domingo, 4 de marzo de 2012

La renuncia personal es sin duda riqueza para todos




No es lo mismo escuchar cómodamente una estadística que ser uno de los números que la forman en tu propia carne. A veces solemos decir que  los árboles no nos dejan ver el bosque, en el caso que nos interesa, las cifras del paro, tenemos muy claro el estado del bosque: calamitoso, pero es una catástrofe humana, y por tanto debiéramos hacer honor a  nuestro nombre y nuestra naturaleza: "seres humanos", y repartir los beneficios para que no hubiera pobres.
No estoy pensando en una solución nacional ni mundial, eso no se le ocurriría a un gobierno, y menos a la ONU, más ocupada hoy en imponer más derechos de dudosa humanidad, como la igualdad de género, el derecho al aborto, etc. No, con leyes no se cambia una sociedad, en todo caso se puede imponer.
Sé que es un ideal difícil, pero se podría intentar, …Si cada cristiano se hiciera cargo de una familia, o entre dos o tres familias sostener a una, si los sindicatos también impulsaran un trasvase entre ocupados y parados, y otras buenas personas que no sean ni una cosa ni la otra también se apuntaran…
De hecho hay experiencias  semejantes en marcha: en un pueblo sostienen a un parado que realiza trabajos domésticos y reparaciones en las casas del pueblo que lo requieran. En algunos bloques se ayudan entre vecinos; también descubrí hace poco que existen “Los Amadores de Cristo”, que de manera anónima ayudan a personas o familias en dificultades, incluso dan cobijo en su casa a personas sin hogar.
Efectivamente este mundo es sorprendente, uno piensa muchas soluciones y de pronto comprueba que se han adelantado, que hay personas que ejercen la Providencia divina de una manera discreta y eficiente, mientras uno ha estado sólo pensando. Si no fuera así, cómo sería este mundo; no me cabe duda que cuanto más creemos en el otro mundo, en la vida eterna, más nos esforzamos en mejorar esta vida, y la renuncia personal es sin duda riqueza para todos, para el que da y para el que recibe.
No sabía cómo superar el mal cuerpo que me quedó en la última acogida a una familia, la madre lloraba porque su marido no gana mucho y ella no consigue un trabajo; con lo que gana su marido no pueden vivir y pagar la hipoteca, pues tienen tres hijos pequeños. Además, ahora la Junta le exige la devolución de la ayuda que le había concedido por el hijo mayor, lo que le suponen otros cincuenta euros a pagar durante varios años.
Sus padres tampoco les pueden echar una mano porque están en paro y no tienen para ellos (también vendrán ellos a pedirnos ayuda, me dijo), ni tienen sitio en sus casas, aunque estaban dispuestos a volver cada uno con sus padres y repartirse los niños… Estas son las formas desesperadas de solucionar una situación desesperada que tienen que soportar cada vez más familias. Cada semana acuden para ser acogidas en Cáritas dos o tres familias o personas nuevas.
Este es uno de esos números fríos de la estadística del paro, que me ha sugerido esta reflexión para no caer en el desánimo, agradecer y difundir las ayudas que he citado, y si sirven a alguien mejor.

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