi todos comenzamos a valorar lo que antes era insignificante. Como si sólo valoráramos lo que estamos a punto de perder… pero, en verdad, es que siempre estamos expuestos a perderlo todo. Tengamos o no conciencia de esto.

La línea que separa el bien del mal no es una línea que separa a unos hombres de otros, sino una línea que atraviesa el corazón de cada uno de nosotros. En todos nosotros hay cosas buenas y malas.

No seremos todo lo buenos que queremos, pero tampoco nadie es el mal absoluto. A cada uno le corresponde trazar esa frontera… Hasta en el peor de los seres humanos hay, hasta el final, la posibilidad de bien supremo; así también en cada hombre bueno planea, hasta el último segundo, la posibilidad de la tragedia absoluta.
Pero, en el fondo de cada uno de nosotros, hay la certeza de un sentido.

Hay otra luz… Vivimos en constante tensión entre opuestos, pero ellos no luchan los unos contra los otros, uno en cada uno de nuestros hombros tirando cada uno  para su lado. Son extremos, pero uno es el punto de partida y el otro el de llegada. Cada paso es una batalla que trabamos, a fin de apartarnos del mal y de aproximarnos al bien.

Tal vez no haya bifurcaciones delante de nosotros, en que tengamos que escoger sólo uno de los caminos… tal vez el camino sea sólo uno… en el que yo camino hacia delante… o para atrás. O… tal vez… nuestro único camino pueda sólo ser bien o mal hecho.

Cada hombre presiente, en el fondo de sí, su destino. Soy un viajero que tiene que construir con sus manos  su camino… del mal al bien. De los miedos a la felicidad. De los egoísmos al amor.

La única verdadera tensión que existe en mí es entre lo que fui y lo que quiero ser. Los saltos son necesarios ante los muchos abismos en que cerco la fe en mí…

Vivir es amar. Es llevar el corazón por los mares de los momentos hasta el fin de los tiempos, en dirección a un buen puerto que tenemos que construir a lo largo del viaje.

miércoles, 17 de septiembre de 2014

Ella abortó...


No me esperaba esta noticia. Una chica que estuvo aquí hará poco más de un mes, con su pareja, para hablar con la trabajadora estaba embarazada. También hablamos del embarazo, y yo le propuse acercarse a Red Madre, pero no hacía falta, ya lo había hecho, y además no tenía intención de abortar.

Hablando con su compañero descubrimos que es hijo de otra mujer que antes venía más a menudo por aquí y con la que yo había hablado bastante. Me dice que están viviendo con ella, de ocupas, pero que espera conseguir algo para dejar la calle.

No ha pasado a penas un mes y, de manera totalmente involuntaria me entero que ha abortado. El informador, hablaba del grupo donde vivía esta pareja y él mismo, y manifestaba su intención de marcharse de allí porque no había buen ambiente. Cuando le pregunto por esta pareja la respuesta fue, “ella abortó. No quería, pero prefirieron (el chico y la madre) gastarse el dinero en el aborto, y seguir consumiendo lo que sea… Yo me voy de allí”

Es triste que alguien tenga que abortar, pero elegir el aborto para no renunciar a un determinado tipo de vida que le permita seguir dándose sus caprichos o mantener ciertos vicios, no tiene ninguna justificación, aunque vivan en la calle.


Mantener la dignidad humana es responsabilidad de cada uno. Es verdad que la sociedad empuja y margina, que algunos, por debilidad (física o psíquica), caen, pero los hay que lo último que perderían es su dignidad, y para ello siguen comportándose como personas; pobres, pero honrados, y limpios, por fuera y por dentro.

sábado, 13 de septiembre de 2014

Héroes que se cansan



En el pedestal de la estatua ecuestre, se decía que aquel bravo general fue, en el campo de batalla, incansable. Ciertamente, se pretendía decir que, cuando su cuerpo se resistía a la fatiga, nunca su voluntad se quebraba, permaneciendo inalterable en el desempeño de su misión patriótica. Sublímese, con todo, el poco afortunado y la inexactitud del elogio porque, igualmente el más imprudente soldado, no puede no cansarse en la guerra. Más aún, es precisamente ese desgaste el que da más valor a su perseverancia, porque si su esforzada entrega no significase tamaño sacrificio, tampoco sería meritoria.

Otro tanto puede decirse de los hombres y mujeres sin miedo, como el legendario Geraldo sin miedo. Tampoco este atributo es cierto, ni afortunado. En primer lugar, porque parece despectivo para las  otras personas que, por fuerza de la contraposición con los valerosos, resultarían sujetos con miedo, o sea, miedosos. Por otro lado, no tener miedo presupone inconsciencia ante el peligro y, por tanto, no debe ser tomado como una referencia elogiosa, porque no puede haber un acto virtuoso donde no hay razón. En relación a la virtud del coraje, el cobarde es aquel, mientras el temerario peca por exceso; pero ambos incurren en los vicios opuestos al verdadero heroísmo. Por último, la valentía no reside en la ausencia de temor, actitud que, por no ser razonable, tampoco es humana, sino en vencer el temor que se siente. La bravura nace de esa conciencia objetiva del riesgo que se corre y que se enfrenta con decisión, porque se sabe que a tanto obliga la verdad, la honra, la patria o la fe.


Sobran estatuas a los héroes míticos “incansables” y “sin miedo”, en cambio falta quien reconozca el valor de las mujeres y de los hombres que se cansan y con miedo, que, a pesar de todo, supieron sobreponerse a esas fatigas y esos temores, para cumplir, con heroísmo oculto, su misión.

El fuego que da brillo a la mirada




                                                    Ilustração de Carlos Ribeiro

En ciertos momentos de nuestra vida llega la hora de afrontar los peligros de un viaje lleno de sombras y miedos, hacia lo más profundo de nosotros… al infinito misterio donde la llama de nuestro corazón arde. Ahí se encuentra la paz verdadera que se va perdiendo  entre tantos ruidos y prisas.

Es el tiempo de pensar en cada pilar de nuestra vida… en cada decisión. Separando lo que es esencial de lo que no lo es. Lo que tiene valor de lo que sólo es apariencia. Comprender el tiempo y las fuerzas aplicadas en el sentido correcto y las que se pierden en vano. Poco a poco, con calma, van surgiendo pistas y señales importantes… es preciso tener sosiego, paciencia y atención.

No debemos decidir nada importante sin antes evaluarlo en el sosiego de nuestro corazón. Los grandes viajes comienzan siempre mucho tiempo antes de la partida. Nuestras mayores obras surgen siempre primero en el silencio íntimo de nuestra alma.

Es en lo más profundo de mí donde me encuentro. Sólo así soy… yo.

¿Estoy solo en el mundo?¿Qué me importa en la vida?¿Qué debo llevar de mi asado para el futuro?¿Qué significo yo para los otros?

La vida está llena de superficialidades, ilusiones y mentiras que, por más bellas y agradables que sean, no son sino engaños que nos apartan de nuestra más noble condición.

Hay quien viaja mucho (por el mundo y por los sueños) para huir de sí mismo. Hay también quien desperdicia sus días con preocupaciones vacías…  haciendo de todo para vivir lejos de la realidad. Y aún hay quien vive sin abrigo, fuera de sí. Quien busca en todas las cosas del mundo lo que traza en el fondo de su corazón. Se necesita coraje para parar y dejarse atrapar por este rasgo de silencio que todo lo muda.

Nadie se puede abrir al exterior si no consigue abrirse a su interior. La armonía que tanto se busca pasa por un equilibrio esencial, por una tensión de lo que soy a lo que quiero ser. Proyectándome hacia delante, hacia un yo mejor. La conquista de la felicidad se hace siempre desde dentro.

Las heridas profundas no curan si estuvieran tapadas. Así se agravan mientras no seamos capaces de asumirlas. De darles aire y tiempo… de dedicarles el amor que necesitan.

La intimidad asusta. El interior es solo lo que está debajo de la superficie. Lo íntimo está bien al fondo, es la esencia, la base dinámica de nuestra existencia. La verdad de lo que hacemos de nosotros mismos. Yo soy. Sin artificios o accesorios. Somos extraños muchas veces a nosotros mismos. Cuando, en verdad, el verdadero silencio clama por nosotros desde siempre…

Valemos mucho, pero sólo por lo que somos capaces de llevar a la vida de los otros. Por los fuegos que seamos capaces de atizar y alimentar en el corazón de los que se cruzan con nosotros… compartiendo nuestra luz y calor. Al final, sólo el amor cuenta, todo lo demás es oscuro y frío.

Siempre es tiempo de partir. No somos más de un espacio que de otro. No somos más de un tiempo que de otro. Somos de nosotros mismos, pero no somos para nosotros mismos. Somos amor. Partes ínfimas del camino, de la verdad y de la vida.

El brillo de nuestro ojos resulta del fuego que, a pesar de todo, conseguimos mantener encendido en el fondo de nuestro corazón. Pero que sirve para  propagarse a otros, para sembrar luz en las tinieblas por donde tanta gente anda perdida…

El fuego del amor no consume ni destruye. Permanece, ilumina y perfecciona.


Somos una luz. Para los otros.

domingo, 7 de septiembre de 2014

Los nuevos cátaros


P. Gonçalo Portocarrero de Almada


La Iglesia católica no es un condominio cerrado para almas selectas, sino un hospital de campaña para todos los pecadores.

Un predicador católico inglés, del siglo pasado, escandalizó a sus fieles al decir que era más probable que le robaran a alguien la cartera en una iglesia católica que en un templo anglicano. Preguntado por su falta de fe en la honestidad de los hermanos de su propia iglesia, aclaró que, mientras la Iglesia anglicana es sólo para personas respetables, la romana, precisamente porque es católica, o sea universal, es para todo tipo de personas, ladrones incluidos.

Algunos fieles aceptan mal esta apertura, ya que la consideran permisiva en demasía. Es, por eso, que en tiempos de crisis generalizada de la fe y de las buenas costumbres, optan por aislarse en pequeños grupos, evitando el contagio pecaminoso y apartándose de los demás fieles, no tan ejemplares en la ortodoxia o en la virtud. En nombre de una Iglesia de los puros, estos nuevos cátaros hacen de su intransigencia doctrinal el imperativo principal de su fe, excluyendo a los pecadores de su seno y excluyéndose de la unidad eclesial. Olvidan así el amor universal de Cristo, que no sólo convivió  con pecadores públicos, incurriendo en el escándalo de los fariseos de su tiempo, sino que dice también que las mujeres de mala vida los precederían en el reino de los Cielos (Mt 21, 31). Y no revelan que Jesús, como a propósito de Judas Iscariote hizo notar San Agustín, “aguantó un “demonio” entre sus discípulos hasta su Pasión(Jo 6,70)” (La fe y las obras, 3-5).

No son sólo ciertos creyentes los que desean una Iglesia de elegidos, constituida única y exclusivamente por fieles ejemplares. También los incrédulos se escandalizan cuando vislumbran, dentro de los muros de los templos cristianos, hombres y mujeres pecadores, como el carterista del sermón. Quisieran, ellos también, una Iglesia sin mancha ni pecado, formada por ángeles y no por hombres, una Jerusalén celestial que nada tuviese que ver con las flaquezas de este mundo.

Tanto unos como otros yerran, porque si la Iglesia es santa en su origen y finalidad, es y será siempre pecadora en sus miembros terrenos. Así lo dice Cristo cuando enseñó que el trigo y la cizaña deben permanecer juntos hasta la siega final (cf. Mt 13, 29), o cuando comparó el reino de los cielos con una gran red de arrastre, que trae consigo toda clase de peces, buenos y malos (Mt 13, 47-52). La Iglesia de Cristo no está llamada a ser un lujoso coto cerrado, para uso exclusivo de almas selectas, en vez de un hospital de campaña, siempre con las puertas abiertas de par en par para sus hijos pecadores y para todos los hombres de buena voluntad. Los olores de santidad son para el otro mundo porque en este, más que las buenas obras de los virtuosos, es la pestilencia de las enfermedades físicas y morales de los arrepentidos el incienso con que Dios quiere ser glorificado en sus templos. Él no vino al mundo para los sanos, sino para los enfermos (Mc 2, 17) y es mayor su alegría por un pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que perseveren en el bien (Lc 15, 1-7).

Vale más la unidad de la Iglesia y su solidaridad con los pecadores que ese rigorismo doctrinal, contrario a la caridad apostólica. La tentación de los falsos purismos exclusivistas  y sectarios no es sólo de ahora, porque también San Agustín denunció, en su tiempo, a las “personas que sólo toman en consideración los preceptos rigurosos, que mandan reprimir a los que causan perturbación, que ordenan (…) que se “traten como a los publicanos” aquellos que desprecian a la Iglesia, que se repudien de su cuerpo los miembros escandalosos (Mt 7,6; 18,17, 5,30)” (id.). Era también este santo doctor quien así vituperaba, enérgicamente, contra esos falsos pastores: “su celo intempestivo causa mucha tribulación a la Iglesia, porque desearían arrancar la cizaña antes de tiempo y su ceguera hace de ellos enemigos de la unidad de Jesucristo” (id.).

El bien de la comunidad debe prevalecer sobre cualquier otro bien, porque la caridad es el mandamiento nuevo de Cristo (Jo 13, 34-35), la principal de las virtudes cristianas  (1Cor 13, 13) y la razón de la esperanza en la salvación de todos los hombres, sin excepción. “Tengamos cuidado en no permitir que entren en nuestro corazón pensamientos presuntuosos –advierte el santo obispo de Hipona- en procurar no destacar de los pecadores, para no ensuciarnos con su contacto, y no tratar de formar un rebaño de discípulos puros y santos. Bajo pretexto de no frecuentar a los malos, sólo conseguiremos romper la unidad”.

Hay quien se escandaliza por encontrar en la Iglesia católica, personas cristianas que tienen dudas de fe, o que atentan contra la vida de sus hijos por nacer, o que  pierden la esperanza, o que viven en uniones no bendecidas por la Iglesia, o que no consiguen aún amar y perdonar al prójimo, o que siguen tendencias contrarias al uso natural del cuerpo, o que son alcohólicas,  drogadictos. Confieso que me regocijo con estas benditas presencias, en que abunda el pecado y sobreabunda la esperanza, no sólo porque son almas predilectas de Dios –las ovejas por las cuales vale la pena dejar el rebaño-  sino, sobre todo, porque me siento confirmado en la unidad y catolicidad de mi fe eclesial.

Groucho Marx dice que jamás aceptaría formar parte de un club que admitiese personas como él. Yo, al contrario, nunca podría pertenecer  a una iglesia que no recibiese pecadores como yo.



sábado, 6 de septiembre de 2014

¿Es posible comprender las emociones?



                                                  Ilustração de Carlos Ribeiro

Casi nunca sabemos el por que de lo que sentimos, pero estamos casi siempre convencidos de que sí. Nuestras emociones resultan de lógicas que escapan a la razón;  tal vez para que no tengamos que vivir en una oscuridad profunda, nos surgen explicaciones ilusorias, más o menos luminosas, sobre las causas y finalidades de nuestro sentir.

Creemos que nos conocemos bien y nos sabemos comprender con exactitud. Pero no es así. Tan absortos andamos en tejer explicaciones imaginarias sobre lo que sentimos, que se nos escapa lo esencial: lo que vamos decidiendo. Lo que escogemos es lo que nos define.

Tendemos a unirnos a quien está cerca de nosotros en momentos de mayor aflicción. Creemos que la atracción se debe al valor de la persona en sí y no a nuestra sensibilidad extrema en el momento. Nuestra fragilidad es determinante, más aún si no la admitiéramos como tal.

No siempre hacemos el bien a quien apreciamos. Pero disfrutamos casi siempre de aquellos  a quien hacemos el bien. Tal vez porque cuanto más invertimos en algo, o en alguien, más difícil se nos hace abandonarlo. Preferimos dejar de agradar a aquellos a quienes hacemos mal. Pero, claro, pensamos siempre que la emoción es la causa lógica y los gestos sus consecuencias.

Tenemos prisa en concluir, somos impacientes. Pasamos la vida dictando sentencias, mucho antes de que lleguemos a tener contacto con los elementos en cuestión, como si fuese imposible vivir en paz con la humildad de reconocer que hay mucho mundo que nos sobrepasa… Cuando, en verdad, las vacilaciones son siempre mejores si fuesen hechas después, cuando ya se tuviera acceso a un conjunto sustancial de actos… nunca antes.

Preferimos lo sencillo a lo complicado, y eso es bueno, pero, a veces, la pereza nos lleva a aceptar ideas reductoras… sólo porque parecen funcionar y así se puede pasar al asunto siguiente. Embarcamos con tremenda facilidad en espejismos creados por nosotros mismos. Así, como tememos lo que no comprendemos y queremos huir de nuestras dudas, acabamos, muchas veces, presos de la las certezas que, en verdad, son sólo equivocaciones. Simples, pero equivocaciones.

Tenemos obligación de distinguir lo cierto de lo erróneo. Somos seres capaces de resolver problemas. Podemos no comprender lo que sentimos, pero esto no significa que debamos ser esclavos de nuestros apetitos. Lo que escogemos es lo que nos define.

La aparición de las pasiones no es de nuestra responsabilidad. Nunca tenemos la culpa de su aparición pero tenemos siempre el deber de darle una respuesta, aceptándolas o rechazándolas… definiendo el rumbo que deben seguir de ahí en adelante. Nadie puede vivir lejos del placer y del dolor,  pero nuestra vida nos exige que escojamos de acuerdo a criterios mucho más nobles que esas referencias básicas. El heroísmo pasa porque seamos capaces de hacer frente a los propios miedos, venciéndolos a través de la voluntad de seguir rumbo a otro fin. Todos estamos expuestos a pasiones contrarias a nuestros sueños…

¿Cuántas veces vivimos contradicciones absolutas entre el pensar y el sentir? Es lo que escogemos lo que nos define.

La vida está hecha de muchas tempestades y contradicciones. Es bueno aprender que no todo se puede comprender… que la vida es para vivir, más que para pasar todo el tiempo queriendo saber el misterio de lo que nos sobrepasa.

Las lágrimas y las sonrisas son manifestaciones del alma, de la verdad. Podemos pensar antes y después, pero es preciso impedir que la ansiedad del pensamiento arruine lo que sentimos. Después de alcanzar el acuerdo entre la razón y  la voluntad, la mejor forma de arruinar un beso o un abrazo es pensar en lo que se va a hacer.

El amor está más allá de lo que nos es posible comprender. No lo podemos dirigir, pero tampoco estamos forzados a obedecerlo. Es lo que escogemos lo que nos define.