“¿No habéis llegado a entender
cómo se sostiene la tierra?
Él habita en el orbe terrestre
despliega el cielo como un toldo
y lo extiende como tienda habitable.
Hoy mi memoria me ha dado una sorpresa agradable, me ha permitido recordar a una persona que pasó por esta oficina de personas sin hogar hace ya muchos meses, y que como se fue sorpresivamente pues casi se había convertido en un espejismo o algo así, dada su procedencia.
No cabe duda que recordando a esta persona uno comprueba que realmente el mundo hoy es más que nunca la aldea global, la casa de todos; ¡cómo es posible que en un espacio tan reducido como nuestra oficina (unos veinte metros cuadrados entre la oficina como tal y la sala de espera), quepan tantas personas!, tantas personas sin absolutamente ninguna discriminación, de cualquier lugar del mundo.
Pero la historia empieza así: Era una persona silenciosa, huidiza, ni siquiera decía su nombre y el primero que nos dio era intencionada y precavidamente falso, pues temía por su seguridad; en cambio su aspecto inspiraba confianza, parecía agradable y era inevitable hacerle preguntas, pero sus respuestas eran gestos o evasivas, de modo que llegué a pensar que no sabía español, y desistí de hacerle más preguntas, por discreción.
Por fin una de las veces que acudió a recoger su volante para permanecer en el albergue, se decidió a participar en nuestra tertulia, rompiendo aquel hermetismo forzado. ¡Vaya si hablaba español!, y qué bien exponía sus teorías sobre temas nada fáciles ni corrientes: la religión, la fe, la educación, el arte. Le apasionaba el tema de la fe, y tenía una idea muy amplia y sincrética de la fe; afirmaba creer en Dios, pero a su manera, recogiendo de distintas creencias lo que le acercaba más a Dios. Nos metimos en honduras y él trató de explicarme cómo entendía él la esencia de Dios; confieso que era muy difícil seguirle la explicación porque mezclaba con el cristianismo creencias de diversas culturas de oriente medio y la cábala; para él no había duda ninguna de poder demostrar la existencia de Dios. Incluso dibujaba como un auténtico artista las ideas que expresaba.
Como podéis imaginar la sorpresa fue mayúscula. No quedó aquí la cosa, a partir de este día nos ganamos su confianza, mi compañero fue el primero en iniciar una relación más estrecha que nos fue descubriendo a una persona muy especial. También nos dio su nombre verdadero en prueba de confianza. A mi me llamó la atención sobre todo la dignidad que tenía, no consentía en pedir para comer, por ello se ganaba su sustento trabajando de orfebre, se hizo con los utensilios básicos y arreglaba todo tipo de joyas. Era un auténtico artista. Sólo por amistad aceptó de nosotros alguna ayuda, pagándonos con el arreglo de alguna medalla y, sobre todo, permitiéndonos entrar en su clandestino e improvisado taller.
Es el momento de decir quién era en realidad X., era kurdo, procedente de Turquía, donde había cursado la carrera de bellas artes. Supongo yo, él nunca lo dijo, que era uno de tantos kurdos que tuvo que salir huyendo de la persecución política y religiosa. Precisamente por aquellas fechas se hablaba todavía del genocidio de los kurdos en Irak y su huida hacia Turquía y otras partes del mundo. Pero además él nos mostró fotografías de sus mujeres, bellísimas madre e hijas, de su casa, de sus caballos. La verdad es que su modo de comportarse expresaba cierta nobleza: como he dicho antes, no consentía en pedir limosna, tenía una cultura amplísima y una espontánea sencillez.
Se fueron distanciando nuestras entrevistas y de pronto desapareció, se había visto un cochazo poco antes de desaparecer cerca del albergue (donde se alojaba porque aún no había ganado para pagarse una pensión). Prefiero pensar que era un coche amigo que acudía al rescate y no un coche enemigo que lo había descubierto. Le deseo lo mejor, pero sobre todo que recupere su libertad y la de su pueblo, que consigan la paz y un territorio donde asentar su nación.
Él convierte en nada a los príncipes
y transforma en nulidad a los gobernantes.
Levantad los ojos a lo alto,
ved quién ha creado esas cosas:
el que llama a cada cual por su nombre,
tan sobrado de poder y de fuerza
que no puede fallarle ninguno”.
(Is. 40,21b-26)
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