sábado, 14 de julio de 2012

Premio extraordinario



Esta mañana cuando entraba por tercera vez en el despacho de la trabajadora social, a cualquier cosa, porque hoy era su último día antes de disfrutar de las vacaciones, la encuentro feliz, hablando por teléfono, y pienso: ”¡qué contenta está porque se va de vacaciones!” Pues no, no era esa la razón, estaba hablando con la funcionaria municipal que le comunicaba una gran noticia: por primera vez lograba que la empresa municipal de la vivienda concediera una vivienda a una persona sin techo, que además hacía pocos días había empezado a cobrar la paga de jubilación. Vamos, un “premio”.

Así lo consideró ella, un premio, un premio personal, pues ve así culminado un proyecto al que ha dedicado mucho esfuerzo, muchas horas, días, un año, y que prueba que su servicio sirve para lograr la reinserción de una persona en la vida social. Muchos proyectos se quedan en el camino, otros se logran a medias; ahora recuerdo que hubo otro proyecto con nuestro amigo R., que también tuvo paciencia y pudo morir tranquilo, en su casa, ya que el hombre disfrutó poco tiempo su casa. Quizá se sintió tan feliz de haber logrado lo que tanto deseba que murió de felicidad. ¡Ojalá que así haya sido!
También está muy reciente el proyecto llevado a cabo por el inolvidable R., que lleva disfrutando de una residencia casi un mes, después de una vida entera en la calle. Espero que se perdone del todo algún día y disfrute de la vida sin más, como cualquier ciudadano.

Cuando empecé a escribir no pensaba más que en expresar la alegría tan sincera y merecida que sentía hoy mi trabajadora social “por excelencia” por haber logrado culminar así un proyecto, por lo que tiene de satisfacción al haber superado muchas dudas, dificultades, y por supuesto, por todo lo que supone para una persona que vuelve a tener una oportunidad de vivir como un ciudadano más. Pero ya veis cómo han venido a mi memoria otros dos casos a completar unos resultados realmente extraordinarios. Tan al día vivimos, absortos en los casos en marcha, que a veces se olvida uno de contar los “triunfos”, y es mejor así, porque el verdadero mérito está en las personas que luchan por su futuro, que tienen paciencia, que colaboran con la trabajadora y luego siguen su camino solos. De todos modos este ejercicio de hoy sirve sin duda para dar ánimos, para defender el servicio y para seguir con el mismo empeño.

Y el que faltaba (y que conste que no es ningún truco literario), acabo de recordar que me dijo ayer la trabajadora que la había llamado E. para decirle que estaba muy bien, y que había encontrado una compañera. E. pasó con nosotros largas temporadas, es un hombre tenaz donde los haya, por eso se ganó también su pensión y se buscó él mismo una casa donde él quiso; aún se cuerda de llamar después de más de un año, para dar las gracias y decirnos cómo le va. Buen final para este relato.

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