jueves, 5 de julio de 2012

Para combatir el mal hay que desenmascararlo




Son varios los males que hoy me es imposible pasar por alto, el primero es ese desparpajo con que algunos llaman denuncia profética a meterse con los obispos, o a militar en movimientos de izquierda como el 15M. Pues bien, anoche leía la introducción  al libro de Josué y allí dice bien claro cómo los profetas denuncian tanto al rey como al pueblo infiel a la alianza con el Señor, es más, la denuncia profética es especialmente judía cuando denuncia la idolatría y el sincretismo religioso.

Es de lo más triste que he vivido en mi vida, este ataque furibundo a la Iglesia desde dentro, que a menudo sigue las consignas de los enemigos exteriores, abandona el campo y anima a otras creencias, aunque sean más intolerantes. Yo, como tantos, me dejé llevar por la rebeldía juvenil hasta una edad adulta, acepté las nuevas ideas, atractivas por ser tolerantes e ingenuas en su apariencia; pero, poco a poco te van adormeciendo en  la molicie y el relativismo, abandonas cualquier compromiso y así se produce el desmoronamiento de la persona, sin seguridad interior, sin lazos de unión con el pasado y sin saber a donde mirar.

Otro de los males que hoy nos ha hecho perder la paciencia y ha provocado nuestra indignación es el “papeleo” a que la administración somete a los parados, en este caso el INEM para conseguir un certificado de no recibir ninguna prestación; en vez de facilitarlo amablemente un funcionario para aliviar el sufrimiento del parado/a (y más si es madre de uno o más hijos), pues te dan una clave y un usuario para que lo busques en Internet por ti mismo, sepas o no manejar un ordenador; en más del ochenta por ciento de los casos que hemos atendido dichas claves no son válidas, con lo que tienen que volver a que le den otras y volver al día siguiente para entregar un papel que no tiene más  valor en sí mismo que cumplir el baremo más exigente para  solicitar una ayuda procedente de la caridad.

El tercero de los males que me es absolutamente imposible pasar por alto tiene que ver con esa denuncia profética que decía al principio, pero con la denuncia del profeta al pueblo infiel y desagradecido con su Dios, idólatra hasta sacrificar a sus propios hijos a dioses de madera y de piedra, y a defender el sincretismo religioso para ser como los demás pueblos, perdiendo con ello su identidad.

Para no caer en el personalismo ni en exageraciones voy a relatar brevemente otro caso, paradigma del mal que quiero denunciar en tercer lugar. Tenía hoy una acogida delicada, pero sobrepasó mis expectativas. Esta señora, llora para empezar, porque tiene que venir a cáritas, porque a su marido no le dan una pensión por faltarle escasos días de cotización; ha trabajado más de veinticinco años. Nadie se lo explica, el médico que le ha practicado la operación, muy delicada, no se lo explica, es que este hombre no puede trabajar en absoluto, sin embargo, lo único que le ha conseguido su abogado es la ayuda para mayores de cincuenta y dos años.

Con este ingreso, ya que su mujer está en paro, tiene que hacer frente a la hipoteca y la alimentación y cuidado de su mujer y un sobrino que vive con ellos. El sobrino es el hijo de la hermana de la mujer, la cual falleció cuando el sobrino tenía tres años y desde entonces, hace doce años, lo acogieron.

El padre, por ahí; este es el mal que me saca de quicio, el mal que no puedo por menos de denunciar: un padre que se desentiende de su hijo y se refugia en la droga; comparado con otros males es de los  mayores. Este hombre no sólo no cuida de su hijo, es que además es el hijo el que cuida de él ya que se aprovecha de la ayuda que la administración le da por el hijo. Y pienso que es uno de los  comportamientos más crueles con nuestros niños por parte de sus padres, el abandono completo,  pero hay otros muchos comportamientos  que sin llegar a este extremo muestran rechazo y falta de afecto, porque los niños no permiten a esos  padres divertirse o realizarse; o porque es caro mantener un  niño. Por desgracia hoy  muchos niños estorban, y lo saben y lo sufren.

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