P. Gonçalo Portocarrero
de Almada
http://observador.pt/opiniao/tintim-co-adoptado/
23/8/2014, 14:18127
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Hergé es, de hecho, un
autor de culto: sus libros de aventura son una referencia, no sólo de la
literatura juvenil, sino mundial. Es verdad que sus primeros textos pecaban de
alguna ingenuidad, como el anticomunismo primario de Tintín en el país de los
soviets, el colonialismo paternalista de Tintín en el Congo, o el simplismo
sociológico de Tintín en América. Pero, después de sobrepasada esa tendencia
inicial, la obra de Georges Remi ganó en naturalidad. Tanto el protagonista, como
sus amigos, a pesar de sus inevitables defectos, eran amables ejemplos de
virtud. Tintín es, por así decir, el héroe
que encarna los valores humanistas de la Europa de mediados del S. XX. Pero, en
pleno siglo XXI, ¿estas aventuras y sus principios éticos aún siguen siendo válidos?
La cuestión tiene
alguna razón de ser. La evolución, o involución, moral de estas últimas décadas,
obligó a que Lucky Luke, un personaje de la banda diseñada creada por Morris,
sustituyese el cigarro, que siempre tenía en el canto de la boca, por una
inocua paja. Tintín no fuma, pero el tabaquismo está presente en el capitán
Haddock que, a pesar de presidente de la liga de los Marineros Antialcohólicos,
es un bebedor crónico. Pero, para algunos lectores actuales, esa no sería, ni
de lejos, la peor pega de la obra de Hergé que, para ser precisos, les parece que
es machista, xenófoba, discriminatoria de las minorías, antiecológica y homofobica.
De hecho, Tintín y
todos los protagonistas de sus aventuras son de sexo masculino. Ni siquiera,
que yo sepa, ¡Milou es perra! El machismo de esta banda diseñada se acentúa también
por el carácter ridículo de algunos personajes femeninos, de los que es
prototipo la estridente Bianca Castafiore.
De algunos años a esta
parte, las realizaciones cinematográficas norteamericanas integran generalmente
algún actor de raza no blanca, o algún portador de deficiencia, pero no hay
ningún representante de las minorías étnicas, o discapacitado, en los
principales papeles de las aventuras del xenófobo y eugenésico reportero. Peor,
su piel rosada y su penacho loro encajan perfectamente en el tipo ario, de tan
nefasta memoria.
Otra ausencia
significativa es la ecológica: las aventuras contra el mal nunca contemplan la
defensa del habitat natural, pues no hay ninguna historia del héroe juvenil
contra le agujero de la capa de ozono, la extinción de las focas, o el calentamiento
global. Desgraciadamente, tanto la gripe de las aves como la gripe A no sobrevivieron
a los titulares que preconizaban sus efectos pestilentes, dignos de una catástrofe
mundial y… de una aventura sensacional.
Otra grave omisión es
la que parece indicar una actitud homofóbica. Ya no hay telenovela en que no
haya quien se enamore, o viva, con una persona del mismo sexo, pero esta
realidad social está ausente de las aventuras de Tintín. En un universo
predominantemente masculino, la cuestión incluso no sería de difícil solución:
bastaría que los cómicos detectives Dupond y DuPont fuesen presentados como un felicísimo
matrimonio.
En otro ámbito, el de las
perversiones sexuales en que también son pródigas las modernas producciones
literarias y cinematográficas juveniles, Hergé también lo omite. Para este
efecto, Néstor, el mayordomo, debería ser un vicioso en prácticas
sadomasoquistas, a cuenta de los dos maléficos hermanos Pardal, los anteriores
propietarios de Moulinsart.
Urge una actualización
moral de las aventuras de Tintín, para que esta obra continúe siendo una
referencia de la literatura moderna juvenil. ¿Cómo? Es fácil: basta que el héroe
principal sea hijo del capitán Haddock, el cual, en ausencia de una madre,
recurre, al efecto, a una anónima barriga de alquiler. El viejo lobo de mar,
que mientras cambia el vicio de la bebida por las virtudes del crack, también
se puede asociar matrimonialmente con su
amigo y compañero, el profesor Tornasol que, por vía de esta unión, podría
coadoptar a Tintín. Es lo que, con toda propiedad, se podría considerar, según
los padrones morales laicos actuales, ¡un final feliz!
¡Perdónenme la
inocencia de haber leído y apreciado, durante tantos años, unas historias tan
políticamente incorrectas! Tal vez los héroes de antaño parecen machistas, xenófobos,
discriminadores, antiecológicos y homofóbicos, pero eran tipos normales y simpáticos,
que estimulaban la amistad, la lealtad y la práctica de las virtudes morales. También
a ellos les debo una infancia muy feliz.