miércoles, 1 de abril de 2015

De “Via-sacra para crentes e não crentes”


Por José Nunes Martins, Paulo Pereira da Silva, Francisco Gomes
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10ª estaçión:
Jesús es despojado de sus vestiduras


V. Os adoramos y bendecimos, Oh Jesús
R. Que por tu Santa cruz redimiste al mundo

“Pero yo soy un gusano, no una persona,  
la deshonra del ser humano, la vergüenza del pueblo.
Cuantos me ven, se ríen de mí.”
Sl. 22, 7-8a

Hay quien no se acepta a sí mismo.

Hay quien cree que la dignidad se pierde en la pobreza.

Pero quien pierde la dignidad es quien provoca la pobreza.

Miserable es quien no hace nada en auxilio de los que viven con casi nada.

Mi cuerpo no me es extraño y mi intimidad es parte de mi vida. Pero soy más que eso. Mucho más.

La belleza de mi vida es lo que existe por dentro de las heridas, lo que está tras las flaquezas.

Aceptar al otro es acogerlo de forma integral, aceptando sus perfecciones e imperfecciones, sus virtudes y sus flaquezas. No se aman máscaras ni mentiras.

¿Qué me lleva a juzgar por las apariencias lo que es mucho más profundo?     ¿Cuántas veces prefiero tener a ser?            ¿Qué me falta aceptar de mí mismo?      ¿Lo que soy… viene de dentro?

Agotado, el Señor llega a la colina.

Silencio. Ni un ruido, ni el mismo viento se deja sentir.

El Señor se levanta, grande, lentamente, y contempla la cruz. Su cruz.

Es el pecado lo que mata, no los hombres. Alguien se aproxima, algún soldado que, bruscamente, le quita la túnica sin costura.

El rey está desnudo…

Desnudo como en el día del Bautismo, en las aguas del Jordán, pero ahora no iluminado por la voz del Padre: “Este es mi Hijo muy amado.”

Señor, si algún día mi honra fuese puesta en duda, si alguien, desconociendo mis intenciones, las considera malignas o falsas, si me calumnian y se burlan de mi reputación, sobre todo si fueran cercanos y con acceso a lo que pienso, enséñame a entregarme al Padre y confiarLe mi dignidad.



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