domingo, 14 de diciembre de 2014

El Papa, el Big Bang y los biznietos de Comte




Cuando una teoría científica contradice una verdad de fe católica, una de las dos: o no es una verdad científica, o no es una verdadera fe*.

Hay mucha buena gente que aún piensa como Augusto Comte, de quien tal vez no sean hijos espirituales, pero sí nietos, o biznietos. Persiste en ellos la ingenua creencia de que la religión no es más que un refugio de la ignorancia y que, por lo tanto, a media que fuese avanzando el conocimiento científico,  las creencias irían desapareciendo.  Para concluir que así es, les gusta referir que el Big Bang, según los descendientes ideológicos del padre del positivismo, sustituye, definitivamente, a la noción de Dios creador.

Con todo, tal vez respondiendo a los devotos del positivismo, el Papa, en su reciente discurso a la Pontificia Academia de las Ciencias, afirmó que “el Big Bang, que actualmente creemos que explica el origen del mundo, no contradice la intervención del divino creador sino, al contrario, la exige”. Aprovechando la ocasión, Francisco criticó la actitud de los que, interpretando erróneamente el Génesis, presentan a Dios “actuando como un hechicero, con una varita mágica capaz de crear todas las cosas”. También afirmó que la creación del mundo” no es obra del caos, sino que deriva de un principio supremo”, porque Dios “crea por amor”.

Piensan algunos que hay una buena dosis de hipocresía en volte-face del discurso eclesial. Suponiendo que, durante siglos, la iglesia enseñó lo contrario de lo que la ciencia afirma, sólo muy reticentemente habría adoptado después la nueva explicación científica,  para no perder definitivamente, el tren del saber y del progreso. Para estos críticos, las declaraciones del Papa Francisco reflejarían un oportunismo, si fueran proferidas para evitar un nuevo caso Galileo, y no por un genuino reconocimiento del valor de la ciencia y de sus conclusiones.

Viene a propósito mencionar a Galileo Galilei, que muchos creen mártir de la ciencia por culpa de la Inquisición, pero que murió de muerte natural, católico y a bien con su fe. Como explica el Prof. Henrique Leitão, la famosa polémica que lo enfrentó a otros creyentes no fue un contencioso entre la Iglesia y la ciencia, sino  una cuestión científica entre fieles: mientras unos defendían, con razón, la insuficiencia científica de los argumentos de Galileo, este trataba de suplir esa carencia con los textos sagrados. Además, ya antes de él, Copérnico, que no sólo era católico sino también padre, admitiría, sin problemas con la fe o con la Iglesia, la hipótesis del heliocentrismo. Pero a ningún creyente se permite la instrumentalización de la Escritura: Las tesis científicas deben ser probadas racionalmente y no a través de la Biblia, que no es, ni pretende ser, ninguna explicación científica del universo. El Papa dice que el mundo” no es obra del caos, sino que deriva de un principio supremo”: a la ciencia compete probar la existencia de las leyes que rigen el universo; pero sólo la fe puede afirmar que, como dice Francisco, Dios “crea por amor”.

Nunca la Iglesia, como tal o en la voz autorizada de su máximo representante, dice ser verdadero algo contrario a la ciencia, como nada de lo que es verdaderamente científico se opone a la verdad revelada. Cuando una teoría científica contradice una verdad de la fe católica, de las dos una: o no es una verdad científica, o no es un dogma de fe. La verdad es sólo una y, aunque admita varios niveles de abstracción, no puede haber ni habrá, ninguna contradicción entre la verdad científica y la verdad revelada.

Viene a propósito recordar que la teoría del Big Bang, que los ateos y agnósticos gustan de utilizar en sus diatribas anticlericales, tiene un padre y una madre. El padre es nada más y nada menos que Georges Henri Édouard Lemaître (1894-1966), padre católico, astrónomo y físico belga, que propuso la “hipótesis del átomo primordial”, que después fue divulgada como teoría del origen del universo del Big Bang. La madre es la Iglesia católica, tal vez la única institución mundial que se puede enorgullecer de haber dado a luz un número tan grande de científicos.


*Para o Prof. Henrique de Sousa Leitão, com amizade e admiração.

No hay comentarios:

Publicar un comentario