domingo, 14 de agosto de 2016

La banalización del mal


Una cosa erala violencia en los dibujos animados de los años 60. No había internet ni centenares de canales por cable. Ahora, la vida de muchos adolescentes se hace entre móviles, consolas y computadoras. Estar con las personas, la familia o en las aulas es el 2intermedio” del gran recreo que es estar 2enchufado” con el ojo en la pantalla  (a veces en dos). Después no nos quejemos...

Hannah Arendt, la filósofa que cubrió en Israel el juicio del nazi Adolf Eichmann, colocó la cuestión del bien y del mal, y de la banalización del mismo, que puede llegar al punto de cometer las mayores barbaridades “sólo para cumplir órdenes superiores”. El individuo deja de pensar y pierde la ética y la moral. Se convierte en una máquina que solo pretende un objetivo –en el caso de los nazis los campos de concentración, era cumplir las órdenes: exterminar.

Pasemos al presente. La descripción del juego dice, en la webpage: “¿Está preparado para atropellar personas con el coche? En este juego usted habrá de tener sangre fría para conseguir atropellar el máximo de personas en el menor tiempo posible. Pero no se preocupe, pues si usted choca con el coche contra los muros, edificios y otros carros, su ‘Health’ va disminuir y cuando llegue a cero usted perderá el juego! Son varios los niveles de dificultad y usted tendrá que correr detrás del tiempo y detrás de las personas que estuvieran en la calle, pero no se olvide de golpearlas cajas de remedio que estuvieran en el camino, pues en ellas le (sic) ayudarán a ganar más ‘Health’  y continuar el juego.” Y termina con un desafío: “¿Vamos a jugar a golpear y atropellar personas con el carro?”

Hace muchos años, más de quince, escribí un artículo sobre un juego que entonces  existía, el Armageddon –que hoy los adolescentes considerarían una taberna en términos gráficos, pero que ya era suficientemente realista – “se pilotaba” un coche y se saltaba al paseo, intentando atropellar el mayor número de personas. Zigzagueando era más eficaz. Al final, cuantos más muertos, más puntos, con un aspecto “interesante”: atropellar embarazadas, bebés y viejos valía el doble.

Hoy, la ‘alegría de la chiquillería’ es, entre otros de igual calibre, manifiesta por el éxito del GTA –no, no es una sigla de un Grupo Terrorista Armenio o Anatolio o Árabe. No fue creado por ningún Ali ni ningún Ahmed. Fueron David Jones y Mike Daily, y unos cuantos amigos más, y GTA quiere decir Grand Theft Auto, lo que, en lengua inglesa, se refiere (en la vida real, es preciso decir, porque en determinados momentos ya no sabemos dónde estamos y a cuantas andamos) a robos de automóviles de valor superior a 40 mil dólares ( cerca de 35 mil euros) Carjacking, al final...

Al jugar, el adolescente (o el niño...) asume la personalidad de un criminal que comete todo tipo de actividades ilegales –violencia, tráfico de droga, asesinatos, explotación de prostitutas -, todo a través de mucha acción, aventura y conducción en dicho coche robado. En las primeras 24 horas, el videojuego alcanzó mil millones de dólares, recibiendo los mayores elogios por sus escenas “casi reales”.

En una mezcla de acción, aventura y dirección, el juego se dedica a temas con violencia, asesinato, drogas, incitaciones y manifestaciones sexuales, tortura, mutilación, etc. Pero lo que es más ‘llamativo’ es la gran libertad que el juego da en relación a lo que el personaje puede hacer: agredir y matar personas, robar vehículos, producir caos, saltar al paseo y atropellar transeúntes, entre otras muchas cosas, todo motivado por un deseo de ‘venganza’ que lo lleva a ‘hacer todo para conseguir los objetivos’, aunque sea asociarse a gangsters y matar inocentes. Finalmente, aún existen la fuerzas de la autoridad, pero el gran jugador es aquel que es capaz de burlarlas y abatirlas, en una escalada en que se ve envuelta la policía, después la CIA, después el FBI, en que el propio Estado es el enemigo a combatir.

Se dice que la serie causa controversia, pero para mí, debo decir, no veo ninguna controversia, porque me parece que los niños y adolescentes están horas al hilo ‘metidos’ en un escenario con gran realismo, practicando y ejercitando atropellos, asesinatos, haciendo uso de armas y de droga, cometiendo crímenes sexuales y otras cosas, no da lugar a dudas. Además, la xenofobia forma parte de los juegos, como no podía dejar de ser, y la frase ‘Kill the Haitian dickheads’ (dick se refiere a los genitales masculinos...), ahora sabiamente retirada, era dicha con frecuencia. El jugador puede, en la escena, tener relaciones sexuales con la enamorada y ganar puntos si llega al orgasmo.

El lector que vea cuantos GTA existen en su casa, en las pantallas de las consolas y de los ordenadores de los hijos. Después, piense en Nice, e Daesh, en las primeras páginas de los periódicos que tanto lo resaltan, en los inicios de los telediarios, y piense en Hannah Arendt y en el concepto de banalización del mal.

No se trata de moralismo, no... porque si hay una cosa que no me guste son los fundamentalismos y visión simplista de los fenómenos complejos. Se trata, en mi opinión, de la defensa de una civilización y de un modelo educativo que se base en la paz y en una resolución pacífica de los conflictos. No basta decir “Je suis quelque chose” o contar histriónicamente la historia de los portugueses que escaparon  a la matanza de Nice, conmoverse con la portera de París o decir que “hace años que estuve en la estación de metro de Maelbeek, imagina de lo que escapé!”, o “incluso estuve cerca del centro comercial Olympia cuando fui a ver el estadio del Bayern”, y después dejar que nuestros hijos se habitúen en el mundo virtual/real en el que viven gran parte de su vida –a manipular el mal y, peor, ‘ganar puntos’ con eso.

O entonces, si renunciamos por inercia, pereza o cobardía, caemos en la trampa de pensar que es solo un juego y que los niños  y adolescentes son unos pobres ingenuos y no están en fase de formación ética, y podremos entonces gritar, como José Millán-Astray, fundador de la Legión Española y uno de los militares de extrema derecha, ‘¡viva la muerte!’ Yo, personalmente, prefiero que las ideas de Hanna Arendt me provoquen dudas, inquietud y hasta irritación, como las que vosotros comunicáis hoy, y pensar que, aunque sea en un juego de consola, no se salta a los paseos con el objeto de atropellar el mayor número de personas...

Pero probablemente soy yo que soy pesimista y no entiendo ya el mundo de los niños...


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