sábado, 29 de diciembre de 2018

¿Sabes cuántos años tienes?



¡Sabemos el tiempo que hemos vivido, pero ignoramos por completo cuántos años nos quedan por vivir!

La vida nos empuja siempre hacia adelante, fosilizando lo que se ha vivido e impidiéndonos dar la vuelta, aunque fuera por un segundo. El pasado es inmutable, aunque sea siempre una riqueza personal, cualquiera que sea la proporción de éxitos y fracasos, de errores y decisiones acertadas.

Podemos arrepentirnos, entregando nuestro futuro como garantía de la culpa pasada, alterando nuestras elecciones con el fin de superar la falta. Pero también podemos huir hacia el mañana, como si lo que fuimos no formase parte de nosotros.

La vida es un día, un instante pasajero, una hora que siempre se nos escapa. Es cierto que la vida se vive hacia adelante… pero para comprenderla es esencial aceptar, asumir y analizar con el máximo cuidado todo el trayecto a cada paso que demos.

Si el mañana no es cierto, debemos pensar bien lo que queremos y lo que no queremos hoy, evitando dejar que la casualidad guie la parte que nos cabe decidir.

Es importante abrir el corazón a lo que nos sobrepasa, porque la vida es un misterio profundo y un milagro gracioso.

Nuestra existencia es esencial a la vida, pero el mar es inmenso y nuestro barco es pequeño.

Que yo sea capaz de dejar mis miserias atrás y me aventure por los océanos desconocidos de la libertad.

Que sepa escuchar al Amor y aprenda, en el silencio de su presencia, a comprender el misterio de mi existencia.


domingo, 23 de diciembre de 2018

¿Por qué ser normal?


José Luís Nunes Martins

Cada vez nos parecemos más unos a otros y eso no es nada bueno. Los coches son casi todos grises, pero no reparamos en ello y eso es todavía más extraño. Nuestros sueños se parecen todos… porque las grandes empresas los distribuyen gratuitamente para después poder vender aquello que los hace realidad. Cada vez más soñamos sueños que no son los nuestros y eso es todavía mucho peor.

Cada vez hay menos bebés porque muchas personas no tienen tiempo para otra cosa que no sea su vida cotidiana y tienen mucho miedo a los grandes cambios.

Pero las personas están cada vez más tristes, se sienten alejadas de sí mismas y su paz se les escapa sin que consigan sujetarla.

Cada año, en Navidad, se intercambian regalos, un excelente pretexto para que pensemos en lo que le gusta al otro, más que en aquello que nos gusta a nosotros. ¿Pero es que al otro solo le gustan las cosas materiales? ¿Son regalos que nos hacen presente o meras justificaciones de nuestras ausencias? ¿Qué podríamos hacer para hacerlo feliz? Tal vez un regalo normal sea mucho más fácil y… barato.

Aparte de esto, ¿Qué nos haría felices? ¿Por qué no luchamos por eso con empeño, aunque buena parte de esa batalla sea con los que se escandalizarán con un empeño tal anormal?

La vida quiere vivir, por eso se multiplica. Nos desafía a ser más y más, a multiplicarnos, a no pararnos nunca.

El mal quiere estancarnos, reclutándonos para su ejército gris, donde todo lo que hacemos y nos llega es normal y lo normal parece ser lo mejor hay.

Mi existencia debe ser rica y productiva. Sería muy bueno que algunos más pintasen el mundo de colores, por medio de lo que dan a los corazones de los otros.


Es un error, una tristeza y una verdadera tragedia, la vida normal de la que muchos no huyen. No hay allí nada de extraordinario sino una ilusión de seguridad.

Incluso podemos acumular fracasos uno tras otro, pero nuestra vida, si fuera vivida con amor, habrá valido la pena,  cumpliendo la promesa de vida al mundo que fuimos nosotros, en el día de nuestro nacimiento.

¡Nunca nadie es solo uno, porque podemos siempre volvernos contra la vulgaridad y vivir!
Que seamos capaces de llevar más vida a la vida de los que viven con nosotros. Que tengamos el coraje de producir en los otros algo anormal: la felicidad auténtica.


domingo, 16 de diciembre de 2018

Del Comentario a las lecturas del 3 DOMINGO DE ADVIENTO


(Sofonías 3,14-18 / Salmo 12/ Filipenses 4,4-7/Lucas 3,10-18)

por Pablo Garrido Sánchez

 Urge rescatar el verdadero rostro de DIOS.

el objetivo del Adviento es…levantar la mirada hacia lo alto donde está DIOS, y mantener con energía una alegre esperanza, aguardando cálidamente al DIOS prometido, tanto como acontecimiento personal, o como recuerdo histórico del Niño-DIOS.

… estar atentos a los que buscan hacer desaparecer la alegría de los corazones de las personas… Nos protegeremos de los agentes invasores de nuestra interioridad, si acertamos, de verdad, a situar la fuente de la alegría.

Es posible que podamos acortar distancias hacia la identidad de un DIOS esencialmente alegre, si recordamos que DIOS es la fuente de la BIENAVENTURANZA.

Por el atributo de la bienaventuranza resulta más fácil aceptar que DIOS es eterna alegría y fuente original de la misma para cualquiera de sus hijos, que somos todos nosotros.

“El SEÑOR pelea por ti, porque es un guerrero que salva” (Cf. Sf 3,17). El camino de la restauración está precedido de una lucha, en la que el hombre ha mostrado grandes carencias y dificultades, hasta el punto de verse DIOS mismo obligado a tomar las riendas de esa pelea contra el mal para restaurar al hombre.

Los términos en los que el profeta describe la alegría de DIOS: Gozo, júbilo, exaltación, bienaventuranza en grado sumo son aproximaciones que hacemos con la Escritura para percibir algo del calor de la VIDA y AMOR de DIOS.

“DIOS está en medio de ti, DIOS danza por ti”. … El pueblo redimido en JESUCRISTO tendría que reconocer todo esto a cada instante, y manifestarlo de manera pública: “Regocíjate, hija de Sión; grita de júbilo, Israel” (Sf 3,14)

Tenemos unas Escrituras que contienen la Revelación suficiente para que tomemos de ella los criterios oportunos.  La tarea de escudriñar la Escritura no es delegable y en ella aparece con meridiana claridad la necesidad personal y comunitaria de la oración de alabanza como expresión diáfana de la presencia de DIOS en medio de su Pueblo.

Al “estar con CRISTO” o estrechamente vinculados a CRISTO, la misma vida de CRISTO corre por nuestras venas y su presencia nos llena: “os he hablado de estas cosas, para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud” (Cf. Jn 15, 11)

Cuando “estamos en CRISTO”, también las cosas buenas de la vida nos reportan alegría y es tan espiritual como aquella que pudiera provenir de un tiempo de oración personal. Podemos cifrar la base de la alegría cristiana en la paz interior, que ha de permanecer incluso en las situaciones de mayor sufrimiento… :“estad siempre alegres” (Cf. Fip 3,4); porque la vida que nos toca ahora en este mundo no es un crecimiento de bienaventuranza permanente o de felicidad continua y ascendente; sino una trayectoria sinuosa y surcada  de desniveles que hacen tortuoso  el camino en más de una ocasión.

“Que vuestra mesura la conozca todo el mundo” (Cf. Flp 3,5);… Si las preocupaciones de esta vida eclipsan la conciencia de la presencia de DIOS, dichas circunstancias pueden con nosotros y nos engullen como tierras movedizas; pero si mantenemos la mirada en el SEÑOR atravesaremos los parajes inhóspitos con cierto sosiego. Además, el apóstol reitera la “cercanía del SEÑOR”.

En toda ocasión, las oraciones y súplicas con acción de gracias sean presentadas a DIOS. Y la paz de DIOS, que sobrepasa todo juicio custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en CRISTO JESÚS” (Cf. Flp 3,6-7 ) … Ahora, en esta fase de la vida nos corresponde mantener en todo momento la llama del deseo espiritual por estar en la presencia del SEÑOR. No sólo el corazón debe permanecer en el SEÑOR, sino también los pensamientos deben conformar los modos de ver las cosas acorde con el pensamiento del SEÑOR, y mantendremos la unión con la VID, que es JESÚS.

Era cabal que se preguntaran si Juan no sería el Mesías, porque su persona y actuación rompían las pautas convencionales; y ante la cuestión, Juan contestaba sin reservas: “No soy yo el Mesías. Detrás de mí viene uno que es mucho más fuerte que yo, al que no soy digno de desatar la correa de su sandalia. Ese os bautizará con ESPÍRITU SANTO y fuego” (Cf. Lc 3,16).

Pero Juan como persona de su tiempo, en el que discurrían las más variadas versiones apocalípticas sobre el Mesías y el liderazgo de éste a ejercer en el Pueblo de Israel, entiende que habrá una gran purificación y aquellos que estén bien dispuestos formarán parte del nuevo Israel y los demás serán trágicamente excluidos. 

Ahora en tiempo de Adviento, las palabras de Juan nos devuelven a la realidad de nuestras vidas que precisan ajustarse desde el punto de vista ético para presentar un corazón bien dispuesto al “SEÑOR que está a la puerta y llama” (Cf. Ap 3,20).

Ajustar la conducta es una consecuencia inmediata del reconocimiento de las propias faltas, y san Lucas recoge algunos aspectos de la predicación de Juan. Es necesario compartir lo que tenemos, pues los bienes que DIOS nos ofrece no son de propiedad absoluta: “el que tenga dos túnicas que de una, y el que tenga comida reparta con el que no tiene” (Cf. Lc 3,11). Las dos necesidades básicas, la comida y el vestido, representan al mismo tiempo otras necesidades que afectan al conjunto de las personas… Hay que pagar impuestos, y en las sociedades modernas no ofrece discusión, pero tanto antes como ahora se pide que los recaudadores sean equilibrados en sus cargas impositivas.

Juan el Bautista advierte de los abusos, que originaban verdaderas ruinas para muchas personas, convirtiéndolas de propietarios de tierras en esclavos de otros a causa de la pérdida de las mismas por la eventualidad de sequías y malas cosechas. Juan llama a la conciencia de los recaudadores, para que no perviertan su oficio.

Juan Bautista amonesta a los soldados para que se ajusten a la paga por el ejercicio de sus funciones. Esta breve casuística es aplicable a cualquier época y situación…. “El SEÑOR ya llega, le acompaña su salario y su recompensa lo precede” (Cf. Is 40,10)

https://proyectocristiano.wordpress.com/2018/12/13/3-domingo-de-adviento/

sábado, 15 de diciembre de 2018

Amar solo tiene un porqué



El amor no es una respuesta. No resulta de una necesidad del otro. No es segunda parte de cualquier tipo de historia.

El amor es el primer paso, una creación interior, el nacimiento de una relación, una obligación tan íntima que es más fuerte que la voluntad más profunda.

Podemos tropezar siete veces en la misma piedra sin llegar nunca a aprender donde está ella. Aún así, jamás podemos dejar de buscar a alguien que amamos o que queremos amar, so pena de morir por olvidarnos de vivir.

Ser rico no es acumular bienes, es dejar fuera lo que no es valioso y dar lo que no es esencial, es ser libre por haberse desprendido del peso que impide volar y amar.

Todos tenemos una razón por la cual debemos vivir, luchar y morir. Ese es nuestro porqué. El significado de nuestra existencia, el porqué de nuestra llegada a este mundo y el paraqué de nuestro futuro.

¿Amar entristece porque implica sufrir? No. Quien acepta amar sabe, desde el inicio, que eso supone el mayor de todos los sacrificios: dar la vida.

Amar es entregarse al otro, suceda lo que suceda, durante todo el tiempo, sin término.

Amar solo tiene un porqué: amo porque quiero ser yo.



domingo, 9 de diciembre de 2018

Lo que no contamos a nadie


José Luís Nunes Martins

Hay un conjunto de historias que van a desaparecer cuando muramos, porque nunca las contamos a nadie. Unas serán buenas, otras y, yal vez la mayor parte, ni una cosa ni la otra.

Aquello que hacemos de buena gana tendrá aún más valor si no lo divulgamos. Es posible que lleguemos a ocultar la autoría del bien que hagamos hasta para las personas con quienes hemos sido buenos.

¿Que se gana guardando sigilo sobre las buenas acciones que se llevan a la práctica? Desde luego, este recato impide que caiga en cualquier tipo de orgullo, ese vicio que está en la raíz de la mayor parte de los males. ¿Pero es que no podría inspirar a otros? No. Las personas que eligen ser buenas lo hacen con la profunda convicción de que ese camino que quieren hacer, no es para imitar a alguien o por moda.

El testimonio esencial y más importante no es el de quien hace el bien, sino el de quien lo recibió.

El que da importancia a la opinión de los otros no considera sus propias ideas de forma adecuada. La persona se menosprecia a sí misma para después procurar su valor en las opiniones y miradas ajenas, amoldándose no al bien, sino al parecer de los demás.

Aquello que hacemos de buena gana tendrá aún más valor si no lo divulgamos. Es posible que lleguemos a ocultar la autoría del bien que hagamos hasta para las personas con quienes hemos sido buenos.

En cuanto a las historias malas, esas si deben ser compartidas. Para hacer penitencia por aquellas de las que hemos autores, demostrando nuestro arrepentimiento, o para librarnos de las que fuimos víctimas a través de una apertura al amor de los otros, para sanar esas heridas profundas.

Hay aún un grupo de cosas que no son buenas ni malas. No debemos darles importancia. Hay quien cree que debe contarlo todo, incluso lo que no importa, y acaba por aborrecer más de lo que comparte.

La verdad es que nuestro valor está en proporción directa con el bien que hacemos sin que nadie lo sepa. Contarlo es una quiebra de fe, una cesión al orgullo, una flaqueza hecha a la tentación de la vanidad, a pesar de que parezcan siempre buenas las disculpas para hacerlo.


Por eso, debemos exponer nuestros errores sin ocultar nada. Después, no cansar a otros con lo que no tiene importancia, ni bueno ni malo. Por fin, guardar solo para nosotros todo el bien del que seamos capaces.

Nuestros mayores hechos deberán ser conocidos solo por nosotros y por Dios. ¡Si conseguimos olvidarlos, entonces será perfecto!


sábado, 1 de diciembre de 2018

¿Amor, o consumismo?


José Luís Nunes Martins

Amar es darse al otro, sin esperar nada. Dedicarle tiempo y atención, dar lo mejor de nosotros, porque sí. Porque el sentido de la vida es ese, de dentro para fuera, del interior para el exterior, creando y construyendo.

Consumir es conquistar para sí, ceder a los apetitos más feroces. Querer tapar los vacíos de la existencia con cosas materiales. Cosas que en poco tiempo se degradan y destruyen, creando más y más deseos.  Casi como un coche que, en  cada estación de servicio, exige siempre más combustible que antes

La lógica del amor es cuidar del otro, sin ningún objetivo subyacente que no sea el de ser lo mejor que podamos ser, para otros y para nosotros mismos. Dar, porque es mejor que recibir. La generosidad es siempre mejor que el egoísmo necesitado.

El amor no se negocia. No se compra, no se vende, ni se cambia. Es gratuito. Si no fuera así, sería otra cosa diferente al amor, a pesar de que haya quien le de ese nombre.

¡Los egoístas se consumen y explotan el mundo de los otros! ¡No aman, a pesar de que digan que la instrumentalización de los otros es una forma de amar!

 Las relaciones humanas se están volviendo consumistas. Se piensa más en aquello que se puede ganar con el otro que en lo que se puede dar. Algunos llegan a hacer análisis como si se tratase de un negocio, o sea, hacen perspectivas a medio y largo plazo si ese negocio concreto les puede, o no, ser lucrativo. Si las perspectivas fueran prometedoras, si se prevén ganancias, entonces se invierte.

¡Ahora bien, basta considerar que una madre  siguiese esta línea de pensamiento y emoción con sus hijos, y la tendríamos por un verdadero monstruo!

domingo, 25 de noviembre de 2018

DEL MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO


II   JORNADA MUNDIAL DE LOS POBRES
Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario 18 de noviembre de 2018

… el Señor escucha a los pobres que claman a Él y (que) es bueno con aquellos que buscan refugio en Él con el corazón destrozado por la tristeza, la soledad y la exclusión. …. En la misma onda de estas palabras que Jesús proclamó con las bienaventuranzas: «Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos» ( Mt 5, 3).

Ante todo, “ gritar ”. La condición de pobreza no se agota en una palabra, sino que se transforma en un grito que atraviesa los cielos y llega hasta Dios.

¿Qué expresa el grito del pobre si no es su sufrimiento y soledad, su desilusión y esperanza?

¿cómo es que este grito, que sube hasta la presencia de Dios, no alcanza a llegar a nuestros oídos, dejándonos indiferentes e impasibles?

El silencio de la escucha es lo que necesitamos para poder reconocer su voz. Si somos nosotros los que hablamos mucho, no lograremos escucharlos. A menudo me temo que tantas iniciativas, aunque de suyo meritorias y necesarias, estén dirigidas más a complacernos a nosotros mismos que a acoger el clamor del pobre.

El segundo verbo es “ responder ”. El Señor, dice el salmista, no sólo escucha el grito del pobre, sino que responde. 

…Y esta respuesta se confirmó a lo largo de todo el camino del pueblo por el desierto: cuando el hambre y la sed asaltaban (cf. Éx 16, 1-16; 17, 1-7), y cuando se caía en la peor miseria, la de la infidelidad a la alianza y de la idolatría (cf. Éx 32, 1-14).

La respuesta de Dios al pobre es siempre una intervención de salvación para curar las heridas del alma y del cuerpo, para restituir justicia y para ayudar a retomar la vida con dignidad.

Los pobres no necesitan un acto de delegación, sino del compromiso personal de aquellos que escuchan su clamor.

El tercer verbo es “ liberar ”. El pobre de la Biblia vive con la certeza de que Dios interviene en su favor para restituirle dignidad. La pobreza no es buscada, sino creada por el egoísmo, el orgullo, la avaricia y la injusticia. Males tan antiguos como el hombre, pero que son siempre pecados, que involucran a tantos inocentes, produciendo consecuencias sociales dramáticas.

Bartimeo es un pobre que se encuentra privado de capacidades básicas, como son la de ver y trabajar. ¡Cuántas sendas conducen también hoy a formas de precariedad! La falta de medios básicos de subsistencia, la marginación … ¡cuántos pobres están hoy al borde del camino en busca de un sentido para su condición! ¡Cuántos se cuestionan sobre el porqué tuvieron que tocar el fondo de este abismo y sobre el modo de salir de él! Esperan que alguien se les acerque y les diga: «Ánimo. Levántate, que te llama» (v. 49).

Con mucha pertinencia resuenan en este caso las palabras del profeta sobre el estilo de vida del creyente: «soltar las cadenas injustas, desatar los lazos del yugo, dejar en libertad a los oprimidos y romper todos los yugos; […] compartir tu pan con el hambriento, […] albergar a los pobres sin techo, […] cubrir al que veas desnudo» ( Is 58, 6-7). Este modo de obrar permite que el pecado sea perdonado (cf. 1Pe 4, 8).

Sin embargo, para superar la opresiva condición de pobreza es necesario que ellos perciban la presencia de los hermanos y hermanas que se preocupan por ellos y que, abriendo la puerta del corazón y de la vida, los hacen sentir amigos y familiares. Sólo de esta manera podremos «reconocer la fuerza salvífica de sus vidas» y «ponerlos en el centro del camino de la Iglesia» (Exhort. apost. Evangelii gaudium)

«los pobres comerán hasta saciarse» ( Sal 22, 27). Sabemos que en el templo de Jerusalén, después del rito del sacrificio, tenía lugar el banquete. En muchas Diócesis, esta fue una experiencia que, el año pasado, enriqueció la celebración de la primera Jornada Mundial de los Pobres…. Quisiera que también este año y en el futuro esta Jornada fuera celebrada bajo el signo de la alegría por redescubrir el valor de estar juntos.

A menudo la colaboración con otras realidades, que no están motivadas por la fe sino por la solidaridad humana, hace posible brindar una ayuda que solos no podríamos realizar.

Reconocer que, en el inmenso mundo de la pobreza, nuestra intervención es también limitada, débil e insuficiente hace que tendamos la mano a los demás, de modo que la colaboración mutua pueda alcanzar el objetivo de manera más eficaz. … El diálogo entre las diversas experiencias y la humildad en el prestar nuestra colaboración, sin ningún tipo de protagonismo, es una respuesta adecuada y plenamente evangélica que podemos realizar.

Cuando encontramos el modo para acercarnos a los pobres, sabemos que el primado le corresponde a Él, que ha abierto nuestros ojos y nuestro corazón a la conversión. No es protagonismo lo que necesitan los pobres, sino ese amor que sabe esconderse y olvidar el bien realizado. Los verdaderos protagonistas son el Señor y los pobres.

Las palabras del Apóstol son una invitación a darle plenitud evangélica a la solidaridad con los miembros más débiles y menos capaces del cuerpo de Cristo: «¿Un miembro sufre? Todos los demás sufren con él. ¿Un miembro es enaltecido? Todos los demás participan de su alegría» ( 1Cor 12, 26).

El grito del pobre es también un grito de esperanza con el que manifiesta la certeza de ser liberado. La esperanza fundada sobre el amor de Dios que no abandona a quien en Él confía (cf. Rom 8, 31-39). Santa Teresa de Ávila en su Camino de perfección escribía: «La pobreza es un bien que encierra todos los bienes del mundo. Es un señorío grande. Es señorear todos los bienes del mundo a quien no le importan nada» (2, 5).



Vaticano, 13 de junio de 2018 Memoria litúrgica de San Antonio de Padua

sábado, 24 de noviembre de 2018

¿El arrepentimiento supone perder un instante o una vida entera?


José Luís Nunes Martins

¡Todos nos equivocamos. Debemos revisar esas decisiones, pero más importante aún será analizar con cuidado los procesos de deliberación, aquellos períodos en que se confrontan los argumentos a favor y en contra, así como la forma como se desarrolla la batalla!

Lo más común es que nuestros yerros sean resultado de un argumento cualquiera al que damos más fuerza de lo que se merece.

El sentido de nuestra vida exige que nos perfeccionemos hasta el último momento. Estamos siempre creciendo o, por lo menos, debíamos estarlo.

Es importante tomar conciencia de las formas de engañarnos a nosotros mismos y cambiamos lo necesario para no volver a desviarnos del camino que nos construye.

El primer paso es la aceptación de la responsabilidad por culpa de los errores. Esto es difícil, porque estamos habituados a buscar siempre culpables de nuestros engaños.

El arrepentimiento viene después, cuando nos pesa haber cometido la maldad de la que fuimos protagonistas. ¿Qué podemos hacer si no es posible volver atrás? Seguir adelante con la firme determinación de que el futuro será el tiempo en que superaremos la falta pasada. De forma será, un compromiso conmigo mismo. Una promesa de cambio.

El arrepentimiento dura un instante, como todas nuestras decisiones, pero implica todo nuestro tiempo futuro, así como todas nuestras decisiones.

Después del arrepentimiento habrá una inquietud  permanente en busca de paz y de descanso que busca, de esa forma, merecer. Este desasosiego se va desvaneciendo a medida que cumplimos aquello que nos hemos propuesto.

La mayor desgracia que se abate sobre los que cometen faltas graves es la justicia que, de una forma o de otra, los alcanzará. Temen aquello que merecen.

Cada uno de nosotros es capaz de ser feroz e implacable consigo mismo. Muchas personas tienen en sí mismo su peor enemigo, capaz de matarlos de forma cruel, siendo esta tortura más lenta que el propio tiempo. Para esos, el infierno es su conciencia. Pero sólo es así porque rehúsan transformarse, como si su egoísmo les fuese más útil que su entendimiento.

¿Quién tiene vergüenza de arrepentirse? Las personas de poco valor creen que el arrepentimiento las revelará como, al final,  son. Los que tienen grandeza de carácter no se acobardan cuando se trata de no esconder lo que hayan hecho.

¿Puede haber arrepentimiento cuando se sabe y pretende hacer más delo mismo? No. Un arrepentido puede caer infinidad de veces en el engaño del que ya se ha arrepentido anteriormente, pero mientras lucha contra él de forma noble no dejará de ser digno de admiración.

Algunos yerran ya con la idea de que se han de arrepentir, o mejor, deciden fallar con la idea de enmendarse después. Se engañan a sí m ismos, más que cualquier otra persona. Se arruinan.

Es esencial que seamos prudentes y valientes y, día a día, no nos permitamos ir por donde no es nuestro buen camino.

No debemos jamás dejar de hacer nuestro camino hacia el  bien, renunciando a todos los atajos que intentan desviarnos hacia el mal.
A partir del lugar de nuestra  existencia en que nos encontramos en este instante, somos nosotros quien decide el camino que queremos trazar y después seguir, sea difícil o fácil, sea que sube, sea que desciende, sea el bien o el mal.

http://www.agencia.ecclesia.pt/…/o-arrependimento-demora-u…/


jueves, 22 de noviembre de 2018

DÍA DE LAS PERSONAS SIN HOGAR 2018


MESA DE EXPERIENCIAS

“Y TÚ ¿QUÉ DICES?: DE LA EXCLUSIÓN A LA ESPERANZA




Ayer, 20 de noviembre,  tuvo lugar esta mesa de experiencias, dentro de los actos que a lo largo de la semana se desarrollan en San Fernando. Estuvieron representados en ella las Cáritas Diocesanas de Cádiz y Ceuta y  la de Jerez, además del albergue Federico Ozanan, trabajadores sociales, voluntarios y dos personas en proceso de inserción.

La mesa estaba presidida por el P. Rafael Pinto, capellán del centro Madre Teresa de Calcuta, de Cáritas, y en sus palabras de bienvenida y presentación nos recordó que estábamos reunidos en la Iglesia, que es precisamente la casa de todos, donde todos tienen cabida sin distinción alguna.

La primera en hablar fue Blanca Esther, veterana trabajadora social de Cáritas, y lo hizo ofreciéndonos una descripción, precisa y visible, del lugar, del local donde Cáritas acoge a las personas que acuden en su ayuda. Han de ser unos lugares cómodos, para facilitar la acogida e inviten a la confianza necesaria para que la persona que llega se sienta a gusto y pueda expresarse sin dificultad.

Es esencial que el trabajador y el voluntario sean capaces de ganar la confianza de la persona que llega a la oficina para poder comenzar el proceso de recuperación, en el que se tiene que implicar principalmente la misma persona que pide ayuda.

Esta tarea consiste en ayudar a la persona,  marginada socialmente, a que recupere sus derechos, como cualquier ciudadano. Para la consecución de estos derechos el trabajador social da la información necesaria y ayuda a gestionar los recursos necesarios, propios y los públicos que ofrecen otras instituciones. Es un trabajo que requiere una colaboración con otras entidades, aunque la primera puerta que se abre a esas personas sean las oficinas de Cáritas, para comenzar el proceso de recuperación, de ahí su importancia.
Terminó su exposición con un caso bastante complejo, difícil, largo, pero que ha tenido un final satisfactorio, gracias al empeño de todos en luchar por la inclusión, porque estaban convencidos de que esa persona tenía derecho a los recursos que la sociedad ofrece para vivir con dignidad.

A continuación habló Francisco Holgado, representante del albergue, o mejor, según sus palabras “Casa hogar” Federico Ozanan. Pidió con insistencia voluntarios para atender el hogar ya que la salida de las hermanas de la caridad ha dejado un poco ‘huérfano’ el albergue.

Hizo una auténtica confesión pública al decirnos cómo albergaba muchas dudas y no le satisfacía mucho la idea de hacerse cargo del albergue. Tuvo una experiencia poco agradable al entrar, se encontró con una persona poco aseada y no la debió mirar muy bien. Se puso a hacer una pequeña tarea en el patio y al poco rato estaba lleno de acogidos, y  todos querían hablar con él. Esto le animó. Volvió a encontrarse con aquel a quien no miró con agrado y este le recordó el gesto poco amigable que tuvo con él al entrar. Entonces Francisco cae en la cuenta y piensa ‘¡cómo lo miraría yo para que se diera cuenta!…’  Se dieron un abrazo. Fue muy claro y se le notaba que la experiencia le había dejado tocado.

Entre las novedades que ofrece su gestión al frente de la Casa Hogar Federico Ozanan está la colaboración con el centro de día Madre Teresa de Calcuta, de Cáritas, para la promoción de las personas, y la apertura de un botiquín, atendido por un profesional.
Terminó invitando a todos a pasar por el albergue el sábado, pues tienen jornada de puertas abiertas. Insistió en que acudiéramos, pues volvió a decir que el albergue es la “Casa Hogar”, la casa de todos los que allí viven y cada uno puede invitar  quien desee. No cabe duda que es una iniciativa muy loable, abrir el centro al pueblo de San Fernando, una buena manera de acercar a las personas sin hogar al resto de ciudadanos.

Carmen Torres, voluntaria del centro El Salvador, de Jerez, habló de su experiencia como voluntaria de Cáritas, acompañando en distintos campos a personas sin hogar. Para ella un voluntario es alguien que ‘sueña con un mundo al revés’, pues ve de otra manera, mira más allá y al fondo. Según ella es como la mirada de Jesús, el Gran Voluntario. Es un ejercicio costoso, difícil, pero gratificante, hay que vencer el miedo a tratar con personas diferentes o marginadas.  Dice haber aprendido muchas cosas como voluntaria, a escuchar, a buscar soluciones, a no ser protagonista. Insistió en la necesidad de escuchar, de creer lo que me están diciendo. Eso enriquece, hace que demos lo mejor de nosotros. Recurrió a las palabras del Papa Francisco para las II Jornadas del día mundial de los pobres, Los pobres no son la causa de los males del mundo, sino la consecuencia de una sociedad que no satisface las necesidades, ni respeta los derechos de todos.

Cualquiera puede ser un día una persona sin hogar. Son hermanos nuestros. Hay que tener esperanza, se puede salir del círculo en que se meten, con fe. ‘No son así’, dice… es solo que a veces les falta la fuerza necesaria para salir de ese círculo de desgracias. Y de nuevo recurrió a las palabras del Papa para las II Jornadas del Día Mundial de los Pobres, el ciego Bartimeo que grita para que Jesús lo cure, Zaqueo, que se sube a un árbol porque es pequeño y quiere ver a Jesús…

Llegó el turno de José Antonio, acogido del centro de Jerez El Salvador. Hablaba entre sollozos para contarnos su historia, un largo recorrido en el que le van sucediendo calamidad tras calamidad: sin familia, solo, de ocupa, en la calle. Hoy se encuentra en proceso de inclusión, dispuesto a salir del círculo que antes decía Carmen. ‘Por ayudar a otros’ me veo yo así, dice repetidas veces. Le cuesta, parece, la convivencia con personas muy diferentes. Hasta padeció de tuberculosis. Lo echaron una vez del trabajo porque entonces vivía en la calle. ‘Nadie está en la calle porque quiere’. ‘Que no piensen cuando vean a alguien en la calle que es un alcohólico’, et. Él era bueno trabajando. Terminó agradeciendo estar en el piso, recuperándose, y confía en llegar a trabajar, tener su casa, no se rinde.
Luis, de Luz y Sal, se presenta como un jubilado y además por enfermedad, pero que precisamente ahora tiene tiempo de hacer lo que no pudo hacer antes. Cáritas le atraía y ahora le compensa, recibe más de lo que da. ‘Yo acompaño a esas personas en sus actividades, son ellos los que hacen las tareas y actividades’; le agrada ver como estos talleres mejoran la autoestima de las personas, lo que les prepara para algún día volver a tener  una ‘vida normal’, sin ningún matiz peyorativo, una vida como cualquiera, como la que tuvieron en su momento.

Por último habló Manuel Tapia, que precisamente ya disfruta de una vivienda, y se siente muy a gusto y agradecido a Cáritas.

Despidió el acto la Directora Diocesana, María del Mar, muy agradecida y satisfecha de todo lo expuesto, simplifico un poco sus palabras pero son más que suficientes para expresar un ideal de actuación en Cáritas: ‘es algo noble, sencillo y bueno’. 
Me voy a permitir terminar esta crónica con unas palabras de San Pablo, a las que tengo que recurrir de vez en cuando… “¡Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre e misericordia y Dios del consuelo! Él nos alienta en nuestras luchas hasta el punto de poder nosotros alentar a los demás en cualquier lucha, repartiendo con ellos el ánimo que nosotros recibimos de Dios. Si los sufrimientos de Cristo rebosan sobre nosotros, gracias a Cristo rebosa en proporción nuestro ánimo.”


sábado, 17 de noviembre de 2018

¿Quién puede darte la paz que crees merecer?




 José  luís Nunes Martins




Nuestra vida mejoraría mucho si en muchas horas de nuestra existencia estresada fuésemos capaces de tener algunos minutos de sosiego. Un silencio de todo, por algunos segundos, es suficiente para que una quietud pura inunde todas las urgencias aparentes e insufle en nosotros un soplo de vida.

Hoy se debate mucho sobre la importancia del equilibrio entre la vida profesional y la familiar, olvidando  que es esencial que cada uno de nosotros tenga tiempo para dedicarse a sí mismo. No por cualquier egoísmo, sino para recuperar y crecer, para prepararse y orientarse. Para detenerse y decidir por uno mismo. Con el fin de no ir nunca a donde no se quiere ir, solo porque todo nos parece que fluye y empuja hacia sí.

Hoy, los que no tienen prisa parece que no se adecuan a este mundo de eficacias y eficiencias, de presencias, objetivos y lucros. El que tiene más paz parece poco comprometido con los resultados comunes. Como si hacer más fuese hacer mejor. Como si trabajar más horas fuese más productivo.

Un día, a una hora concreta, llegará el momento de despedirnos de esta existencia. ¿Cuánto bueno habremos hecho en todas las horas que se nos han dado? ¿De cuántos sueños no realizados nos tendremos que olvidar, solo porque empleamos mal nuestros días y noches, yendo tras de rutinas e ideas sin mucho sentido?

¿Cuánto tiempo hace que no tienes una conversación honesta contigo mismo?

Habrá quien se vea forzado a ir abandonando sus aspiraciones porque nunca se detuvo en serio para encontrarse y dar sentido a su vida de acuerdo con su voluntad íntima, lejos de la presión de lo que interesa a los otros, a lo que muchas veces llamamos destino.


¿Cuántos sueños has dejado morir? ¿No eran importantes? ¿Eran simples fantasías sin sentido ni contribuyeron a tu felicidad?

Un paseo de una hora hacen muy diferentes al corazón, las ideas, la voluntad y los apetitos. Es descanso. Reposo que debíamos tener por obligación. No por el bien que hace al cuerpo, sino por la paz que da al espíritu.

Quien no quiere perder tiempo puede, con facilidad, perder la vida en esa carrera incesante. ¿De qué nos sirve hacer todo lo que es urgente si fallamos en el cumplimiento de lo esencial?


Estás haciendo cualquier cosa, detente por un minuto, ponte en camino, sepárate de ti… a lo  lejos vas a verte mucho mejor. Demórate ahí. Retorna después a tu vida, que tal vez no esté adonde estabas antes.



sábado, 10 de noviembre de 2018

¡Ni yo sé quién soy!


José Luís Nunes Martins

Hay quien cree que sabe quien somos solo al vernos pasar por la calle.
Hay quien, por haber convivido con nosotros,  está seguro de lo que somos, fuimos y seremos.

Nosotros mismos, en la mayor parte de las ocasiones, estamos convencidos de nuestra identidad.
¿Pero sabemos exactamente quien somos? Tal vez no… No.

Lo que fuimos termina por irse difuminando, una vez que, por un lado, se va apartando y perdiendo nitidez, y por otro, podemos continuar desconociendo los porqués de cada día.
Lo que soy está en constante construcción, cambio, evolución. Desde el momento en que fuimos concebidos hasta la hora de la muerte, hay un largo camino en que se suceden muchas recorridos y saltos, vueltas y revueltas, encuentros y desencuentros, partidas y regresos.

Soy libre y mi libertad es tan rica que consigo escapar a la comprensión de mi propia inteligencia.

Con humildad, tal vez sea capaz de atisbarme  entre las señales que dejo por el camino en cada decisión. Tal vez el otro pueda ayudarme a conocerme. Tal vez algún día alguien, en el otro mundo del que este forma parte, me revele las respuestas a todas mis preguntas sobre lo que soy.

¿Pero si ni yo mismo me conozco, cómo puedo pensar que soy capaz de tener la certeza  respecto de otros al punto de pasar el tiempo dictando sentencias sobre ellos?
Es errado juzgar a los otros. Ante todo porque no los conozco.

Puedo ayudarlos, compartiendo con ellos alguna pista que me parezca auténtica. Pero de que eso es algo perjudicial para ellos y  aún más para mí.

Hay una paz sublime en vivir sin pensar que se sabe todo, sin juzgar a los otros, sin perder la humildad de que los porqués y paraqués del mundo pueden estar mucho más allá de aquello que soy capaz de entender.

domingo, 4 de noviembre de 2018

¿Qué sabes de tu final?


Casi todos estamos seguros de que nuestra vida terminará en un momento futuro. ¿Pero cómo será ese final? ¿Qué lo causará? ¿Qué implica?

En verdad, todos los días morimos un poco. Cada momento la vida nos empuja hacia adelante. Ya no somos lo que fuimos y aún no somos lo que seremos. Si a caso lo llegamos a ser. Nuestra existencia está inscrita en un tiempo rápido y fugaz. Todo pasa y no deja nunca de pasar. Esa es la mayor evidencia.
¿Es que tenemos conciencia de la muerte del pasado? ¿Somos capaces de darnos cuenta de las horas que pasamos sin arriesgarnos a ser quien somos o debemos ser? Ser señor de sí es ser señor del tiempo. Son muchos los que tienen una especie de vida a la que podíamos dar el nombre de pasatiempo.

Nuestra existencia es resultado de lo que elegimos de forma libreen la vida que un día nos fue entregada y en una noche nos será quitada.
¿Tiene importancia el final? ¿Qué relevancia tendrá el último capítulo si él fuese solamente eso: solo un episodio más de una larga serie? ¿Es que buscamos una vida teatral, donde todo esté permitido y donde  el final redime todo el mal?

No puedes esperar tener una vida plena si el final no estuviera presente en cada uno de tus días.
Qué bueno sería si fuésemos capaces de vivir como si el final de esta nuestra vida estuviese tan lejos como cerca. Tomando decisiones tan acertadas para lo inmediato como a largo plazo.

¿Y después del final de esta vida? ¿A qué vida voy? ¿Quién me espera? ¿Qué puedo esperar? ¿Cuáles son las razones de mi esperanza?

¿Puede la muerte anular la vida? No. Si escogemos nacer todos los días, ella podrá tal vez imponer una interrupción, un pasaje, pero no más que eso.
La muerte es solo una coma. No un punto y final. Un salto por encima de un vacío de  vida.

¿No sientes dentro de ti la vida más fuerte que la muerte? ¿Qué sientes en el fondo de ti? ¿Una oscuridad inmensa e inmortal o una luz sublime y eterna?
Así como a luz ilumina la oscuridad,  las tinieblas en cambio no oscurecen la luz. Tampoco la vida es presencia frente a la muerte,  y la muerte  en cambio  ausencia frente a la vida.

Así como la luz no es la ausencia de oscuridad, la oscuridad en cambio es ausencia de luz. Tampoco la vida es la ausencia de la muerte, y la muerte sin embargo es solo la ausencia de vida.

sábado, 27 de octubre de 2018

A quien ama nada le falta

José luís nunes Martins


El que es alivio, esperanza y fuerza para el otro, no puede ser nada mejor. Para aquel a quien ama y para sí mismo.

Ser alivio es ser llevar y ayudar a cargar el peso del otro. Es no dejar jamás de estar atento al camino que él recorre y acompañarlo cuando él se lo pida. Es perdonar incluso cuando no parece justo, pero fuese esencial. Ser alivio es volar y prestar las alas propias para que el otro pueda levantar.

Amar es olvidarse de sí. Encontrar en el amor que se entrega el sentido de la propia vida.

Ser esperanza es hacer todo para que el otro sea libre y mantenga su corazón abierto a los grandes sueños. Es no desistir jamás de, por ejemplo, enseñar lo que puede y debe ser hacho con vistas a poner en práctica nuestros dones, nuestra razón de ser. Ser esperanza es capaz de esperar el tiempo que fuera necesario, aunque sea más allá de esta vida.

Amar es ser paciente. Sufrir sin dejar de esperar lo mejor.

Ser fuerza es reconocer y hacer frente a las flaquezas. Las propias y las del otro. Sin dejar nunca de luchar por más grandes y dolorosas que sean las heridas. Ser fuerte no es buscar descanso, es combatir los prejuicios y el orgullo. Con humildad, aceptar que no se puede hacer todo, sino que se debe hacer todo lo que está a nuestro alcance.

Amar es ser valiente. Andar siempre hacia adelante, a pesar de que la voluntad esté quieta.

¿Es posible amar y ser feliz? Amar exige sufrimientos que nos dejan en el polo opuesto donde imaginábamos la felicidad. ¿Pero no será que es el mismo dolor el que nos revela la verdad respecto a nosotros mismos? ¿Puede alguien ser feliz sin amor? ¿Sin amar y ser amado?

El amor lo puede todo. Amar es ser señor de lo imposible.

sábado, 20 de octubre de 2018

La fe es más fuerte que la fuerza


José Luís Nunes Martins

Los caminos de nuestra vida son largos, llenos de curvas y revueltas. Sin fe no se da un solo paso, porque es esencia creer que lo de allí es mejor que lo de aquí. Que el cambio es para mejor, aunque pueda no parecerlo a nuestros ojos.

También es importante saber que nuestra vida es un diálogo con el mundo, que no siempre es tan propicio como podía en relación con lo que creemos y queremos.

Hay personas llenas de certezas, pero la vida está hecha de muy pocas. Hay que vivir en la verdad de la incertidumbre, en la certeza del misterio. La fe es esencial.

Si es importante creer cuando se sueña, también es importante creer mientras se espera en el tiempo exacto de actuar. Sí, ya que la vida está hecha de muchas esperas. La esperanza es eso mismo, aquello que nos alimenta mientras esperamos por el momento cierto.

Cuando llega la hora de actuar, el instante crítico de la decisión en que de las ideas se pasa a lo concreto, el punto en que todo camba en el mundo, o se tiene fe o entonces le faltará al movimiento lo más importante, aquello que lo sostiene: la confianza interior de que es cierto. Sin ella, hasta puede ser bueno, pero no es nuestro, no somos nosotros.

¿Es preciso creer después de la acción? Sí. El misterio del por qué y del para qué no desaparece. ¿Habrá sido lo más correcto? ¿Habremos soñado lo mejor para nosotros o sólo lo más agradable? ¿Cuál será el próximo paso? ¿Hacia dónde deberemos ir?

Casi siempre el resultado de nuestras decisiones no es aquel que esperábamos. No solo porque la realidad es rica en detalles y secuencias de causa efecto, sino también porque hay que contar con la libertad de los otros.

Creer que somos capaces de algo es bueno. Creer que depende solo de nosotros es un error.

Nuestras fuerzas no son suficientes para la felicidad que buscamos. Para descubrir y conquistar necesitamos de la fe. Mucha fe.