sábado, 31 de marzo de 2012

Cada uno en su momento,


Por   Roque




Unos a los sesenta, otros a los cuarenta, o a los cincuenta, lo mismo si es hombre como si es mujer; no puedo hablar como mujer ( aunque esté de moda ser compañeros y compañeras) pero, sin machismos, igual que un hombre es o puede ser un señor, una mujer es una dama o una señora. “Vive la différence”. Sí, somos distintos y lo demás son pamplinas.

Bueno éste sería otro tema, no divaguemos por ahí. Como decía, cada hombre tiene su momento en su vida en el que llega a la verdadera madurez, condición indispensable para alcanzar la etapa que yo llamo “etapa del sabio”, en la que empezamos a rebobinar, a hacer clic en las carpetas del archivo.

Por allí, por aquí, por acullá, en casi cualquier sitio, incluso en medio de una conversación, en mi caso sobre todo cuando estoy conduciendo, no sé si esto puede ser causa de multa y pérdida de puntos, pero es que conducir me relaja amigo, que quiere que le haga.

Céntrate filofosillo de salón; existe un rebobinado y a veces con él, una cascada de ideas, recuerdos y sentimientos, que se pisan unos a otras, unas a otros y que salen a borbotones, como la sangre por una profunda herida, pero sangre infectada, mezclado el pus con la sangre. Éste proceso de resanado, nos adentra en la etapa de sabio, casi limpios y casi, casi inocentes de nuevo, de pensamiento y obra,( aunque quizás algunos arquitectos, lo pueden tener difícil con sus obras.

Primero solemos recordar nuestros buenos momentos, y nos sentimos estúpidamente orgullosos de nosotros mismos, incluso nos regodeamos en los detalles. Pero amigo, poco a poco se van intercalando, como un pegajoso aceite, imágenes que quizás quisiste borrar y vuelven a ti; poco a poco van tomando protagonismo en tu cine particular y ya no hay otra sesión de visionado más que ellas: errores, miserias, pérdidas, renuncias, mentiras, fallos, venganzas, traiciones, odios, envidias, desamores, amores prohibidos, enemistad, lágrimas, soledades, olvidos, caminos elegidos y no elegidos, egoísmos, maldades, críticas, maledicencias, maldiciones, ilusiones rotas, decepciones, injusticia, insultos, orgullos, mal entendidos,…………. la lluvia, el viento, la tormenta.

Vamos gestionando como podemos todo ello, unas veces lo justificamos, otras nos arrepentimos, y en otras nos invade la rabia, en casi todas el dolor y el desasosiego.

Vamos en nuestra ensoñación en nuestro día a día, y por supuesto que la primera va influyendo el los segundos. Que paradoja, nuestro estado de ánimo se ve afectado por los recuerdos del pasado e influye en lo que hacemos hoy, y el futuro será también un recuerdo; ¿recuerdos contaminados?, ¿verdaderos? Qué lío, o que estupidez, en fin, no sé, divagaciones de presabio o resabio, que no es lo mismo, no.

La llamé etapa de sabio, porque considero que todo hombre y aquí sí, toda mujer, cada cual en su condición, su calidad o su inteligencia, todos a su manera, son transportados por la edad como en una máquina del tiempo por una vida a la velocidad de luz, de repente reduce drásticamente la velocidad, frena, y nos convierte en sabios.

Quién no sepa valorar, respetar, cuidar, pero sobre todo escuchar y si es posible seguir el consejo de éstos sabios, es un necio y posiblemente no será demasiado sabio en un futuro.

Pero volvamos a la etapa de chapa y pintura, de resanado mental, de alma y de conciencia. Podemos caer en estados de depresión, pero la depresión puede proporcionarnos una situación de presabio, de fortaleza, de relativización de las cosas y sentirnos de nuevo humanos, como cuando éramos jóvenes y sobre todo perdonarnos a nosotros mismos, valorar la posición donde estamos, a donde hemos llegado y lo que hemos creado.

Ahora podemos reparar lo que aún pueda ser reparado, valorar lo bueno e importante que hicimos como personas y mirar siempre adelante. Cada nuevo día es un primer día de un nuevo futuro, el día de un nuevo pasado que recordaremos.

Pienso que cada vez que abrimos los ojos en la cama, mientras permanecemos en un duermevela, vamos tomando conciencia de donde estamos, con quien estamos o incluso que día es, es casi como un mini parto diario. Para mí es muy fácil mirar por la ventana y decirme: hoy es un nuevo comienzo.

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