sábado, 27 de julio de 2013

La pura bondad del respeto



José Luís Nunes Martins
publicada el 27 de julio 2013 - 05:00

El valor de alguien se revela, en lo que esa persona es capaz de hacer, y hace, porque nadie puede hacer por ella… es la cruda realidad, toda  la verdad aparece ahí.

Sin respetar a los demás nadie merece respeto de sí mismo. Porque sólo quien respeta a su prójimo es verdaderamente digno del valor absoluto de su propia vida.
Todo hombre es digno de respeto, sin excepción. Cada uno tiene su propia excelencia, aunque no sea evidente, pero es la humildad de la razón y de la sensibilidad las que deben prevalecer, y garantizar que la aparente ausencia no significa vacuidad de sustancia. Hay tantos héroes con los que nos cruzamos cada día, gente a quien otra gente ya sentenció como…insignificante…esos… así juzgan tan rápida cuanto erradamente, no se respetan sus capacidades, como si despreciasen los dones, tomándolos por deformidades.
El respeto consiste en una actitud interior de abstenernos de todo cuanto pueda afectar a otro. Una especie de admiración esencial y previa a cualquier análisis o enjuiciamiento, no conteniendo cualquier elemento afectivo porque se trata de una obediencia a un principio fundamental, en el que se fundamenta la identidad y  las relaciones humanas.
Somos y seremos siempre responsables: por respetar, por no respetar y si impedimos que se respete… por aquello que hacemos de nosotros mismos, pero también por lo que… no conseguimos ser.
Respetar no supone reciprocidad, pues cada acto remite sólo a su autor y protagonista… respetar para ser respetado es un juego de quien no comprende que el valor de los actos no depende de  la reacción que ellos tienen en este mundo.
Si acuso a alguien de ser un mal hombre o una mala mujer, mal padre o mala madre, estoy, antes y por encima de todo, putrefaciéndome. Criando un monstruo del cual arrepentimiento alguno podrá librarme… Despreciar a alguien, quienquiera que sea, es uno de los peores pecados contra la propia esencia, degrada, empobrece irreversiblemente… Claro que hay muchos argumentos para justificar este tipo de estupidez íntima, al final es algo tan común que parece haberse constituido ya en una especie de contrasabiduria, que funciona como un depósito de razones a invocar por los débiles que son incapaces de cumplir con su alma.
No hay amor sin respeto. Es imposible amar a quien no se reconoce el valor absoluto de ser alguien único e importante, tal como es. Desgraciadamente son muchos los que miran a los otros como simple materia prima como potencial de manipulación futura… una especie de artistas sin arte que toman al otro como un medio y no como un fin. Respetar a alguien es querer su mayor bien. Ayudarlo a ser, mejor.
Tristemente, hay un sin fin de gente que afirma amar sin, realmente, ni siquiera, respetar.
Aceptar al otro es tanto simple como heroico.
No siempre los más respetados son los más valiosos, pero los que más respetan son, seguramente, los más respetables.
¿A quién no se debe la verdad? A nadie. Ni siquiera a aquel que a si mismo se miente y que a ninguno respeta. ¿Habrá alguien que merezca que yo no me respete a mi mismo, no respetándolo? No.
El valor de alguien se revela en lo que esa persona es capaz de hacer, y hace, porque nadie puede hacer por ella… es la cruda realidad, toda la verdad aparece ahí.
Hay quien prefiere ser admirado más que respetado, quien juzga ser  amado cuando en verdad es  víctima de cualquier falta de respeto crónico…
Hay mucha gente perdida en este mundo… sin respeto por sí misma. Creen tener una vida con sentido simplemente porque respiran, y no por ser capaces de hacer de ellas mismas un instrumento de felicidad… estos, como todos, merecen nuestro respeto… y nuestra mano.
Finalmente, sólo se considera amado en la mentira quien nunca fue amado de verdad.


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