Vuelvo sobre la inutilidad de las
grandes discusiones y las críticas, siempre hacia arriba, a diestra
y siniestra, en cualquier sitio y a cualquier hora, y como en muchas
ocasiones se desconoce a las personas o instituciones objeto de
discusión, perdonar la expresión, pero me parece una actitud
semejante a la del que escupe hacia arriba... Y vuelvo porque esta
mañana, hablando con un antiguo amigo y colega de voluntariado, me
preguntó si no creía que todos estábamos un poco locos, que esta
sociedad estaba crispada en su totalidad y de manera habitual. Yo le
contesté que naturalmente, que era la consecuencia de nuestros
propios errores, y de haber renunciado a cualquier tipo de
autocontrol y todavía más, la consecuencia de haber combatido y
despreciado cualquier concepto de autoridad.
Tanto resaltar las diferencias y
fomentar las discusiones sin fundamento restan eficacia y calidad a
la solución de los problemas y sobre todo perjudican a quienes
sufren de manera inmisericorde carencias tan elementales como poder
fumar un cigarrillo para calmar los nervios y la ansiedad, tomarse un
desayuno, disponer de ropa limpia o poderse lavar las manos, etc.
Por eso es urgente fomentar las
palabras amables, una mirada franca y amistosa, que eleve a las
personas, cualquiera que sea, a la categoría de ser humano, sin
adjetivos ni diferencias, ni de sexo, ni de raza, ni de nacionalidad,
ni económica. Es urgente combatir las diferencias que nos han
tratado de dividir y enfrentar, porque todo lo que divide sucede por
error, o peor aún, procede de muy mala intención, de alguien que
trata de utilizarnos en su provecho.
Tenemos que recuperar la humildad para
reconocer nuestros errores y la voluntad y el deseo de aprender
buenas maneras, de ser mejores. La mayoría de las personas no
necesitamos saber de los grandes temas de la política y la economía;
a los más desfavorecidos les afecta el egoísmo y la indiferencia de
las personas que tienen esas cosas de las que ellos carecen, pero no
tienen esas otras cosas que hemos dicho: palabras de afecto y
comprensión, una mirada franca, y una mano tendida, para dar y para
recibir, porque recibir agradecimiento de alguien es el mejor regalo.
No quiero decir con todo esto que no
haya que criticar las cosas que están mal en la sociedad, y en la
política y en los poderosos, pero también creo que es justo
criticar a cualquier persona que sin ser tan rico ni tan poderoso se
comporta egoístamente.
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