sábado, 25 de abril de 2015

El lento camino de la virtud


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 25 de abril de 2015 



                                                        Ilustração de Carlos Ribeiro

El camino que sube es el mismo que desciende. La práctica de cualquier virtud supone la realización de una gran cantidad de actos en el mismo sentido. No hay héroes de un solo gesto. Nadie llega a ser bueno de un momento a otro. Las grandes obras son consecuencia de recorridos en los que la voluntad se sobrepone a la naturaleza pasiva repetida varias veces.

La virtud, así como la vida, nunca es un hábito.

Un vicio somete siempre a la voluntad, llevándola a desistir y a entregarse, cada vez que es seducida para caer. El camino que lleva a cualquiera a la perdición se hace de forma progresiva. Nadie llega a ser malo de repente. Los grandes disparates aparecen en la secuencia de otros disparates, menores, que van corrompiendo con paciencia  y determinación los cimientos de nuestra libertad, a fin de que, convencidos de que somos así, aceptamos hacer lo que nos perjudica y arruina nuestra verdadera felicidad.

Son más los hábitos que tenemos que aquellos que reconocemos… El miedo a lo desconocido lleva a muchos a no apartarse de los raíles que ya conocen. Las rutinas son difíciles de combatir, pues instalan automatismos en el lugar donde debían mandar la espontaneidad y la libertad. Hay mucha gente que llega a un cierto momento de su vida y para de evolucionar, dejando de perfeccionarse. Creen haberse encontrado… pero se pierden. En verdad, ningún hombre es estático, garantizado y consumado. Sólo los  muertos son así.

El perfeccionamiento personal al que todos somos llamados, supone firmeza, tranquilidad y sacrificios continuos. Sobrepasar estos sufrimientos pequeños es mucho más difícil que enfrentarse a uno u otro de los grandes. La virtud pasa mucho por la renuncia y por el sufrimiento, y estos, cuando son en dosis mínimas persistentes, consiguen tocar nuestra intimidad. Es uno de los más grandes y más simples secretos de la virtud: resistir a la insistencia constante de las pequeñas tentaciones.

Ser virtuoso es hacer aquello que, siendo posible, a muchos parece imposible. En verdad, será siempre más fácil de lo que parece. La dificultad está en mantenernos en la misma actitud frente a las más diversas formas que el mundo encuentra de inquietarnos y desviarnos de nuestro mejor camino. Y después está la soledad… los verdaderos héroes no tienen audiencia y no cuentan con ella.

Es lejos de las miradas de los otros donde me revelo como soy. Un héroe, un villano o una insignificancia corriente…

Cualquier vida se vuelve absurda cuando quien la debía gobernar se deja llevar por el estancamiento en los hábitos…

Nada sucede por casualidad y no hay saltos inexplicables. Muchas veces, será nuestra limitación de comprender la que justifica que creamos que es un caos lo que es una orden superior. Todos los momentos tienen un sentido, sea subir o sea descender. La virtud perfecta de los héroes sencillos es construirse, paso a paso, una huída de la parte egoísta de la naturaleza de cada uno de nosotros. El verdadero coraje y osadía pasan por no ser normales, vulgares, sino extraordinarios en nuestra forma de lidiar con la vida y con el tiempo que nos son dados. En la paz, debemos hacer la guerra en perjuicio de las flaquezas… y, en silencio, resistir las tentaciones de todo cuanto no nos engrandece.

Debemos ser prudentes y justos, ejercitando nuestra razón en favor de nuestro mayor bien, de nuestra alegría más profunda.

Debemos ser fuertes y templados, buscando siempre garantizar toda la pureza posible para nuestras emociones.


Inteligencia sensible, corazón fuerte.

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