Esta mañana ha transcurrido un tanto alterada por la noticia
de que la policía ha entregado a unos ocupas
una notificación para que abandonen su “vivienda”, y tienen quince días
para las alegaciones oportunas.
A última hora llegó un joven de apariencia normal, a penas
lleva unas semanas fuera de su casa, y está aquí porque le ha salido un
trabajo, una señora lo contrata por comida y diez euros, de tal hora a tal
otra; necesita un albergue donde dormir hasta que consiga lo suficiente para
alquilar una habitación. Ha venido para probarse, para ser capaz de encontrarse
partiendo de cero.
Es un ejemplo cabal de la situación que vive un número de
personas creciente: joven, vivía con su pareja, estudios pocos, algún que otro
curso de formación, si lo hizo; sin hijos, o quizá uno o dos. Estaba trabajando
hasta hace poco y ya no aguanta las discusiones…no puede soportar el
sufrimiento, y se va, de pronto…
Se me ocurre que habría que crear un tipo nuevo de albergue
donde se diera cobijo a aquellos que tienen que irse de casa, así, de repente…Resulta
muy duro encontrarse realmente en la calle, sin tener a quien acudir, ni
familia ni amigos…
Albergues enormes…como aquellos hospitales reales de la edad
media; nos hacen falta nuevos albergues para acoger a las víctimas de las
nuevas epidemias, consecuencia de una sociedad enferma de excesos, de egoísmo,
individualismo, materialismo; que padece carencia de valores y de sentido de la
vida… albergues abiertos, sin límite horario, humanitarios…Nos hace falta también alguna
orden nueva consagrada, o una ong, especializada en acoger y cuidar de estos “enfermos”,
que puede ser cualquiera cualquier día…Como decimos entre nosotros, nunca
sabemos donde está el límite, hasta donde llega nuestra capacidad de aguante en
circunstancias extremas.
Cuando le repregunté los motivos de su presencia aquí me
contestó inmediatamente que quería
reflexionar después de la ruptura de una
vida de pareja imposible, llena de ruidos y de falta de valores, él los tenía antes de conocerla y no quería
perderlos. El otro motivo es que no quiere ser una carga más para su madre…él
creyó que debía buscarse la vida en otra parte, alejado de su compañera que le
impide ser como él quiere ser, y para no ser una carga mayor para su madre, que
sostiene a otros hijos y nietos con su escasa pensión.
Mientras escribía estas impresiones del día anterior, hoy ha
llegado mi amigo A. y lo primero que se me ocurre es comparar su situación con
la de los animales que se abandonan en verano… Conocí a A. hace ya bastante
tiempo, lo conocí cuando era una persona cualquiera, jugando al villar, y era
imbatible, muy bueno. Iba acompañado de su novia, que estaba embarazada.
A pesar de que lo intentaba no volvimos a coincidir para
competir al villar, el motivo era sin duda que su novia había dado a luz, como ya
me lo había advertido. Efectivamente los encontré por la calle, padres
orgullosos de un bebé precioso. Echábamos de menos las partidas al villar.
Pasó más tiempo y se presentó de pronto en esta oficina para
personas sin hogar. Entonces pude comprobar que algo anormal le sucedía, estaba
en tratamiento, y también seguía estudiando en el instituto para acabar el
bachillerato. Había retrocedido en el tiempo… me descolocó totalmente. Venía solamente
porque me vio aquí, y después siguió viniendo a tomar un café y a limpiarme el
ordenador de virus, que sabía mucho de informática. Sus teorías eran un poco
peculiares, desde luego, pero sin duda tenía sus razones y argumentaba con una
lógica que yo no comprendía bien, pero la tenía.
También un día empezó a sentarse a mi lado en la Iglesia
durante la misa de los domingos. Conocí a su madre entonces, pero no pude
hablar con ella, aunque se le notaba algo cansada, o huidiza.
Un día por fin terminó en el albergue, porque su madre se
había cansado de él, igual que hoy, después de cerca de un año.
Otra prueba más de lo que decía, hace falta un lugar
adecuado para tantas personas a las que les cambia la vida de golpe y no tienen
a quien acudir.