martes, 26 de junio de 2012

¿Cómo puede ser que Tú estés en todos?




Esta mañana no estaba yo en mis cabales, me atreví a sugerirle al Señor, delante del sagrario, - ¿Cómo puede ser que Tú estés en Fulano, en Mengano, en tantos y tantos que de Ti no quieren saber nada, o que su comportamiento deja mucho que desear?

Pero, a pesar de mi impertinencia, no tardó en responderme una claridad interior, sugerida por las visiones de Santa Ana Catalina Enmerich: - Porque Tú asumiste todos los pecados del mundo, de todos los tiempos y de todos los hombres. Satanás te acosaba en el Huerto de los Olivos para ver si sucumbías ante la visión de nuestras traiciones, a ver si te rendías ante un espectáculo tan horrible y tan enorme, quería que vieras sólo el fracaso de tu sufrimiento y no la fidelidad a toda prueba de muchos hasta el momento presente.

Yo también sufrí, sin duda, una tentación de orgullo y de egoísmo, fruto del cansancio, de la debilidad o de la rutina; o de un deseo incontrolado de disfrutar de tranquilidad, de reposo, en buena compañía, prescindiendo para ello de los que molestan; y en vez de arreglármelas solito para despejar mis dudas, se me ocurre preguntarle a Dios mismo por qué es como es: Bondad infinita, misericordioso, Providencia, fuente del mayo consuelo, la casa permanentemente abierta a donde pueden regresar todos los hijos pródigos.

Se me olvidó que no soy quién para juzgar, y juzgué, puse en duda la Justicia del Juez todopoderoso y magnánimo. Fui tan ruin como el hermano mayor del hijo pródigo, sentí celos, menos mal que fue una sensación pasajera y no llevé mi rebelión hasta el final. Señor, estoy muy a gusto en tu casa, la de todos.



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