sábado, 16 de junio de 2012

Humildad y voluntad




Vuelvo sobre la inutilidad de las grandes discusiones y las críticas, siempre hacia arriba, a diestra y siniestra, en cualquier sitio y a cualquier hora, y como en muchas ocasiones se desconoce a las personas o instituciones objeto de discusión, perdonar la expresión, pero me parece una actitud semejante a la del que escupe hacia arriba... Y vuelvo porque esta mañana, hablando con un antiguo amigo y colega de voluntariado, me preguntó si no creía que todos estábamos un poco locos, que esta sociedad estaba crispada en su totalidad y de manera habitual. Yo le contesté que naturalmente, que era la consecuencia de nuestros propios errores, y de haber renunciado a cualquier tipo de autocontrol y todavía más, la consecuencia de haber combatido y despreciado cualquier concepto de autoridad.

Tanto resaltar las diferencias y fomentar las discusiones sin fundamento restan eficacia y calidad a la solución de los problemas y sobre todo perjudican a quienes sufren de manera inmisericorde carencias tan elementales como poder fumar un cigarrillo para calmar los nervios y la ansiedad, tomarse un desayuno, disponer de ropa limpia o poderse lavar las manos, etc.

Por eso es urgente fomentar las palabras amables, una mirada franca y amistosa, que eleve a las personas, cualquiera que sea, a la categoría de ser humano, sin adjetivos ni diferencias, ni de sexo, ni de raza, ni de nacionalidad, ni económica. Es urgente combatir las diferencias que nos han tratado de dividir y enfrentar, porque todo lo que divide sucede por error, o peor aún, procede de muy mala intención, de alguien que trata de utilizarnos en su provecho.

Tenemos que recuperar la humildad para reconocer nuestros errores y la voluntad y el deseo de aprender buenas maneras, de ser mejores. La mayoría de las personas no necesitamos saber de los grandes temas de la política y la economía; a los más desfavorecidos les afecta el egoísmo y la indiferencia de las personas que tienen esas cosas de las que ellos carecen, pero no tienen esas otras cosas que hemos dicho: palabras de afecto y comprensión, una mirada franca, y una mano tendida, para dar y para recibir, porque recibir agradecimiento de alguien es el mejor regalo.

No quiero decir con todo esto que no haya que criticar las cosas que están mal en la sociedad, y en la política y en los poderosos, pero también creo que es justo criticar a cualquier persona que sin ser tan rico ni tan poderoso se comporta egoístamente.

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