viernes, 11 de diciembre de 2015

¡¡¡SOCORRO!!!... ¿¡Nadie va a defendernos de esta indignidad!?


Esta carta la ha recibido un amigo mío, que lleva ya muchos años en paro, desde que se vino abajo por la crisis su negocio como autónomo, y de ahí  a la separación matrimonial, y a continuación la amenaza de desahucio que pesa sobre él. Lleva viviendo de ‘ocupa’, en su propia casa, durante años. Un día a la semana sigue, como un rito, saliendo a echar currículos con un amigo, que tiene coche, y así pueden ir a los pueblos de alrededor…

Pero es que acababa de sufrir otro atropello. Venía del banco, de comprobar si por fin le habían ingresado la ayuda que ha solicitado desde hace un año, aunque le han dicho en los Servicios Sociales municipales que pueden tardar hasta catorce o dieciséis meses en hacerlos efectivos.  Pero, el monstruoso cajero-cancervero que custodia los intereses del banco le tragó la tarjeta, porque no era operativa, sin permitirle si quiera comprobar si le habían ingresado la ayuda.


Y no era operativa la tarjeta porque, como mi amigo no tiene ingresos, porque no tiene trabajo ni recibe otro tipo de ayuda, no puede pagar al banco los abusivos intereses que cada trimestre le exige. Si no puede pagarlos, como dice en la carta, el ‘pobre’ banco tendrá que reclamárselos por vía judicial…

¡¡¡Es que nadie va a salir en defensa de mi amigo, y de tantos que, como  mi amigo, reciben estas cartas que ofenden su dignidad!!!

Es que si esto no sucede, si nadie con capacidad para hacerlo, toma cartas en el asunto,  toda la sociedad se declara culpable de esta falta inmensa de solidaridad, de este desprecio por la vida de tantas personas que tienen que acudir a la caridad para seguir viviendo.

¡¡¡Cuánto tenemos que agradecer a tantos como sufren estas y otras injusticias, los que tenemos trabajo o pensiones, porque  no estén llamando a nuestras puertas, para afear nuestro disimulo, nuestra indiferencia, o nuestra complicidad y nuestro silencio!!!

Nadie quiere enterarse. En la época del desarrollo, de los años sesenta en adelante, como todos podían tener trabajo se redujeron los albergues, y se comienza a hacerlos  más cómodos y elegantes. Pero la crisis económica y el paro han provocado una demanda excesiva, que desborda la capacidad de los centros de acogida existentes. Además  se han ido sumando otras causas que amplían la exclusión social: las drogas, la destrucción de familias, la emigración, la violencia incontrolada… El incremento de personas necesitadas se hace incesante y no se toman las medidas necesarias para socorrer a tantas víctimas de la propia sociedad, o de sí mismos, por debilidad o falta de la formación adecuada, los centros de acogida son cada vez más insuficientes.


Como la acogida que se dispensa en una familia no hay igual. No podemos renunciar a la familia, o desvirtuarla,  y querer luego que la sociedad nos acoja  como si fuera una familia… 

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