Tan nervioso estaba que
creía que nosotros estábamos en su contra, y en cambio defendíamos no sé que
intereses, los de la monja que le había regañado por salir del albergue sin
desayunar, o los de la Iglesia, según él
en todas partes lo humillaban…, hasta llegó a decirle a mi compañero que
parecía “jesuita”.
Lo tomé a broma, para
distender un poco el ambiente, y le dije a mi compañero: ¡vaya, ya era hora de
que tocara a ti que te tomaran por Padre, y nada menos que jesuita!, el hombre
no nos dijo qué quería decir con ello, pero estaba claro que se encontraba
muy suspicaz, todo le parecía en su contra, incluidos
nosotros, que estamos aquí para escuchar. Pero, hoy sí que nos puso a prueba
este buen hombre, pues estamos mal acostumbrados a los elogios.
Claro que tenía
motivos, para estar suspicaz y para salir temprano del albergue esta mañana, sin desayunar. Tenía que ir con
toda urgencia al banco (Bankia, para ser exactos), pues es 25 y debía cobrar.
Pero, como le habían embargado la nómina extraordinaria de julio, temía que
este mes le hicieran la misma faena. El embargo se debe a una deuda con el
Excelentísimo Ayuntamiento de Cádiz, propietario de su vivienda, motivo por el
cual además lo ha desahuciado. Entonces
este hombre, sin previo aviso, dice él, se ha visto en la calle y sin dinero.
Como ha agotado los
tres días de albergue en Cádiz ha venido a San Fernando, y le ocurren estas
cosas que hemos comentado al principio. Al final logramos que se calmara y nos
dio la mano, agradecido.
Acusa dos injusticias
tremendas de esta sociedad, y nos reta a que las denunciemos: aunque es
pensionista, el ayuntamiento lo desahucia, y además le embargan la cuenta. ¡Pero
cómo es posible que haya tanta indulgencia, y tanto desinterés de la Justicia y
de Hacienda para que se devuelvan al estado, o sea a todos los ciudadanos, los miles y millones de euros que roban
políticos y funcionarios, y en casos como este la actuación sea inmediata y
fulminante!
La avaricia de la
Administración y de los bancos con los débiles de la sociedad, es una ofensa a
la dignidad de las personas, una injusticia tan injustificable, que prueba el
culto que le dan al dinero, al que nos someten
y nos obligan a pagarle un tributo, de grado o por fuerza, tan alto a veces,
que arranca parte de nuestra vida, a otros los expulsa de la vida social, y a
muchos los convierte en marginados.
Por eso nuestro amigo
hoy estaba tan alterado, porque no quiere, de pronto, de la noche a la mañana,
sentirse un marginado.
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