De la homilía del P. Luis Palomino
Comenzó resaltando la importancia de esta fiesta en el calendario litúrgico, con ella culmina el tiempo de Pascua para dar paso al tiempo ordinario de la liturgia.
Pentecostés significa la venida del Espíritu Santo, Paráclito,
consolador y fortaleza, viene a dar la sabiduría y el valor para entender el
mensaje de Jesús y vivir como Jesús había vivido. Así podrán comprender los
apóstoles y discípulos, que vivían asustados y encerrados, las palabras de
Jesús: ahora vuelvo al Padre, es necesario que me vaya para que venga el
Espíritu Santo; Voy a prepararos una morada en la casa de mi padre.
Con la venida del Espíritu saldrán a la calle a anunciar el
evangelio en todas las lenguas, por todo el mundo, sin miedo.
La Virgen María, la llena de gracia, la esposa del Espíritu
Santo estaba con los apóstoles y discípulos, Ella es el ejemplo perfecto, ya ha
experimentado la fuerza del Espíritu Santo en su propia vida, y se convierte en
el modelo perfecto del discípulo de Jesús.
La importancia de la Virgen María en los acontecimientos de
pentecostés queda patente en la devoción popular a lo largo de la historia de
la Iglesia, y como prueba de ello nos recordó la fiesta del Rocío, la Blanca Paloma,
cuyo mismo nombre hace referencia a la representación propia del Espíritu Santo
como una paloma.
El Espíritu Santo también hace eficaces los sacramentos, en
cada uno está presente en los momentos trascendentales de nuestra vida. El
Espíritu Santo viene a cada uno, dándonos vida, permitiéndonos nuestro propio desarrollo
como personas de bien, y acompañándonos en todas nuestras buenas acciones.
Terminó su homilía animándonos a que nos comprometiéramos a
pedir la sabiduría del Espíritu cada día para que nos ilumine cuando tengamos
que tomar decisiones importantes y al comenzar el día para que nos ilumine en el
camino a seguir.
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