sábado, 13 de septiembre de 2014

Héroes que se cansan



En el pedestal de la estatua ecuestre, se decía que aquel bravo general fue, en el campo de batalla, incansable. Ciertamente, se pretendía decir que, cuando su cuerpo se resistía a la fatiga, nunca su voluntad se quebraba, permaneciendo inalterable en el desempeño de su misión patriótica. Sublímese, con todo, el poco afortunado y la inexactitud del elogio porque, igualmente el más imprudente soldado, no puede no cansarse en la guerra. Más aún, es precisamente ese desgaste el que da más valor a su perseverancia, porque si su esforzada entrega no significase tamaño sacrificio, tampoco sería meritoria.

Otro tanto puede decirse de los hombres y mujeres sin miedo, como el legendario Geraldo sin miedo. Tampoco este atributo es cierto, ni afortunado. En primer lugar, porque parece despectivo para las  otras personas que, por fuerza de la contraposición con los valerosos, resultarían sujetos con miedo, o sea, miedosos. Por otro lado, no tener miedo presupone inconsciencia ante el peligro y, por tanto, no debe ser tomado como una referencia elogiosa, porque no puede haber un acto virtuoso donde no hay razón. En relación a la virtud del coraje, el cobarde es aquel, mientras el temerario peca por exceso; pero ambos incurren en los vicios opuestos al verdadero heroísmo. Por último, la valentía no reside en la ausencia de temor, actitud que, por no ser razonable, tampoco es humana, sino en vencer el temor que se siente. La bravura nace de esa conciencia objetiva del riesgo que se corre y que se enfrenta con decisión, porque se sabe que a tanto obliga la verdad, la honra, la patria o la fe.


Sobran estatuas a los héroes míticos “incansables” y “sin miedo”, en cambio falta quien reconozca el valor de las mujeres y de los hombres que se cansan y con miedo, que, a pesar de todo, supieron sobreponerse a esas fatigas y esos temores, para cumplir, con heroísmo oculto, su misión.

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