Esta mañana no estaba yo en mis
cabales, me atreví a sugerirle al Señor, delante del sagrario, -
¿Cómo puede ser que Tú estés en Fulano, en Mengano, en tantos y
tantos que de Ti no quieren saber nada, o que su comportamiento deja
mucho que desear?
Pero, a pesar de mi impertinencia, no
tardó en responderme una claridad interior, sugerida por las
visiones de Santa Ana Catalina Enmerich: - Porque Tú asumiste todos
los pecados del mundo, de todos los tiempos y de todos los hombres.
Satanás te acosaba en el Huerto de los Olivos para ver si sucumbías
ante la visión de nuestras traiciones, a ver si te rendías ante un
espectáculo tan horrible y tan enorme, quería que vieras sólo el
fracaso de tu sufrimiento y no la fidelidad a toda prueba de muchos
hasta el momento presente.
Yo también sufrí, sin duda, una
tentación de orgullo y de egoísmo, fruto del cansancio, de la
debilidad o de la rutina; o de un deseo incontrolado de disfrutar de
tranquilidad, de reposo, en buena compañía, prescindiendo para ello
de los que molestan; y en vez de arreglármelas solito para despejar
mis dudas, se me ocurre preguntarle a Dios mismo por qué es como es:
Bondad infinita, misericordioso, Providencia, fuente del mayo
consuelo, la casa permanentemente abierta a donde pueden regresar todos los
hijos pródigos.
Se me olvidó que no soy quién para
juzgar, y juzgué, puse en duda la Justicia del Juez todopoderoso y
magnánimo. Fui tan ruin como el hermano mayor del hijo pródigo,
sentí celos, menos mal que fue una sensación pasajera y no llevé
mi rebelión hasta el final. Señor, estoy muy a gusto en tu casa, la
de todos.
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