Si es a la revolución francesa que se debe la restauración
del olimpismo, ¡¿cómo explicar que los Juegos Olímpicos solo hayan recomenzado “moderna
y definitivamente en 1896”, o sea... más de cien años después?!
En Público el 19 de agosto
pasado, el historiador Rui Tavares, que también es el fundador del Libro,
escribió: “lo que acabó con los juegos Olímpicos antiguos fue la llegada al
poder del cristianismo. Teodosio, el primer emperador cristiano que gobernó el
Imperio Romano (Constantino fue el
primero en convertiré al cristianismo, pero ya cerca de su muerte), emitió una
serie de decretos aboliendo todo tipo de cultos a los dioses paganos, y fue así
como los juegos Olímpicos, que eran tanto una fiesta religiosa como deportiva,
se extinguirían más de mil cuatrocientos años después. Teodosio era
orgullosamente intolerante con los rituales, las imágenes y la sensualidad del
paganismo”.
Es curioso que este historiador, aunque reconozca que Constantino fue el
primer emperador romano cristiano, no lo considere como tal, a efectos de los
Juegos Olímpicos. ¿Por qué? Porque murió pronto, el hombre. La verdadera razón,
con todo, parece ser otra: como daba por hecho que el primer emperador
cristiano pudiese ser presentado como un fundamentalista enemigo del olimpismo,
el fundador del Libro tuvo a bien suprimir a Constantino para, falseando la
historia, presentar a Teodosio como “el primer emperador cristiano que gobernó
sobre el Imperio Romano”. ¿Esclarecedor, no es así?
También
omite –¿olvido, ignorancia o simple mala fe?- que Teodosio, en la fase inicial
de su reinado, fue tolerante con los paganos y favorable a la conservación de
sus templos y estatuas, aunque haya retirado, en 381, la prohibición de
Constantino en relación a los sacrificios, estableciendo, diez años más tarde,
los sacrificios de sangre. A pesar del fundador del Libro afirmar que el
cristiano Teodosio era “orgullosamente intolerante”, la verdad es que, por
ejemplo, cuando en 338 algunos cristianos incendiaron la sinagoga de Calínico,
en Mesopotamia, Teodosio ordenó al obispo local que reconstruyese la sinagoga,
disponiendo los recursos necesarios, y que castigase a los incendiarios. ¡Para “intolerante”,
convengamos que no está nada mal!
¿Pero, sería
Teodosio de hecho orgulloso? En el año 390, San Ambrosio de Milán excomulgó a
este emperador, por haber ordenado la masacre de Salónica, como represalia por
el asesinato del gobernador militar de esa ciudad. Sólo después de que Teodosio
hubiese manifestado su arrepentimiento y hecho, durante varios meses,
penitencia pública, fue levantada la excomunión y el emperador, que los
ortodoxos veneran como santo, fue admitido en la iglesia. A este propósito,
Teodosio diría más tarde: “Sin duda, Ambrosio
me hizo comprender por primera vez lo que debe ser un obispo”. ¿¡Un todo
poderoso emperador romano que se humilla hasta este punto, ante un obispo
indefenso católico, sería entonces tan orgulloso?!
Más sorprendente es, con todo, la originalísima tesis de este historiador
en relación al renacimiento de la práctica olímpica: “Después de Teodosio, solo
se volvió a hablar del restablecimiento de los Juegos Olímpicos con la
Revolución Francesa” (con mayúscula en su texto, al contrario de Cristianismo,
que escribe siempre con minúscula, vaya a saber por qué...). ¡Por lo tanto,
según este cronista, durante un milenio nadie siquiera habló de los Juegos
Olímpicos!
¿¡Pero, si se debe a la revolución francesa
la restauración del olimpismo, cómo explicar que, como dicho historiador
reconoce, los Juegos Olímpicos solo hayan recomenzado “moderna y
definitivamente en 1896”, o sea... más de cien años después?!
Además,
es curioso que se omita la obligatoria referencia a Pierre de Frèdy, que fue,
de hecho, el restaurador de las Olimpiadas y que, por más señas, no solo no
tiene nada que ver con la revolución francesa, sino que, por el contrario, era un
aristócrata, que fue bautizado en la Iglesia católica, estudio en un colegio
jesuita, pidió y obtuvo, para el olimpismo moderno, la bendición del papa San
Pío X y era amigo del padre dominico Henri Didon, que fue el autor del lema olímpico.
¡Si el mismo fuese revolucionario y ateo, ciertamente que habría tenido
derecho, por parte de este historiador, a una mención honrosa, pero siendo
baron de Coubertin y, aún peor, cristiano, nada de eso!
Tampoco
se refieren los Juegos Olímpicos de Berlín, cuando Hitler aprovechó ese
acontecimiento deportivo mundial para exaltar la raza aria y hacer propaganda
del régimen nazi. ¿¡Si un jefe de Estado entonces hubiese rehusado la participación
de su país en esos Juegos, el fundador del Libro también lo condenaría por ser “orgullosamente
intolerante”? ¿¡ No es verdad que, si
algún estadista lo hubiese hecho, para no colaborar con el nazismo, habría
merecido el respeto y la admiración de todos los verdaderos humanistas
cristianos?!
Igualmente
se omiten otras diversiones de la antigüedad greco romana a la que los
emperadores romanos cristianos también pusieron término, como son los combates
circenses, en los que tantos cristianos fueron bárbaramente asesinados. Es verdad
que la revolución francesa no restauró esos degradantes espectáculos paganos, pero
sí retomó la persecución a muerte de los cristianos, la que el comunismo, a su
vez, ha llevado a cabo, desde 1917 hasta la actualidad (China, Corea del Norte,
etc.), generosa continuidad.
Este
cronista de Público, más allá de historiador,
fue también fundador del Libre. Es, de hecho, -¡honra le sea hecha!- un
historiador libre, no de los antiquísimos prejuicios marxistas y
anticristianos, sino de la realidad de los hechos. A fin de cuentas, ¿¡quién es
el que es “orgullosamente intolerante”?¡
http://observador.pt/opiniao/cristianismo-e-jogos-olimpicos/