Esta mañana cuando entraba por tercera
vez en el despacho de la trabajadora social, a cualquier cosa, porque
hoy era su último día antes de disfrutar de las vacaciones, la
encuentro feliz, hablando por teléfono, y pienso: ”¡qué contenta
está porque se va de vacaciones!” Pues no, no era esa la razón,
estaba hablando con la funcionaria municipal que le comunicaba una
gran noticia: por primera vez lograba que la empresa municipal de la
vivienda concediera una vivienda a una persona sin techo, que además
hacía pocos días había empezado a cobrar la paga de jubilación.
Vamos, un “premio”.
Así lo consideró ella, un premio, un
premio personal, pues ve así culminado un proyecto al que ha
dedicado mucho esfuerzo, muchas horas, días, un año, y que prueba
que su servicio sirve para lograr la reinserción de una persona en
la vida social. Muchos proyectos se quedan en el camino, otros se
logran a medias; ahora recuerdo que hubo otro proyecto con nuestro
amigo R., que también tuvo paciencia y pudo morir tranquilo, en su
casa, ya que el hombre disfrutó poco tiempo su casa. Quizá se
sintió tan feliz de haber logrado lo que tanto deseba que murió de
felicidad. ¡Ojalá que así haya sido!
También está muy reciente el proyecto
llevado a cabo por el inolvidable R., que lleva disfrutando de una
residencia casi un mes, después de una vida entera en la calle.
Espero que se perdone del todo algún día y disfrute de la vida sin
más, como cualquier ciudadano.
Cuando empecé a escribir no pensaba
más que en expresar la alegría tan sincera y merecida que sentía
hoy mi trabajadora social “por excelencia” por haber logrado
culminar así un proyecto, por lo que tiene de satisfacción al haber
superado muchas dudas, dificultades, y por supuesto, por todo lo que
supone para una persona que vuelve a tener una oportunidad de vivir
como un ciudadano más. Pero ya veis cómo han venido a mi memoria
otros dos casos a completar unos resultados realmente
extraordinarios. Tan al día vivimos, absortos en los casos en
marcha, que a veces se olvida uno de contar los “triunfos”, y es
mejor así, porque el verdadero mérito está en las personas que
luchan por su futuro, que tienen paciencia, que colaboran con la
trabajadora y luego siguen su camino solos. De todos modos este
ejercicio de hoy sirve sin duda para dar ánimos, para defender el
servicio y para seguir con el mismo empeño.
Y el que faltaba (y que conste que no
es ningún truco literario), acabo de recordar que me dijo ayer la
trabajadora que la había llamado E. para decirle que estaba muy
bien, y que había encontrado una compañera. E. pasó con nosotros
largas temporadas, es un hombre tenaz donde los haya, por eso se ganó
también su pensión y se buscó él mismo una casa donde él quiso;
aún se cuerda de llamar después de más de un año, para dar las
gracias y decirnos cómo le va. Buen final para este relato.
No hay comentarios:
Publicar un comentario