Esta misma tarde se me escapó delante
de una mujer joven una frase terrible: “¡cuánto mal hay,
¿verdad?; mucha gente se cree buena, pero hay que ver cuánto mal
nos hacemos”! Venía a mi cáritas parroquial a entregar los
papeles que les habíamos pedido con la esperanza de ser seleccionada
para un programa de ayuda económica que ofrecen conjuntamente una
antigua caja de ahorros y Cáritas Diocesana.
No pude por menos de decirle eso
después de lo que me había dicho y siendo ya la mujer número cinco
que venía en circunstancias parecidas: Familia numerosa, no recibe
ninguna ayuda o a lo sumo unos míseros euros al año, separada,
aunque en su caso la separación es temporal, porque su pareja está
en prisión y le queda la mitad de la condena, tres años más sin
poder contribuir a la manutención de la familia. ¿¡Cómo se las
arreglan estas mujeres para sobrevivir, y criar unos niños
estupendos!?
De las nueve familias que entregaron
hoy los papeles, tres más también estaban separadas, dos
presentaban la condena contra los exmaridos o parejas por malos
tratos. Otras, en cambio permanecen unidos, pero los dos
desempleados, en unos casos son españoles, vecinos de toda la vida
del barrio, otros son extranjeros y algunos sin papeles, como es el
caso de la que he llamado en otra ocasión “otra madre coraje
boliviana”, que tira ella por todos, el marido y cinco hijos,
aunque después de muchos años no ha conseguido que el marido y sus
dos primeros hijos reciban la nacionalidad española, y ha invertido
en ello lo que no tiene, me consta, y también le hemos ayudado
nosotros sin conseguirlo; ese fue el último intento fallido que la
hizo llorar, pero sólo delante de nosotros, no de los niños. Hoy
nos contaba emocionada cómo la maestra había alabado a su hija
mayor (la que aún no está nacionalizada) “es una chica
maravillosa, muy buena. Ojalá tuviéramos muchos niños como
Romina”.
Con lo que acabo de decir creo que
queda contrarrestada la frase terrible del principio, también hay
mucho bien: en los que no tienen medios pero saben vivir
aprovechando lo poco que tienen, con buen humor, sin rencor, y en los
que se ofrecen voluntarios para ayudar o dan de lo que tienen. Hoy me
dio mucha alegría darle los papeles a una señora para hacerse socia
de cáritas, precisamente a tres días de haberme enterado que
tenemos que ir pensando en que se cerrarán algunos servicios de
cáritas, como el de atención a personas sin hogar, porque las
subvenciones de las instituciones no llegan. Al menos en las
parroquias, gracias a las colectas y donativos, se podrá seguir con
la ayuda; en nuestra parroquia las colectas se mantienen y los
donativos en mano son más y mayores.
Está claro, frente al mal el bien no
se queda pasivo, actúa, y generalmente sin ruido; no son pocas las
personas que prefieren que no se sepa lo que dan, ni siquiera se sepa
que dan.
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