Esta mañana han acudido a la oficina
más usuarios que cualquier otro lunes, y también las
personas presentaban un perfil, como se dice ahora, diferente, aunque
desde hace algún tiempo veíamos como este perfil iba siendo el
perfil más frecuente. No vienen tantos extrajeros, ni tampoco
aquellos españoles que llevan la mayor parte de su vida como
personas sin techo; hoy vienen personas que han sido trabajadores más
o menos cualificados, que protestan abiertamente de la situación
económica, de la justicia, de la sociedad, incluso en algunos casos
bastante ideologizados, sean de izquierdas o de derechas, y también
algún antisistema. Casi todos tienen alguna ida que ofrecer para
arreglar el país, o mejor dicho España, y en la mayoría se deja
traslucir una añoranza de tiempos mejores...
Hoy hablamos de la libertad. Buen tema.
Pero no lo tratamos en un plano teórico, sino práctico, y más
concretamente en contraste con la cárcel o la prisión. Un
voluntario se interesó por la vida en los Penales del Puerto I, II
III y IV… y nuestro amigo G., que ha “disfrutado” uno de
ellos, los describía como una “residencia” confortable: con
piscina, tele de plasma, se permite la relación entre hombres y
mujeres, incluso un paseíto por los alrededores de la cárcel, si te
portas bien. Bueno, el hombre estaba entusiasmado describiendo las
comodidades de la cárcel, además, por supuesto, de la seguridad que
ofrece y la buena alimentación.
Estaba entusiasmado describiendo la
vida en la cárcel porque, comparada con la vida en la calle, sin
expectativa de trabajo y sin poder desarrollar una vida social
normal, en ese caso la libertad puede incluso resultar otra condena
bastante insoportable, llegando en ocasiones a delinquir
voluntariamente para regresar a la cárcel.
¿Cómo podemos entonces considerar
nuestras leyes justas y a nuestras cárceles los sitios más
adecuados para promover la rehabilitación de los presos, si quienes
han estado dentro de ellas las prefieren a la vida en la calle,
siendo libres?, Quizá no saben qué hacer con su libertad, o no
pueden ejercerla como ellos pretenden, porque no tiene medios, y no
pueden demostrar así que están en condiciones de reinsertarse con
plena normalidad en la sociedad. Existe un verdadero desequilibrio
entre la sociedad real y lo que espera cada uno de ella, y no veo yo
que esto tenga fácil remedio, salvo cuando se toman decisiones
personales firmes, a pesar de las circunstancias.
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