Las escuelas que mejor sirven al interés público no son,
necesariamente, las estatales, ni las no estatales, sino aquellas que practican
mejor educación.
Seis meses de gobernación ya
han dado para percibir que el actual ejecutivo tiene una relación difícil con
la libertad, principalmente en lo que se refiere a la educación.
Ciertamente, el actual
gobierno ha evidenciado una mal disimulada apetencia por una enseñanza única, o
sea, por el monopolio de la educación. De hecho la denuncia de los contratos de
asociación con las escuelas de enseñanza no estatal tiende, obviamente, a
provocar su desaparición. De este modo, se atenta contra la libertad del país,
profesores y alumnos, sin siquiera evaluar la calidad de la enseñanza en
cuestión, a no ser que esta medida gubernamental pretenda acabar con las
escuelas no estatales porque, como se comprueba anualmente por los rankings,
hacen, en general, más y mejor, con menos dinero.
Muchas veces se esgrime, a
este propósito, el argumento del interés público. O sea: en la imposibilidad de
apoyar todas las escuelas, el estado debe privilegiar las que tutela directamente,
en la medida en que son las que mejor sirven a los ciudadanos en general. El problema
es que las escuelas que mejor sirven al bien común no son, necesariamente, las
estatales, ni las no estatales, sino aquellas que ofrecen mejor educación. Por
tanto, la selección a realizar entre los establecimientos escolares no debe
estar determinada por su condición de estatales o no estatales, ya que públicos
son todos, sino por la calidad de su enseñanza, sea ella estatal o no, en
régimen de una saludable concurrencia y libertad.
También se acostumbra a
decir que, mientras la escuela no estatal es confesional, porque mucha de la
enseñanza particular y cooperativa está promovida por instituciones católicas, la
enseñanza estatal es neutra y laica. Tampoco es verdad, porque la enseñanza no
estatal no siempre es confesional y la escuela estatal es todo menos neutral.
En verdad, la educación promovida por el Estado obedece, por regla general, a
una ideología laicista y relativista que, muchas veces, es hasta
manifiestamente anticristiana, como sucede con muchos de los contenidos de la
llamada Educación Sexual. Es razonable que, en las escuelas, se estudie el
único autor portugués que recibió el Nobel de literatura, pero ya no es tan
obvio, ni inocente, que, para el efecto, se exija la lectura de una obra tan
profundamente anticlerical como “El Memorial del convento”. En verdad, mucho
mérito ha de tener un alumno católico de una escuela estatal, si logra que su
fe sobreviva a tan autoritario y violento ataque contra su creencia y libertad
religiosa.
Pocos son, en efecto, los estudiantes
que frecuentan una escuela estatal y que no tienen las ideas falsas y
preconcebidas en relación a la religión cristiana y a su historia. Muchos, si
no todos, ignoran que el cristianismo está en el origen de muchas bellezas
artísticas, de innumerables descubrimientos científicos y de los más
significativos avances sociales y culturales. La enseñanza estatal, en
principio tan receptiva en relación a las opciones alternativas y a los programas
políticamente correctos es, por lo general, intolerante con el cristianismo y con
las verdades científicas e históricas que lo avalan, sino que contradicen los prejuicios
laicistas. Sólo quien fuere muy ingenuo, o actúe de manifiesta mala fe, puede
afirmar la neutralidad ideológica de la enseñanza estatal.
Es cierto que siempre hubo y
continuará habiendo enseñanza estatal y de calidad, principalmente al nivel
superior, como siempre hubo y habrá enseñanza no estatal mediocre. Pero también
es cierto que, sin ceder en la exigencia de la calidad de la enseñanza, hay que
defender la libertad de las familias en relación al tipo de educación que
pretenden para sus hijos, como por otra parte exige la Constitución. Asfixiar,
por vía económica, la enseñanza no estatal es, en la práctica, contrario a la
concurrencia y a la calidad de la enseñanza y, lo que es peor, contra la libertad
y los derechos salvaguardados en la ley fundamental.
Algunos dicen que los
contribuyentes no pueden ser forzados a pagar, con sus impuestos, la enseñanza
no estatal. En ese caso, aplicando también el principio de usuario/pagador, los
que pagan la enseñanza no estatal deberían estar exentos de los impuestos que
subsidian a la educación estatal. Nadie que ya paga la enseñanza no estatal,
porque optó por ella, debería pagar también, con sus impuestos, la estatal, a
la que no recurre, siendo por tanto víctima de una doble tributación fiscal.
En materia educativa, el
gobierno actual, con el apoyo parlamentario de los partidos de extrema
izquierda, también profundamente anticristianos, ha optado por una política
contraria a la libertad. Es una opción a la que tal vez tenga, en democracia,
derecho. Pero la Iglesia también tiene no solo el derecho sino el deber de
interpelar a la conciencia ciudadana de sus fieles: ¿¡Puede un cristiano
coherente votar en partidos que son favorables al aborto, la eutanasia, los
vientres de alquiler, la ideología de género, etc. O sea, que van contra la
vida y la familia!? ¿¡Es lícito, para un fiel católico, votar a un partido
contrario a la libertad de educción!?
Por tanto, cuando un
cristiano tuviere que pronunciarse políticamente, no podrá ignorar estos
hechos, ni dejar de afirmar los principios irrenunciables del humanismo
cristiano y de la doctrina social de la
Iglesia. Deberá también defender, con su voto, el más esencial y amenazado bien
social: La libertad, “uno de los más preciados dones que –en el sabio decir de
Cervantes- el cielo dio a los hombres”.
NOTA: A propósito de la
crónica anterior, “Cuando la ciencia cree en milagros…” téngase en cuenta que, también
en la Iglesia de San Antonio, en Sokolka, en el nordeste de Polonia, aconteció,
el 12 de octubre de 2008, un hecho semejante. Era además a este acontecimiento
al que se referían las citadas palabras del Prof. Sulkowski, las mismas también
se pueden aplicar, con propiedad, al milagro eucarístico de Legnica. Por eso,
tanto en Solka como en Legnica, “si el milagro se atribuyese a una bacteria, lo
material se habría desintegrado, fragmentado y mudado de aspecto”, lo que
manifiestamente no se verificó en ninguno de los dos milagros científicamente
comprobados (cfr. Um novo milagre eucarístico em Legnica, edição da Associação
Mater Dei, Elvas 2016, págs. 26 e 27, nota 1).
http://observador.pt/opiniao/o-governo-a-liberdade-e-a-igreja/
No hay comentarios:
Publicar un comentario