domingo, 21 de agosto de 2016

Las Jornadas mundiales de la Juventud: una Olimpiada de Fe




El Papa Francisco criticó los "couch potatoes", o sea a los sedentarios, jóvenes o viejos, que pasan varias horas al día echados en el sofá, delante de la televisión o frente al ordenador.

Hace dos mil años, escribía el apóstol adolescente a los primeros cristianos: “¡Yo os escribo jóvenes, porque sois fuertes, porque la palabra de Dios permanece en vosotros y porque vencisteis al maligno!” (1Jo 2,14).

El mismo mensaje, pero con otras palabras, fue el desafío que el Papa Francisco hizo a los jóvenes que participaron, en Cracovia, en las XXVIII Jornadas Mundiales de la Juventud (JMJ). Según Damián Muskus, el obispo coordinador general de la JMJ, participaron 200 mil jóvenes en la misa de apertura; en la Vía Sacra, los peregrinos eran ya 800 mil; el sábado, la organización contabilizó 1,6 millones de participantes en la celebración del Campo de la Misericordia; y, el domingo, en la Eucaristía final, participaron más de 2,5 millones de fieles.

Pensando sobre todo en los adolescentes que tienen una existencia cómoda y despreocupada, el sucesor de San Juan Pablo II –a quien se debe la libertad de Polonia y del Este europeo, así como las Jornadas Mundiales de la Juventud- hizo una apremiante apelación: “¡Queridos jóvenes: no venimos a este mundo para vegetar, para pasarla vida cómodamente, para hacer de la vida un sofá en el cual nos dormimos. Al contrario, venimos para dejar una huella!”

Para quien aún piensa que la religión es el opio del pueblo, las palabras de Francisco no podrían haber sido más realistas, ni más incisivas, movilizando a los jóvenes católicos para una presencia más activa en la sociedad mundial: “El tiempo que estamos ahora viviendo no necesita jóvenes-sofá, sino de jóvenes con zapatos, mejor aún, con los chuteadores calzados. Solo acepta jugadores titulares en el equipo; no hay lugar para suplentes!”

La apelación del Pontífice era, sin embargo, innecesaria, para aquella gran multitud de jóvenes que, para llegar al Campo de la Misericordia, en los alrededores de Cracovia, habían peregrinado ya, por lo menos, 12 kms. a pie. Muchos dormirían después a cielo raso, mientras algunos fueron acogidos en instalaciones  más que precarias, a veces en medio del lodazal en que la lluvia transformó el recinto de las jornadas. Con todo, nada que disminuyese el entusiasmo o la alegría de millares de jóvenes que participaron en la JMJ. Muy significativa fue también la presencia de bastantes religiosos, sobre todo jóvenes, y a la de muchos padres, que acompañaban a los jóvenes, los atendían en confesión y los preparaban para la Eucaristía final, la misa del envío. Por eso, cada JMJ no es solo una meta de llegada, sino también de partida, para una renovada misión apostólica y... para las próximas Jornadas, a realizar en Panamá, en 2019!

Bajo el lema de la misericordia, el Papa Francisco aprovechó la multitudinaria asamblea para llamar la atención sobre los actuales dramas humanitarios, que no pueden ser reducidos a una mera noticia dela prensa internacional, o hacia las chocantes imágenes de apertura de cualquier telediario: “¡Seamos conscientes de la realidad. El dolor, la guerra en que viven muchos jóvenes no puede continuar siendo anónima, tiene que dejar de ser una mera noticia de prensa, porque hay muertes, tiene rostros, es una historia que tiene que tener proximidad”. Y, para que sus palabras fuesen corroboradas por el ejemplo, Francisco quiso escuchar, en compañía de todos, el impresionante testimonio de Rand, un joven sirio de Alepo. El Papa argentino comentó después: “Nuestra respuesta a este mundo a este mundo en guerra tiene un nombre: se llama fraternidad”.

El Papa Francisco no pretende convocar una nueva cruzada, ni una especie de intifada cristiana, al hecho de la jihad musulmana. Como él mismo declaró: “Nosotros no vamos a gritas ahora contra nadie, no vamos a luchar, no queremos destruir. Nosotros no queremos vencer el odio con más odio, ni vencer la violencia con más violencia, ni mucho menos vencer el terror con más terror”.

Pero, si los objetivos son pacíficos, como pacíficos  han de ser también los medios a utilizar en esta nueva evangelización, todos los cristianos, especialmente los más jóvenes, tienen que tener conciencia de la exigencia de la misión a que son llamados, la cual es del todo incompatible con la parálisis del ‘sofá’. Una parálisis que nace cuando se confúndela ‘felicidad’ con el ‘sofá’. Un sofá contra todo tipo de dolores y temores. Un sofá que nos deje en casa encerrados, sin cansarnos, ni preocuparnos”.

En este gesto tan particular de motivar a los jóvenes católicos a los desafíos del tercer milenio de la era cristiana, el Papa Francisco criticó los llamados ‘couch potatoes’, término usado por los americanos para referirse a los sedentarios, jóvenes o viejos, que pasan varias horas al día echados en el sofá, delante de la televisión o frente al ordenador.

En un mundo lacerado por tantas guerras y persecuciones, especialmente contra los cristianos, la presencia de más de dos millones de jóvenes en las Jornadas Mundiales de la Juventud es, sin duda, un motivo de alegría y una señal de esperanza, porque “¡esta es la victoria que vence el mundo: nuestra fe!” (1Jo 5, 4).



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