domingo, 24 de agosto de 2014

¿Tintín coadoptado?


P. Gonçalo Portocarrero de Almada

 http://observador.pt/opiniao/tintim-co-adoptado/
23/8/2014, 14:18127 PARTILHAS

Hergé es, de hecho, un autor de culto: sus libros de aventura son una referencia, no sólo de la literatura juvenil, sino mundial. Es verdad que sus primeros textos pecaban de alguna ingenuidad, como el anticomunismo primario de Tintín en el país de los soviets, el colonialismo paternalista de Tintín en el Congo, o el simplismo sociológico de Tintín en América. Pero, después de sobrepasada esa tendencia inicial, la obra de Georges Remi ganó en naturalidad. Tanto el protagonista, como sus amigos, a pesar de sus inevitables defectos, eran amables ejemplos de virtud. Tintín es, por así decir,  el héroe que encarna los valores humanistas de la Europa de mediados del S. XX. Pero, en pleno siglo XXI, ¿estas aventuras y sus principios éticos aún siguen siendo válidos?
 

La cuestión tiene alguna razón de ser. La evolución, o involución, moral de estas últimas décadas, obligó a que Lucky Luke, un personaje de la banda diseñada creada por Morris, sustituyese el cigarro, que siempre tenía en el canto de la boca, por una inocua paja. Tintín no fuma, pero el tabaquismo está presente en el capitán Haddock que, a pesar de presidente de la liga de los Marineros Antialcohólicos, es un bebedor crónico. Pero, para algunos lectores actuales, esa no sería, ni de lejos, la peor pega de la obra de Hergé que, para ser precisos, les parece que es machista, xenófoba, discriminatoria de las minorías, antiecológica y homofobica.

De hecho, Tintín y todos los protagonistas de sus aventuras son de sexo masculino. Ni siquiera, que yo sepa, ¡Milou es perra! El machismo de esta banda diseñada se acentúa también por el carácter ridículo de algunos personajes femeninos, de los que es prototipo la estridente Bianca Castafiore.


De algunos años a esta parte, las realizaciones cinematográficas norteamericanas integran generalmente algún actor de raza no blanca, o algún portador de deficiencia, pero no hay ningún representante de las minorías étnicas, o discapacitado, en los principales papeles de las aventuras del xenófobo y eugenésico reportero. Peor, su piel rosada y su penacho loro encajan perfectamente en el tipo ario, de tan nefasta memoria.

Otra ausencia significativa es la ecológica: las aventuras contra el mal nunca contemplan la defensa del habitat natural, pues no hay ninguna historia del héroe juvenil contra le agujero de la capa de ozono, la extinción de las focas, o el calentamiento global. Desgraciadamente, tanto la gripe de las aves como la gripe A no sobrevivieron a los titulares que preconizaban sus efectos pestilentes, dignos de una catástrofe mundial y… de una aventura sensacional.

Otra grave omisión es la que parece indicar una actitud homofóbica. Ya no hay telenovela en que no haya quien se enamore, o viva, con una persona del mismo sexo, pero esta realidad social está ausente de las aventuras de Tintín. En un universo predominantemente masculino, la cuestión incluso no sería de difícil solución: bastaría que los cómicos detectives Dupond y DuPont fuesen presentados como un felicísimo matrimonio.

En otro ámbito, el de las perversiones sexuales en que también son pródigas las modernas producciones literarias y cinematográficas juveniles, Hergé también lo omite. Para este efecto, Néstor, el mayordomo, debería ser un vicioso en prácticas sadomasoquistas, a cuenta de los dos maléficos hermanos Pardal, los anteriores propietarios de Moulinsart.

Urge una actualización moral de las aventuras de Tintín, para que esta obra continúe siendo una referencia de la literatura moderna juvenil. ¿Cómo? Es fácil: basta que el héroe principal sea hijo del capitán Haddock, el cual, en ausencia de una madre, recurre, al efecto, a una anónima barriga de alquiler. El viejo lobo de mar, que mientras cambia el vicio de la bebida por las virtudes del crack, también se puede asociar  matrimonialmente con su amigo y compañero, el profesor Tornasol que, por vía de esta unión, podría coadoptar a Tintín. Es lo que, con toda propiedad, se podría considerar, según los padrones morales laicos actuales, ¡un final feliz!

¡Perdónenme la inocencia de haber leído y apreciado, durante tantos años, unas historias tan políticamente incorrectas! Tal vez los héroes de antaño parecen machistas, xenófobos, discriminadores, antiecológicos y homofóbicos, pero eran tipos normales y simpáticos, que estimulaban la amistad, la lealtad y la práctica de las virtudes morales. También a ellos les debo una infancia muy feliz.

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