Con
mucho gusto cuelgo hoy esta colaboración de un buen amigo, es un
testimonio sincero y una gran lección para comprender lo que nos
está ocurriendo como personas en muchos casos y como sociedad.
Octóvilo
“Yo
también me apunto al carro de los que creen en el “ser humano”.
“Tengo
miedo por el porvenir de nuestros hijos”.
Por
Roque
Todos
hablamos ahora del viejo dicho: “no es más feliz quién más
tiene, sino…..”
En
apenas cinco años, quizás seis o siete, hemos pasado de la más
absoluta ambición, desaforada, individualista, egoísta e incluso
malvada, a creernos todos “seres humanos”.
Recuerdo
muy bien mil y una actitudes y hechos de otras tantas personas, con
el engaño de origen, así como las formas más descaradas del
éxito: Recuerdo como todos sabíamos de inversiones, promociones,
banca, notarios, registros, legislación. Es de risa.
Inversiones
y promociones que eran auténticas estafa; banqueros, notarios y
registros que eran estafadores y leyes que eran retorcidas por
serviles y marrulleros leguleyos.
Qué
podemos decir del tiempo libre de toda ésta cuadrilla: que si el
paddel, que si putas, que si coca, que si mi mujer no se entera de
nada y se la trabaja tu propio hermano, que si voy al club a vivir de
viernes a domingo, que si el corte inglés es mi casa, que si mis
tarjetas son ilimitadas; que si mi mujer da clase de paddel y mis
hijos de tenis, de inglés, de informática, de fútbol, de
equitación, de natación; que qué estresado estoy, que necesito un
cardhú, que necesito ir al baño acompañado; que si mi mercedes ya
no me gusta y lo voy a cambiar, que con la moto hago mis gestiones
más rápidamente; que he comprado unos garajes y verás como se los
endilgo a alguien más tonto que yo, que mi abogado tal, que mi
director de banco pascual, que la sudaca que limpia en casa, que si
esto que si aquello, que, que, que……..
No me
considero libre de culpa para arrojar la primera piedra, ni tampoco
me considero el más indicado para criticar tanta miseria y necedad,
las conozco porque vivía en ellas.
Ahora yo
también me apunto al carro de los que creen en el “ser humano”,
de pensar en mi familia por encima de todo y de golpearme el pecho
alardeando de mi conformismo, de mi falsa humildad.
De todas
formas, me sitúo en pequeño escaloncito de superioridad moral, que
me hace sentir, avergonzado, asqueado, y sobre todo muy triste.
Hoy he
despedido a mi pequeño de cinco años, que con la cara iluminada tan
sólo porque yo estaba allí, me decía adiós con su manita desde su
asiento en el autobús del “cole”.
Ésta
semana y las anteriores, mi mujer, a la que apenas veía o hablaba,
me come a besos a diario, sólo porque le recojo un poco la casa
mientras está en el trabajo.
Mi hijo
mayor, no para de abrazarme, porque simplemente le ayudo todos los
días con su tarea del instituto, porque hablo de sus cosas, del
Madrid, de sus inquietudes, porque simplemente le respondo y le
escucho cuando me habla.
¿Cómo
me siento por todo ello? : el estrés desapareció, mis complejos
desaparecieron, mi ambición me da asco, me siento sereno, en paz,
incluso puedo hablar con mi padre ante su tumba, y me reconforta.
Pero, no
quiero engañarme. Soy del género humano y cuanto más viejo me
hago, mas filósofo me estoy volviendo, filósofo desde el punto de
vista de análisis antropológico, de las actitudes del hombre, de
sus ideas, de sus creencias, de su historia, sobre todo analizo mi
entorno y a mí mismo, porque he sido actor de la comedia. Nada nuevo
sobre la antiquísima faz de la tierra y mucho menos nuestro
comportamiento, nuestro currículum vitae, en nuestra minúscula
existencia temporal. Me es difícil creer en el hombre, sobre todo
porque yo soy uno de ellos.
A pesar
de lo dicho, hoy mis hijos me reconcilian con el mundo, la
extraordinaria naturaleza me reconcilia con el mundo, la fe en
Jesucristo me reconcilia con el mundo, algunos “seres humanos”
pasados y presentes, históricos y conocidos, pequeños y grades, me
reconcilian con el mundo; los acordes de una música de Bach, de
Mendelssohn, de Mozart me reconcilian con el mundo; una pintura de
Canaletto, de Goya de Velázquez, incluso de Modigliani, me
reconcilia con el mundo; los niños, la inmensa felicidad e inocencia
de un crío, su limpia mirada, su risa, me reconcilia con el mundo.
Quizás
tengamos una oportunidad, pero en el fondo de mi corazón, de mi
alma, de mi mente y de mis pensamientos, soy un escéptico y sobre
todo tengo mucho miedo, miedo al porvenir de nuestros hijos, un miedo
que me provoca el llanto, un llanto que a la vez me sirve de terapia,
expresión de un sincero arrepentimiento.
Por sus
almas rezo y en Él confío, quiero confiar.
¡¡Jesucristo,
vela por ellos!!
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