El Papa Francisco criticó
los "couch potatoes", o sea a los sedentarios, jóvenes o viejos, que
pasan varias horas al día echados en el sofá, delante de la televisión o frente
al ordenador.
Hace dos mil años, escribía
el apóstol adolescente a los primeros cristianos: “¡Yo os escribo jóvenes,
porque sois fuertes, porque la palabra de Dios permanece en vosotros y porque
vencisteis al maligno!” (1Jo 2,14).
El mismo mensaje, pero con
otras palabras, fue el desafío que el Papa Francisco hizo a los jóvenes que
participaron, en Cracovia, en las XXVIII Jornadas Mundiales de la Juventud
(JMJ). Según Damián Muskus, el obispo coordinador general de la JMJ,
participaron 200 mil jóvenes en la misa de apertura; en la Vía Sacra, los
peregrinos eran ya 800 mil; el sábado, la organización contabilizó 1,6 millones
de participantes en la celebración del Campo de la Misericordia; y, el domingo,
en la Eucaristía final, participaron más de 2,5 millones de fieles.
Pensando sobre todo en los
adolescentes que tienen una existencia cómoda y despreocupada, el sucesor de
San Juan Pablo II –a quien se debe la libertad de Polonia y del Este europeo,
así como las Jornadas Mundiales de la Juventud- hizo una apremiante apelación: “¡Queridos
jóvenes: no venimos a este mundo para vegetar, para pasarla vida cómodamente, para
hacer de la vida un sofá en el cual nos dormimos. Al contrario, venimos para
dejar una huella!”
Para quien aún piensa que la
religión es el opio del pueblo, las palabras de Francisco no podrían haber sido
más realistas, ni más incisivas, movilizando a los jóvenes católicos para una
presencia más activa en la sociedad mundial: “El tiempo que estamos ahora
viviendo no necesita jóvenes-sofá, sino de jóvenes con zapatos, mejor aún, con
los chuteadores calzados. Solo acepta jugadores titulares en el equipo; no hay
lugar para suplentes!”
La apelación del Pontífice
era, sin embargo, innecesaria, para aquella gran multitud de jóvenes que, para
llegar al Campo de la Misericordia, en los alrededores de Cracovia, habían
peregrinado ya, por lo menos, 12 kms. a pie. Muchos dormirían después a cielo
raso, mientras algunos fueron acogidos en instalaciones más que precarias, a veces en medio del lodazal
en que la lluvia transformó el recinto de las jornadas. Con todo, nada que disminuyese
el entusiasmo o la alegría de millares de jóvenes que participaron en la JMJ.
Muy significativa fue también la presencia de bastantes religiosos, sobre todo jóvenes,
y a la de muchos padres, que acompañaban a los jóvenes, los atendían en
confesión y los preparaban para la Eucaristía final, la misa del envío. Por
eso, cada JMJ no es solo una meta de llegada, sino también de partida, para una
renovada misión apostólica y... para las próximas Jornadas, a realizar en
Panamá, en 2019!
Bajo el lema de la misericordia,
el Papa Francisco aprovechó la multitudinaria asamblea para llamar la atención
sobre los actuales dramas humanitarios, que no pueden ser reducidos a una mera
noticia dela prensa internacional, o hacia las chocantes imágenes de apertura
de cualquier telediario: “¡Seamos conscientes de la realidad. El dolor, la
guerra en que viven muchos jóvenes no puede continuar siendo anónima, tiene que
dejar de ser una mera noticia de prensa, porque hay muertes, tiene rostros, es
una historia que tiene que tener proximidad”. Y, para que sus palabras fuesen
corroboradas por el ejemplo, Francisco quiso escuchar, en compañía de todos, el
impresionante testimonio de Rand, un joven sirio de Alepo. El Papa argentino comentó
después: “Nuestra respuesta a este mundo a este mundo en guerra tiene un
nombre: se llama fraternidad”.
El Papa Francisco no
pretende convocar una nueva cruzada, ni una especie de intifada cristiana, al
hecho de la jihad musulmana. Como él mismo declaró: “Nosotros no vamos a gritas
ahora contra nadie, no vamos a luchar, no queremos destruir. Nosotros no
queremos vencer el odio con más odio, ni vencer la violencia con más violencia,
ni mucho menos vencer el terror con más terror”.
Pero, si los objetivos son pacíficos,
como pacíficos han de ser también los
medios a utilizar en esta nueva evangelización, todos los cristianos, especialmente
los más jóvenes, tienen que tener conciencia de la exigencia de la misión a que
son llamados, la cual es del todo incompatible con la parálisis del ‘sofá’. Una
parálisis que nace cuando se confúndela ‘felicidad’ con el ‘sofá’. Un sofá
contra todo tipo de dolores y temores. Un sofá que nos deje en casa encerrados,
sin cansarnos, ni preocuparnos”.
En este gesto tan particular
de motivar a los jóvenes católicos a los desafíos del tercer milenio de la era
cristiana, el Papa Francisco criticó los llamados ‘couch potatoes’, término
usado por los americanos para referirse a los sedentarios, jóvenes o viejos,
que pasan varias horas al día echados en el sofá, delante de la televisión o
frente al ordenador.
En un mundo lacerado por
tantas guerras y persecuciones, especialmente contra los cristianos, la
presencia de más de dos millones de jóvenes en las Jornadas Mundiales de la
Juventud es, sin duda, un motivo de alegría y una señal de esperanza, porque “¡esta
es la victoria que vence el mundo: nuestra fe!” (1Jo 5, 4).
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