jueves, 4 de agosto de 2016

La jihad, una amenaza para Europa




Europa no puede ignorar una verdad bien evidente: sí, en tiempos pasados, tuvo que hacer frente a un terrorismo esencialmente político, ahora es amenazada por el terrorismo que se autoproclama islámico.

No hay palabras que puedan expresar la estupefacción por el modo salvaje y cobarde como fue asesinado el P. Jaxques Hamel, el pasado miércoles, en Saint Etienne du Rouvray, Francia. Y, con todo, hay peligro de, superada la primera reacción de espanto, reducir el hecho a un episodio de una actualidad cada vez más pródiga en noticias de esta naturaleza. O, peor aún, ceder a la tentación de querer responder a la amenaza del terrorismo con otro terrorismo, como pretenden los que se quieren servir de estos acontecimientos para imponer políticas xenófobas, o contrarias a la libertad religiosa.

Es verdad que, en el caso del atentado de Rouen, la motivación para el crimen fue de naturaleza religiosa y, al parecer, los ejecutores de la degollación del anciano presbítero eran oriundos de los países árabes. ¿Quiere esto decir que todos los árabes son posibles terroristas? Se debe suponer, ahora, que cualquier creyente del Islam es un eventual asesino? ¿Pero, no hubo también criminales en otras etnias y religiones? ¿La Biblia no atribuye a Dios, Señor de los ejércitos, las órdenes de hacer la guerra a los enemigos de Israel e, incluso, de exterminar a los infieles? ¿Aunque después de Cristo fueron prohibidas a sus discípulos terminantemente tales prácticas a sus discípulos, imponiéndoles como ley suprema el mandamiento nuevo de la caridad, no fueron los cruzados protagonistas de acciones violentas contra los moros?

Como es sabido, Adolfo Hitler, austriaco de nacimiento, era nacional-socialista y fue culpable del exterminio de millones de judíos. Mao Tsé Tung era chino y, como dirigente comunista, fue responsable, en términos éticos y políticos, de los millones de víctimas causadas por su despótico y criminal gobierno. ¿Se puede entonces concluir que todos los austriacos y chinos son potencialmente criminales? ¿Y qué decir de los nazis y maoístas?

Tomás de Aquino distinguía lo que es propio de una cosa por sí, de lo que sólo accidentalmente le conviene. O sea, que Adolfo Hitler o Mao Tse Tung, respectivamente, austriaco y chino, es algo accidental en sus biografías, pero sus elecciones ideológicas fueron determinantes en sus acciones políticas. Por eso, tanto el nazismo como el comunismo son doctrinas totalitarias, que legitiman el uso de la violencia y la falta de respeto hacia los más elementales derechos humanos. Por tanto, suponer que un austriaco, o un chino, es, por ese hecho, un posible terrorista, es absurdo; pero temer que un nazi, o un maoísta, pueda atentar contra la democracia, no revela ninguna injusta suposición, precisamente porque esas ideologías son, en sí mismas, esencialmente antidemocráticas.

¿Y el Islam? Es obvio que hay que respetar todas las religiones –la libertad religiosa es uno de los pilares principales de la democracia y del estado de derecho- pero, así como que todas las religiones sean para la paz como, a propósito de este atentado, dice el Papa Francisco, no se puede negar que no son todas del mismo modo. Un budista es, por naturaleza, un pacifista y un acérrimo partidario de la no violencia, pero un musulmán es un creyente de Alá, por la alegada revelación de Mahoma que, si por un lado fue un fervoroso líder religioso, por otro también fue, como es históricamente cierto, un feroz guerrero, que “no solo predicó la violencia contra los no musulmanes, sino que dirigió personalmente sesenta campañas militares de enorme agresividad” (Paul Copan, Is God a moral monster?, ed. port., pág. 358). Por eso, no es una exageración afirmar que, aunque pueda haber un budista, o un cristiano, violento y agresivo, es más por excepción que por regla general, no se puede decir lo mismo de todos los mahometanos. Si hay, como es de justicia reconocer, seguidores de Mahoma que son pacíficos y tolerantes, también los hay que siguen la vida guerrera de dicho profeta, profesan su doctrina belicista, pretenden propagar por las armas su creencia y quieren imponer por la fuerza el régimen islámico, excluyendo, como ya aconteció en los países oficialmente musulmanes, la libertad religiosa y los demás derechos fundamentales.

Bernard Lewis, tal vez el mayor especialista occidental en la materia, escribió: “las cruzadas son un desarrollo tardío en la historia del cristianismo [...].El cristianismo estuvo sujeto a los ataques de los musulmanes desde el siglo VII y perdieron grandes territorios, que habían sido conquistados por el Islam [...]. Con todo, en el cuadro de la prolongada batalla entre el cristianismo y el Islam, las cruzadas fueron tardías, limitadas y relativamente breves. Al contrario, la jihad está presente desde los comienzos de la historia del Islam, tanto en los escritos como en la vida del profeta y en los actos de sus compañeros y sucesores inmediatos. Prosiguió durante toda la historia del Islam y continua siendo fascinante para los musulmanes de la actualidad”, como los recientes atentados dolorosamente lo confirman.

Es obvio que no se puede poner en duda la libertad religiosa, ni la libertad política, de pensamiento y de expresión pero, de modo análogo a como un nazi o como un maoísta es un peligro para el Estado libre y democrático, también un creyente extremista es una amenaza real para la sociedad, sobre todo si profesa una religión que legitima el uso de la violencia. Sería injusto suponer que todos los árabes, o musulmanes, son potencialmente criminales, incluso porque también hay, en el llamado Estado Islámico, bastantes terroristas que no son árabes, así como, eventualmente, mercenarios que simularán su conversión al Islam para ser admitidos en esa milicia musulmana. Pero Europa no puede ignorar una verdad por demás evidente: sí, en tiempos pasados, tuvo que hacer frente a un terrorismo esencialmente político (Brigadas Vermelhas, ETA, Baader-Meinhof, IRA, etc.), ahora es amenazada por el terrorismo que se autoproclama islámico.

Los judíos estaban autorizados a aplicar la ley del talión: ‘ojo por ojo, diente por diente’(Ex 21, 23-25; Lv 24, 17-21).Por el contrario, los cristianos saben que, si fueran agredidos en una mejilla, deben ofrecer la otra (cf. Mt 5, 39) y que, en cualquier circunstancia, están obligados a amar a sus enemigos (cf. Lc 6, 35-36). Pero el Evangelio también enseña a los creyentes a ser senillos como palomas, pero no ingenuos, y prudentes como las serpientes (cf. Mt 10, 16).
http://observador.pt/opiniao/a-jihad-uma-ameaca-para-a-europa/


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