sábado, 29 de octubre de 2016

Una campaña nada divertida




Hillary Clinton no sólo quiere ser futura papisa de todas las religiones, sino que se propone fundar una inquisición. Pero Donald Trump no es mejor...

Se aproxima la elección del próximo presidente de los Estados Unidos de América. Ya es sabido que la sucesión a Barack Obama será disputada, como tradicionalmente, por dos candidatos de los principales partidos políticos norteamericanos: la demócrata Hillary Clinton y el republicano Donald Trump.

La prensa nacional e internacional no ha sido omisa en lo que respecta al candidato republicano, cuyos patinazos  y otros desaciertos, a veces rayando ellímite de la más abyecta ordinariez, son siempre publicitadas con gran alarde (no en vano el hombre se llama Trump, que se lee Tramp, pero a veces es trampa...). La campaña mediática, más que pro Clinton, parece ser contra Trump, cuyos desaires son siempre ampliados y profusamente divulgados. 

Tal vez por eso, es poco lo que ha dicho sobre la candidata demócrata. Creyendo en los sondeos, el mundo se arriesga a tener al frente de la principal potencia mundial alguien cuyo pensamiento político pocos conocen. ¿Por último, qué piensa Hillary Clinton?
En una conferencia que tuvo lugar en el Lincoln Center, en Manhattan, la candidata demócrata afirmó recientemente: “Es necesario cambiar los códigos culturales fuertemente enraizados, las creencias religiosas y las fobias estructurales.” No deja de ser curioso que Clinton ponga todo en el mismo saco: “códigos culturales”, “creencias religiosas” y “fobias estructurales”, sin aclarar qué códigos, creencias o fobias le provocan tan acentuada alergia.

Cuando se afirma, en general, contra todas las creencias religiosas, la candidata demócrata está posicionándose del lado del fundamentalismo laicista, en una actitud contraria a uno de los más fundamentales de los derechos humanos: el derecho a la libertad religiosa. Esta su “fobia estructural” es mal presagio para el futuro de los Estados Unidos de América y del mundo, en caso de que venga a ganar la elección presidencial.

No satisfecha con la citada declaración, Clinton dice además que “Los gobiernos deben dedicar sus recursos coercitivos para redefinir los dogmas religiosos tradicionales”. ¡O sea, Hillary no sólo quiere ser la futura papisa de todas las religiones, sino que todavía se propone fundar, bajo sus órdenes y suprema autoridad religiosa, una nueva inquisición! Los “recursos coercitivos” que pretende utilizar para la redefinición de los “dogmas religiosos tradicionales” son, como es obvio, las fuerzas policiales, militares y de seguridad, por lo que será de esperar, de la futura administración Clinton, una nueva onda represiva, bajo el alto patrocinio de la CIA y del FBI, de tan mala memoria. Es caso preguntarse qué tiene de demócrata, más allá del partido, esta candidata presidencial...

Hillary quiere también imponer el aborto como derecho de la mujer; ¿pero, si también fuera mujer la víctima del aborto, no aclara qué derecho de que mujer debe prevalecer: el de la mujer que quiere matar a la hija inocente, o el de la mujer que quiere vivir contra la voluntad homicida de la madre? También afirmó que no va a aceptar la objeción de conciencia fundamentada en las creencias religiosas porque, según su lógica totalitaria, ese recurso es un subterfugio para mantener la discriminación contra las mujeres. Dado el unánime consenso científico en cuanto a la vida humana del feto el porcentaje cada vez mayor, también en los Estados Unidos, de mujeres jóvenes que defienden el derecho a la existencia desde la concepción hasta la muerte natural del ser humano, es comprensible la desesperación de la Señora Clinton. Y, por eso, amenaza: “los derechos deben existir en la práctica, no sólo en el papel. Las leyes tienen que estar sustentadas en recursos reales”, o sea, a la fuerza, si fuera necesario, igualmente en cuestiones de conciencia.

Pero esta no fue la primera vez que Hillary reveló su odio a las religiones y a sus enseñanzas morales. Ya en 2011, durante una conferencia en Génova, la entonces secretaria de Estado norteamericana declaró que uno de los principales problemas sociales son las convicciones religiosas que se oponen a las pretensiones “del colectivo LGBT”. La candidata demócrata es también la valiente Juana de Arco del Planned Parennthood, la mayor multinacional de la muy rentable industria del aborto, que se vio recientemente envuelta en el escándalo de la venta de fetos humanos.

Ya quedan lejos los tiempos de San Juan pabloII, Ronald Reagan y Margaret Thatcher, tres grandes estadistas que contribuirían, de forma decisiva, a la caída del Muro de Berlín y para la liberación de los países del Este. Los dos actuales candidatos presidenciales norteamericanos son de una pobreza ideológica y ética aterradora y, con todo, uno de ellos será, con toda certeza, el próximo presidente de los Estados Unidos de América. ¿Entre Hillary Clinton y Donald Trump, a quién escogerá el electorado americano? ¡La verdad es que, incluso para el diablo, la elección es difícil!



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