De la homilía del P. Luis Palomino
Comenzó su homilía el P. Luis con su habitual catequesis litúrgica para enmarcar esta fiesta tan importante en el conjunto del año litúrgico, después de la Pascua la Iglesia celebra una serie de fiestas de gran importancia teológica, como son la Ascensión, Pentecostés, ahora la Santísima Trinidad, y después celebraremos la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús y por último el Corpus Cristi. Fiestas que cuentan con una gran tradición en España, y una gran participación de fieles.
Con la celebración de la Santísima Trinidad no pretendemos otra cosa más que dar culto a Dios, un Dios trino: Dios Padre, creador del mundo, un Dios inmenso, inabarcable, que es principio y fin de toda la creación; Dios Hijo, es el rostro de Dios con el que se hace visible a los hombres y nos muestra el camino hacia Él; Dios Espíritu Santo que nos ilumina y da la fortaleza necesaria para orientar nuestra vida hacia Dios y hacia el bien.
El conocimiento de Dios es una tarea imposible para el
hombre, sin embargo, vivimos por Él y para él, porque fuimos creados por Él. Pero
podemos contemplarlo en sus obras, en la maravilla de la creación. Y de manera
muy concreta lo podemos admirar y seguir con el testimonio que de Él da Jesús,
su Hijo, en los evangelios.
Para ilustrar el misterio de la Trinidad, el P. Luis
recurrió al tratado de san Agustín donde refiere el encuentro con un niño en la
playa que trataba de llenar un boquete en la arena con el agua del mar. San
Agustín le advierte que eso es imposible y entonces el niño le responde que de
igual modo lo es resolver el misterio de la Trinidad por un ser humano, y
desapareció.
Todavía hizo hincapié el P. Luis en la presencia de la
Santísima Trinidad en nuestra vida, aunque a veces no demos cuenta, así cada vez que oramos comenzamos haciendo una
invocación al Padre al Hijo y al Espíritu Santo, o en la celebración de todos los
sacramentos, y por supuesto en la Eucaristía, donde celebramos el sacrificio de
Jesús al Padre, cumpliendo su voluntad, para la salvación de la humanidad.
Para terminar, nos ofreció el ejemplo de nuestra Madre, la
Virgen, toda llena de gracia, y nos invitó a pedirle con humildad que nos ayude
a saber escuchar, y seguir la voluntad de Dios.