jueves, 31 de diciembre de 2015

Por favor, escúchame

Hoy me ha llegado esta interesante carta al correo a través de un amigo, me parece muy oportuna, necesaria e instructiva, por eso la reproduzco aquí, en este humilde altavoz. Todavía hay muchos hoy, incluso entre los voluntarios, sean de cáritas o de otras organizaciones, que no creen que deban tener que aprender a escuchar a las personas que acuden pidiéndoles ayuda, aunque sólo sea material, probablemente detrás de esa necesidad haya otra u otras más sencillas, que no siempre estamos preparados para darles la debida satisfacción. Dada la categoría del autor, espero que merezca la consideración de muchos...


Pedro Miguel Lamet

Por favor, escúchame

El ciudadano de la calle cada día tiene mayor conciencia de su desconexión con los poderes que los representan. La clase política se ha ido convirtiendo en los últimos años en un gueto cerrado y autosuficiente que da la impresión de trabajar para sí misma o para potenciar sus propios partidos y sacar provecho económico de sus puestos. La gran pregunta es si la democracia como sistema ha caído en una involución o está escuchando realmente las inquietudes de la gente.

Ante la urgencia del abandono del pueblo que en general se siente víctima tanto de los gobiernos como de otras instituciones, La gente, la de la calle, la de los pueblos y ciudades que se ven sin un interlocutor válido que atienda a sus necesidades. Estas no solo son las obvias que aparecen en las encuestas, como pueden ser el desempleo, los recortes o la urgencia de llegar a fin de mes. También albergan otros deseos, sueños, angustias y frustraciones.

El Estado debe proveer a los derechos del ciudadano, entre los que están el de la salud física y mental en toda su extensión. Pero no puede acudir de modo exhaustivo a la atención personalizada. Vivimos un mundo de individuos en apariencia hipercomunicados por internet, teléfonos móviles y mil nuevas tecnologías, pero paradójicamente solitarios, que experimentan una vaga sensación de abandono y desarraigo. Se puede decir que asistimos a un nuevo fenómeno de difusa depresión colectiva, alimentada por los medios de comunicación.

La única vacuna para esta creciente enfermedad pasa por sembrar un pensamiento positivo, reforzar la información solidaria y alentadora, potenciar  la vuelta a la naturaleza y los valores primigenios de la vida. Pero esa es una tarea que puede superarnos como individuos. Lo que podemos comenzar ya es a curarnos unos a otros mediante la escucha del que tenemos a nuestro lado. La tentación de querer convertir a los otros en oyentes de nuestras propia batallitas es demasiado frecuente. “¿Y a mí, quién me escucha?” es la pregunta obvia ante tanto robot parlante y apresurado de nuestro vertiginoso mundo.

Hemos de fomentar no sólo la escucha de la gente sino respondiendo a la pregunta de “cómo” escucharla. Porque estamos tan acostumbrados/as a parlotear en medio de este bosque ensordecedor de ruidos y palabras que tenemos que empezar de cero y volver a aprender a escuchar, evitando la tentación de proyectar en todo mi “ego” con soluciones prefabricadas. Pues no hay mejor terapia que, simplemente, escuchar. Creo que fue Amado Nervo el que dijo: “Oír con paciencia es a veces mayor caridad que dar. Muchos infelices se van más encantados de la atención con que escuchamos el relato de sus penas, que de nuestro óbolo”. Lancemos el salvavidas que la gente demanda, nuestro tiempo dedicado en cuerpo y alma a la escucha.


(Extractomio) Carta al director

domingo, 27 de diciembre de 2015

existe un anonimato generoso por naturaleza: el de la ciudad, el de la civilización.”

Acabo de leer este artículo domical de Federico Jimenez Losantos y, la verdad, no he resistido la tentación de comunicar, al mundo entero a mi alcance,  estas citas tan bellas y provechosas en favor del optimismo, la confianza, la esperanza...

"Porque hay delicadeza en las masas..."


“Jeevan se encontró pensando en lo humana que es una ciudad, lo humano que es todo. Todos se lamentaban de la impersonalidad del mundo moderno, pero él no creía que eso fuera cierto, nunca había sido impersonal ni mucho menos. Siempre había habido una infraestructura masiva y delicada de gente trabajando a nuestro alrededor sin que nos diéramos cuenta y, cuando la gente dejó de ir a trabajar, toda la operatividad del mundo se detuvo. Nadie fue a llevar gasolina a las gasolineras ni a los aeropuertos. Los coches se quedaron tirados. Los aviones no pudieron volar. Los camiones permanecieron en sus puntos de origen. La comida no llegó a las ciudades y las tiendas de alimentación dejaron de abrir. Los negocios cerraron y sufrieron saqueos. Nadie fue a trabajar a las plantas de energía ni a las subestaciones, nadie quitaba los árboles caídos sobre los tendidos eléctricos. Jeevan estaba de pie junto a la ventana cuando se quedaron sin luz." Estación Once  Emily Saint-John Mandel


“Porque hay delicadeza en las masas. O, mejor, para no enmendarle la plana a Elías Canetti: porque en cada uno de los individuos de la masa puede haber algo delicado, sutil, generoso, anónimo. Y porque existe un anonimato generoso por naturaleza: el de la ciudad, el de la civilización.”

“ Hay tanto mérito, tanto trabajo de tanta gente detrás de cada objeto que compramos sin pensar y usamos sin entender que sólo ante la posibilidad de que todos los objetos y casi todos los sujetos desaparecieran, el mundo recobraría su significado, como cada mañana después de cada noche desde hace miles de años.”


En Libertad digital. Federico Jiménez Losantos

sábado, 26 de diciembre de 2015

Después de la bonanza, viene la tempestad



26 de dezembro de 2015


                                              Ilustração de Carlos Ribeiro

Hay quien cree que, en esta nuestra vida, los tiempos de paz y alegría son para siempre… en verdad, la calma es una señal de que se aproximan tiempos difíciles. Así es en el mundo exterior, así es en el interior de cada uno.

Hay quien no se preocupa por las tempestades, considerando que los que se preparan son unos pesimistas, e intentan cuidarse todo lo que les posible, para cuando llegue la tragedia poder hacer algo más que quedarse parados a ver…
Sólo quien resiste las tempestades tiene valor. Los débiles se dejan ir… como los destrozos.

Ahora todos caemos y nos levantamos… somos frágiles y héroes, mientras que, pocos son los que cumplen el deber de no olvidar su fuerza y victorias ante las adversidades pasadas.

Más vale ser bueno que ser grande. En todo y en cada cosa.

La bonanza no dura… y después de una tempestad, otra tempestad vendrá. Y si parece que nunca hay paz en nuestro interior, es esencial que consigamos garantizar que nuestro corazón es fuerte y se mantiene allá en lo alto, sobre nuestras nubes. Porque amar y ser bueno no es tener el cielo en el corazón, aunque sí es tener el corazón en el cielo…  a pesar de todo lo que se pasa aquí.

miércoles, 23 de diciembre de 2015

Un cuento

Daniel Medina Sierra

Hoy os contaré un cuento que unos creo que no conocéis, y otros en cambio, sí. Es el cuento del lobo y empieza así:

Erase una vez un pobre muy pobre que conoció a un lobo, antes de conocerlo no era tan pobre, pero tuvo que tratar con él y lo engañó, arrasó con todo y se llevo todo lo que poseía. Era tan voraz que no se conformó con quitarle todas sus posesiones, también lo acosaba y lo amenazaba, pues sus sirvientes le otorgarían más beneficios económicos a cambio de seguir financiando campañas de promesas al pueblo.

 El pobre a duras penas salvó un trozo del corazón y conciencia, y arrastrándose como un reptil pidió ayuda a las administraciones públicas. No se percató de que ellos eran sirvientes de los sirvientes y, por tanto, nada hicieron por ayudarlo.
Estuvo en comedores sociales para, al menos, mantenerse con vida un poco más de tiempo.
Conoció más víctimas del lobo, cada uno lo describía de formas distintas; pero todas tenían una cosa en común, su voracidad.

 Era tal su poder, que podía jugar contigo durante años antes de devorarte por completo. Las víctimas sufrían como almas en pena, gritando lamentos repetitivos y agonizantes, incapaces de saber que fue exactamente lo que les atacó.
Tras un breve espacio de tiempo el pobre descubrió un lugar donde guarecerse de todos esos enemigos del hombre, conoció personas que lo ayudaban a cerrar las heridas recibidas en la guerra que los lobos y sus vasallos mantienen contra a una parte de la sociedad, los pobres.


 Pero ellos no podían hacer más que protegerlo durante un tiempo. El lobo volvió a por su pieza antes de que se hiciera demasiado fuerte para enfrentarlo. ¡Que viene el lobo! decía, pero casi nadie lo escuchaba. ¡Socorro, que viene el lobo!
Alguien me dijo una vez: ‘Tú pide socorro cuando te haga falta’.
Este buen amigo no entendió que no era necesario pedirlo, era necesario ofrecerlo, púes esto nos afecta a todos y mis carencias son tan evidentes que jamás pediré socorro.

  
El cuento no sé cómo terminará ya que aún lo estoy leyendo, pero imagino que no acabará bien. No vendrá la caballería a última hora a rescatarme, no espero ni juzgo, no tengo miedo ni necesito palmaditas de consuelo. Al lobo solo se le derrota con acción, con denuncia, con visibilidad; le aterra que lo pongan en evidencia y eso solo se hace luchando juntos.
Que estúpida es la situación, cuando yo sé que es injusta e ilegal; y buena parte de la sociedad se queda mirando como destrozan todo cuanto puedas retener de ser humano. No tengo miedo alguno, ya me enfrenté a él y no puede hacerme más daño. Y no puedo evitar un sentimiento,  mezcla de dolor y repugnancia,  por todos los que lo permiten, por acción o por omisión, y ese sentimiento más que desvanecerse se refuerza con el tiempo.
  
A veces, no siempre, me da la impresión de que son una especie inferior. Sí, viven mejor que yo, son más felices en su ignorancia, se enamoran, tienen problemas banales en los que estar muy ocupados. Pero en serio lo digo ¿Tan poco sentido común tiene la gran parte de la sociedad? En fin, el lobo seguirá observando el momento idóneo para atacarme pero no podrá conmigo; eso no lo puedo decir de todos aquellos que pasan de todo y que tarde o temprano serán víctimas también.
http://pshsisaacperal.blogspot.com.es/2015/12/un-cuento.html

sábado, 19 de diciembre de 2015

La ley y los profetas



http://observador.pt/opiniao/a-lei-e-os-profetas/

Ley canónica y pastoral no son dos realidades contradictorias, sino complementarias, porque ambas tienden, cada cual a su modo, a la gloria de Dios y el bien de las almas.

Aún reconociendo algunas de las ventajas de la lengua jurídica, como son su precisión y claridad, hay quien entiende que el Derecho Canónico no es adecuado para hacer de puente entre el Evangelio y la vida concreta de las personas, porque hay situaciones vitales que escapan al formalismo de los cánones. Ya en el Concilio vaticano II hubo quien pretendió el recurso a la terminología jurídica y quien, por el contrario, prefirió utilizar un tono más pastoral, a través de un lenguaje personalista, más próximo a la Escritura, de las palabras de Jesús y, por eso también, de la vida de las personas.

Hay quien defiende que la pastoral católica debe ser creativa y libre, sin necesidad de regirse por las normas canónicas, cuya rigidez no siempre permite una respuesta adecuada a las situaciones de los fieles. Los que se alinean por la primacía del espíritu y de la vida serían, decididamente, los profetas carismáticos de la caridad y de la misericordia. Por el contrario, los que entienden la ley canónica como la principal regla de la acción eclesial, compartirían una visión conservadora e inmovilista, contraria por tanto a una más osada, por más evangélica, pastoral.

Los defensores de la espontaneidad pastoral sobre el derecho acusan de fariseísmo a los partidarios de un entendimiento más jurídico de la evangelización. Para ellos, los canonistas habrían pervertido la belleza y la sencillez de la doctrina del Maestro que, en su opinión, daba mucha más importancia a las personas que a los códigos. Por eso, reclaman para ellos mismos, un exceso de inmodestia, la actitud de Jesús, que pone en discusión muchas de las leyes y tradiciones de su tiempo, escandalizando incluso a los doctores de la ley, que serían, como precisamente se está viendo, los precursores de los actuales canonistas.

Todo bien, pero hay un pequeño detalle. Es que Cristo no vino a traernos unas vagas cuestiones sentimentales, tipo ‘ve donde te lleve tu corazón’, o ‘ama y haz lo que te apetezca’. Él vino a dar pleno cumplimiento a la Ley de Dios: “No penséis que he venido a revocar la Ley o los profetas. No he venido a revocarlos, sino a llevarlos a la perfección. Porque en verdad os digo: hasta que pasen el cielo y la tierra, no pasará una sola jota ni un ápice de la Ley, sin que todo se cumpla” (Mt 5, 17-18). No obstante el cliché de Cristo revolucionario, la verdad es que Jesús de Nazaret dio la mayor importancia a las normas, hasta las más insignificantes: “Si alguien viola uno de estos preceptos más pequeños, y enseñare así a los hombres, será el menor en el reino de los cielos (Mt 5, 19).Todavía hay más: No sustituyó la ley por una pastoral más transigente, sino que reforzó la exigencia de los mandamientos (cfr. Mt 5, 21-47), abolió el divorcio, que Moisés toleraba (cfr. Mt 19 ), e instituyó la caridad como –¡nótese!- una ley más: el mandamiento nuevo.

Los defensores de un pretendido divorcio católico también abogan por el divorcio entre pastoral y el derecho, ignorando que tal separación puede tener resultados dramáticos, como se vio en el reciente y dolorosísimo  escándalo de la pedofilia en la Iglesia. En este caso, en vez de proceder legalmente contra los prevaricadores, como la ley canónica exigía, se prefirió ocultar, por razones pretendidamente pastorales, esas situaciones. En vez de imponerse una solución jurídica, que habría llevado a la dimisión inmediata de los culpables y a la defensa de las víctimas, se optó por una actitud aparentemente más pastoral que, en realidad, favoreció la reincidencia en el crimen y a la impunidad de los infractores. O sea, una práctica contraria al derecho tiende a ser injusta y arbitraria, aunque pueda arecer más caritativa y misericordiosa. ¿Cómo se pone término a este horrible escándalo? Reafirmando y reformando la legislación canónica, principalmente con las leyes que, en buena hora, los Papas Benedicto XVI y Francisco promulgaron, responsabilizando jurídicamente a los culpables, como sus cómplices, por acción u omisión.

Pero –añadieron algunos- el Código de Derecho Canónico no es la Biblia. Pues no. La Sagrada Escritura es la Palabra de Dios, mientras que las leyes eclesiásticas son normas de derecho divino y reglas humanas. Las que traducen principios revelados son irreformables –como son las que se refieren a la naturaleza jerárquica de la Iglesia y a su misión evangelizadora, a la igualdad fundamental entre todos los fieles, a la materia y forma de los sacramentos, a la indisolubilidad matrimonial, etc. –pero las restantes, de carácter organizativo, procesal o ritual, pueden ser siempre revocadas, o reformadas, por la autoridad eclesial competente.

¿Qué sucedería si la Biblia fuese, para los católicos, lo que es, en los países oficialmente musulmanes, el Corán? Se tendría que aplicar, literalmente, la sanción prevista en el Evangelio: “lo que escandalizare a uno de estos pequeños, que creen en mí, mejor le sería que le colgasen al cuello una rueda de molino y lo echasen al mar” (Mt 18, 6). ¡O sea, todos los pedófilos deberían ser ahogados! ¡Si esta es la pena prevista, expresamente, por Cristo, para estos crímenes, por qué no la impone el Código de Derecho Canónico! – también latan denostada ley eclesiástica es, sobre todo, pastoral.

Cuando Cristo se transfiguró en lo alto del monte Tabor, se parecieron Moisés y Elías, como representantes de la ley y de los profetas, respectivamente. La Iglesia debe ser fiel a los principios normativos revelados por su divino fundador y dócil a la voz del Espíritu santo, que habla por la palabra inspirada de los profetas, reconocida por la competente autoridad eclesial. Ley canónica y pastoral no son dos realidades contradictorias, sino complementarias, porque ambas tienden, cada cual a su modo, para la gloria de Dios  y el bien de las almas.

Sacerdote católico



La luz que nos hace amanecer


José Luís Nunes Martins
19 de dezembro de 2015
https://www.facebook.com/jlmartins?fref=hovercard

                                              Ilustração de Carlos Ribeiro

Cada uno de nosotros llega a la vida procedente de la misma noche que también nos espera a todos.

La casualidad jamás es causa de cosa alguna. Siempre hay un por qué y un para qué. El infinito se hace finito cada vez que crea algo.

El mundo está lleno de cosas que parecen ser mucho más valiosas, pero que, en verdad, no aprovechan. Hay quien sueña con ellas y se entristece porque nos las tiene. Quien las tiene, se entristece porque, al final, tales cosas muy brillantes nunca traen consigo la paz y la felicidad que prometen. A penas reflejan luz que les es ajena, no son luz verdadera.

Hay una luz que nos hace amanecer. Que nos despierta para lo que esperamos y merecemos. Un mundo mejor  que somos llamados a construir con nuestras obras. Sí, las obras es que son amor. El paraíso no está hecho de palabras, sino de gestos concretos de quien cree en el amor y entrega su vida, sus días y noches, a esa fe.

La Navidad es tiempo de celebrar el regazo de quien nos soñó y esperó,  de quien nos ofreció su vida, sin que nada le hubiésemos pedido. Quien nos dio la luz y es la luz… quien nos amó incluso antes de que existiéramos y no dejará de amarnos, jamás… incluso por encima de los cielos.

La navidad es tiempo de amar a la madre… y al padre.


Porque el amor es la luz verdadera, la única que es capaz de despertarnos del sueño de la indiferencia. Para que sea navidad en nosotros.

viernes, 18 de diciembre de 2015

Misericordia. Piedad. Paz


Confieso que me siento desbordado, porque estoy confuso y desorientado, cuando trato de entender lo que está ocurriendo. Lo que más desasosiego me causa es la desesperante lentitud en la resolución de tantos problemas como afectan a tantos, unos más cercanos y otros menos, pero tan numerosos…

Todo ello supone una amenaza a la fortaleza de la fe, en Dios y en los hombres,  y hace tambalear la esperanza... Hasta la caridad se siente impotente, muy insuficiente, y a veces denigrante, si se compara lo mal que viven unos, muchas veces sin culpa, y lo insultantemente bien que viven otros, al lado mismo, y no siempre por méritos propios…

Quizá es que lo esperamos todo del otro, del Estado, de los poderosos, sin darnos cuenta que cada uno puede hacer mucho por él mismo y quienes lo rodean, y que esa es la única manera de cambiar el mundo, mediante la confluencia de voluntades empeñadas en el bien común, que renuncian al egoísmo y al menosprecio o el descarte de los demás, y sobre todo a la violencia para conseguir sus fines.
Que la Navidad, fiesta de la generosidad por excelencia, que celebramos los cristianos, contagie a todo el mundo y para siempre...

PD.  Iba a terminar ahí mi reflexión, pero de nuevo me lo ha impedido una implacable llamada de teléfono que, desde hace ya más de una semana, me llama puntualmente a determinadas horas del día.

La llamada no es para mí, es para un amigo, que como no tenía teléfono cuando abrió la cuenta en el BBVA pues le presté el mío. Mi amigo sigue sin poder realizar algún ingreso porque no encuentra trabajo, ni le llega la ayuda solicitada hace más de un año. Por eso recibo yo esta impía llamada.

Lo llama, una voz de ‘señorita’, con todos los respetos, un poco ‘cortita’, ya que insiste, una y otra vez, para que mi amigo que no dispone de dinero, porque es muy pobre, le pague al banco para el que trabaja, uno de los más grandes y ricos, y muy informatizado, 60€ de comisión por haber tenido la mala suerte de abrir en su día una cuenta en ese impío banco.

Este banco, como tantos otros, incluso los que fueron benéficas Cajas de Ahorros,  sólo se rigen por los intereses, incapaces de renunciar a cobrar intereses a ‘cuentas alimentadas por ayudas sociales’, en espera de poder estar al día porque el dueño cuenta con unos ingresos regulares y justos, fruto de su trabajo.


En el año de la misericordia, que celebramos los católicos, me atrevo a  invitar a todos los humanos, especialmente a las instituciones que tienen poder y capacidad para proteger y ayudar a las personas,  a que imiten la misericordia divina que, sin renunciar a la justicia, no hace acepción de personas, altas o bajas, ricas o pobres…

sábado, 12 de diciembre de 2015

No es dar el momento, es dar el futuro



12 de dezembro de 2015  


                                                         Ilustração de Carlos Ribeiro

Nunca llegamos a conocer a alguien de manera plena. Ni a nosotros mismos. Cada uno de nosotros es un ser profundo cuya esencia está en constante cambio, no siempre se perfecciona, a veces se deteriora. El amor es siempre una decisión de fe, porque aun sabiendo quien es la persona ahora, es imposible saber quien será después. Algunos cambian poco, otros cambian todo.

La vida está llena de paradojas. Si por un lado no debemos colocar nuestro agrado en aquello que pasa, tenemos también la obligación de estimar de forma especial lo bueno que es posible que podamos  perder  en cualquier instante.

Vivir bien implica tener la luz de saber querer lo mejor, en cada momento.

El amor es una saeta enviada, por la voluntad más profunda, con toda la fuerza que puede tener… sigue libre… hasta  alcanzar la soledad de otro, hiriéndola de forma definitiva. Nunca más será rehén de la tristeza del abandono. Le llegarán otros dolores, otras espinas se le clavarán en la carne… pero la soledad no… quien tiene el don de amar nunca más estará solo.

Porque te amo, te entrego no solo este momento, sino todo el futuro. Lo que soy y lo que seré, aceptándote como eres y como serás…


El amor nos marca en lo más hondo de nosotros. Nos perfecciona. Para siempre…

viernes, 11 de diciembre de 2015

¡¡¡SOCORRO!!!... ¿¡Nadie va a defendernos de esta indignidad!?


Esta carta la ha recibido un amigo mío, que lleva ya muchos años en paro, desde que se vino abajo por la crisis su negocio como autónomo, y de ahí  a la separación matrimonial, y a continuación la amenaza de desahucio que pesa sobre él. Lleva viviendo de ‘ocupa’, en su propia casa, durante años. Un día a la semana sigue, como un rito, saliendo a echar currículos con un amigo, que tiene coche, y así pueden ir a los pueblos de alrededor…

Pero es que acababa de sufrir otro atropello. Venía del banco, de comprobar si por fin le habían ingresado la ayuda que ha solicitado desde hace un año, aunque le han dicho en los Servicios Sociales municipales que pueden tardar hasta catorce o dieciséis meses en hacerlos efectivos.  Pero, el monstruoso cajero-cancervero que custodia los intereses del banco le tragó la tarjeta, porque no era operativa, sin permitirle si quiera comprobar si le habían ingresado la ayuda.


Y no era operativa la tarjeta porque, como mi amigo no tiene ingresos, porque no tiene trabajo ni recibe otro tipo de ayuda, no puede pagar al banco los abusivos intereses que cada trimestre le exige. Si no puede pagarlos, como dice en la carta, el ‘pobre’ banco tendrá que reclamárselos por vía judicial…

¡¡¡Es que nadie va a salir en defensa de mi amigo, y de tantos que, como  mi amigo, reciben estas cartas que ofenden su dignidad!!!

Es que si esto no sucede, si nadie con capacidad para hacerlo, toma cartas en el asunto,  toda la sociedad se declara culpable de esta falta inmensa de solidaridad, de este desprecio por la vida de tantas personas que tienen que acudir a la caridad para seguir viviendo.

¡¡¡Cuánto tenemos que agradecer a tantos como sufren estas y otras injusticias, los que tenemos trabajo o pensiones, porque  no estén llamando a nuestras puertas, para afear nuestro disimulo, nuestra indiferencia, o nuestra complicidad y nuestro silencio!!!

Nadie quiere enterarse. En la época del desarrollo, de los años sesenta en adelante, como todos podían tener trabajo se redujeron los albergues, y se comienza a hacerlos  más cómodos y elegantes. Pero la crisis económica y el paro han provocado una demanda excesiva, que desborda la capacidad de los centros de acogida existentes. Además  se han ido sumando otras causas que amplían la exclusión social: las drogas, la destrucción de familias, la emigración, la violencia incontrolada… El incremento de personas necesitadas se hace incesante y no se toman las medidas necesarias para socorrer a tantas víctimas de la propia sociedad, o de sí mismos, por debilidad o falta de la formación adecuada, los centros de acogida son cada vez más insuficientes.


Como la acogida que se dispensa en una familia no hay igual. No podemos renunciar a la familia, o desvirtuarla,  y querer luego que la sociedad nos acoja  como si fuera una familia… 

sábado, 5 de diciembre de 2015

El estrecho camino del bien



5 de dezembro de 2015  
https://www.facebook.com/jlmartins

                                            
                                            Ilustração de Carlos Ribeiro

Nuestra salvación depende del equilibrio entre el trabajo y el descanso. Las luchas de esta vida presuponen que cada uno de nosotros, en cada batalla, sepa encontrar tiempo para reposar, para cuidar su interior.


Hay quien piensa que la felicidad será una especie de paz absoluta donde nada acontece y todo nos es dado. No es así. No hay paz sin lucha. Más que un estado que se alcanza, la felicidad está en la fuerza que resulta de la fe con que se lucha por el bien del otro… un camino mucho más estrecho que se debe soñar, construir, recorrer…

Somos imperfectos. Pero nuestras faltas sólo nos vuelven malos cuando caemos y no volvemos a levantarnos.

Vence dos veces quien triunfa sobre el mal que hay en él.

Perfeccionar nuestro interior es  esencial. Nadie debe dejar sus sentimientos y pensamientos andar sueltos, sin principios ni orientación, imponiendo en cada momento, órdenes sin orden. Debemos ser señores de nosotros mismos y no esclavos de nuestros impulsos. Es porque arrepentirse es más importante que lavarse la cara.

Amar es ser, en silencio, fuerte y bueno. Incluso cuando eso nos hace sufrir. El resto… bueno, el resto son egoísmos disfrazados y llenos de disculpas.


miércoles, 2 de diciembre de 2015

Little Dresser for Africa

Una buena noticia, que me apetece publicarla aquí, aunque no tenga mucho alcance, pero es tan evidente el mensaje, que aprovecha por si solo...

Tem pessoas no mundo que realmente são especiais. Lillian Weber é uma senhorinha de 99 anos que está fazendo uma coisa incrível que deveria ser seguida por mais pessoas.

Ela tomou como desafio, costurar 1 vestido por dia para a causa africana Little Dresser for Africa, em português – Pequenos Vestidos para África.

Lillian quer chegar ao vestido número mil até seu aniversário de 100 anos, sensacional né? Ela revela que seu maior desejo é que as meninas se sintam mais bonitas com seus vestidos e assim possam se sentir melhor em tamanha pobreza.

Gostou de conhecer a história de Lillian Weber? Clique no botão abaixo ecompartilhe com seus amigos.


http://awebic.com/pessoas/senhora-99-anos-costura-um-vestido-por-dia/

martes, 1 de diciembre de 2015

En estas fiestas…



Daniel Medina Sanchez


Ya va llegando otro año nuevo, otra Navidad. Un año más de promesas, de buenas intenciones, de regalos y risas, de rosas y encuentros, de turrón y polvorones. Es el año de los sueños por cumplir, de volver a empezar...
La otra cara de la moneda son los excluidos sociales. Para imaginar lo que sienten solo debo retroceder apenas un año atrás.
Tengo claro que no es del gusto de muchos que me acuerde de estas cosas en vez de disfrutarlas e imaginar que el año que viene será mejor para todos.




Cada vez que llegan estas fiestas tan señaladas, es imposible no echar la vista atrás y ver en lo que te has convertido. Ni mejor ni peor, distinto nada más. Perdí la confianza en mí, pedí el optimismo, la razón de existir, las ganas de vivir y un largo etc.
Por más que quieras normalizar tu vida hay muros aún impenetrables. Tengo nuevos amigos, mejor aspecto y no he perdido la cabeza del todo, "Creo", pero mis fuerzas no son las de antes; más que luchar por salir de esta actúo como un autómata.



El camino hacia una mínima autonomía cada vez se hace más largo y pesado. De vez en cuando, experimentas esa sensación de impotencia, querer y no poder. Solo se me ocurre un milagro, ya que desear volver a tener un poco de normalidad en tu vida es más propio de un milagro que de un sueño. Lo cierto es que ya no tienes ganas ni de maldecir a todos aquellos que te han llevado a donde estas hoy,¿Para qué?



Estas son reflexiones de las que no hablo, de las que no me apetece hablar, pero que en ningún momento del día o la noche olvido. Es que no me deja de sorprender...¿Cómo es posible que tenga que luchar tanto para dar pequeños pasos y todo se derrumbe en tan solo unos meses? No lo entiendo, ¡cuan frágil es la vida, qué pronto caes y qué tarde te levantas!