Esta mañana mi amigo Jaroslav, “Primavera Eslava”, estaba muy decaído, le pregunto como se encuentra y me da una respuesta muy negativa. Entonces trato de animarlo pero sin forzarlo; poco a poco él se incorpora a la tertulia y participa animadamente de nuestra charla.
Cuando quedamos solos él y yo me cuenta la siguiente confidencia, que después se la cuenta con la misma emoción también a mi compañero. En medio de sus preocupaciones tiene espacio y tiempo para hacer florecer un hecho tierno y conmovedor. Él está ejerciendo de voluntario para llevar diariamente al colegio a un niño discapacitado.
Hace unos días en el albergue les pusieron de postre unas estupendas naranjas, él pensó en el niño, el cual le ha cogido mucho cariño en muy poco tiempo, y se guardó la naranja. Al día siguiente se la dio al niño. Cuando volvió a su quehacer al día siguiente, el niño sujetaba la naranja entre sus manos, y no había consentido a su madre que se la quitara ni para dormir, y se la muestra orgulloso y agradecido a Jaroslav.
Creo que es mejor dejar aquí el relato y que cada cual saque sus conclusiones, me apetecería aportar las mías pero creo que limitaría la enseñanza que a cada uno le pueden aportar una persona sin hogar, con un futuro incierto y sin recursos, y un niño discapacitado, porque sus piernas no le permiten andar.
Solamente quiero expresar mi apoyo a esta iniciativa que han tomado los servicios sociales de que personas en paro, voluntariamente, puedan desempeñar una actividad en beneficio de la comunidad o de personas necesitadas. Este hecho lo prueba suficientemente.
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