domingo, 9 de agosto de 2015

Alicia y la moral en el país de las maravillas


http://observador.pt/opiniao/alice-e-a-moral-no-pais-das-maravilhas/

Lea, vaya al cine y al teatro. Pero, si le ocurre que el libro, el cine o la pieza no tiene ninguna moral, acuérdese de la advertencia de la duquesa a Alicia: ¡Todo tiene una moral, pero es preciso dar con ella!

En el 150º aniversario de la publicación del conocido libro de Lewis Carroll, alias Charles Lutwidge Dodgson, y en pleno tiempo estival, viene a propósito un breve diálogo entre Alicia y la duquesa, que era ‘muy fea’ y de ‘baja estatura’, no obstante a la alteza de su condición social.

 “- ¡No imaginas qué contenta estoy de volver a verte, querida mía!- dice la duquesa, dando una palmadita afectuosa en al brazo de Alicia.”

Así comienza el noveno capítulo, que tiene por título “la historia de la falsa tortuga”, pero que, en realidad, se debería titular “La historia de la falsa neutralidad moral de las historias del país de las maravillas y no sólo”.

¿Por qué? la respuesta está en la conversación que continúa. Alicia, perdida en sus pensamientos, ignora por completo a la duquesa. Por eso, “con alguna sorpresa le susurra al oído:

“- Estás pensando en cualquier cosa, querida mía. Incluso te olvidas de hablar. En este momento no puedo decirte cual es la moral de esos pensamientos, pero intentaré encontrarla.

 “-Tal vez no exista ninguna moral – se atrevió a responder Alicia-.

 “- ¡Cállate, niña! –dice la Duquesa. –Todo tiene una moral. Basta que demos con ella”.

Hasta las historias menos moralistas tienen también una moral. Sería ingenuo pensar que hay romances, películas o telenovelas que, desde el punto de vista ético, son absolutamente neutras.

Por ejemplo, las producciones cinematográficas norteamericanas generalmente incluyen, en uno de los papeles principales, algún negro. Obviamente, tal cosa no sucede por casualidad, sino a propósito que, en este caso, es el loable principio de la inclusión y de la igualdad de todos los seres humanos.

No siempre, con todo, es así. Po supuesto, hay virtudes morales que las producciones artísticas, sean ellas literarias o cinematográficas, transforman en vicios, y vicios que son presentados como si fuesen virtudes. Por ejemplo, la obediencia raramente es elogiada, porque se prefiere exaltar la rebeldía. La infidelidad conyugal, por regla general, no es vista como un mal a evitar, sino como un mérito añadido, porque un héroe, o una heroína, quiere ser capaz de provocar pasiones arrebatadoras.

Mientras tanto, lo mismo cuando se infringen ciertos cánones éticos, las novelas modernas nunca son totalmente amorales. Por eso, es inimaginable que una producción artística proponga un Hitler galante y glamoroso. Pero un glamoroso Che Guevara que, por supuesto, no era mucho mejor, ya sería aceptable. Un bebedor empedernido puede transformarse en un príncipe encantado, pero nunca sería un compulsivo fumador.

Es muy positiva esta unanimidad en la condenación del nazismo, pero es una pena que no abarque otros totalitarismos, no menos nefandos. No se puede alentar el tabaquismo, pero es curiosa esta hipersensibilidad ética en relación a un mal menor, cuando desórdenes mucho mayores no son proscritos ni censurados por la poderosa industria del divertimento. No sería preferible una heroína, o un héroe, que sea buen ciudadano, buen cónyuge, buena madre o buen padre, honesto, trabajador pero fumador, en vez de alguien infiel en el matrimonio, mal progenitor, desleal en materia profesional, bebedor y tramposo pero que… no fuma?


En tiempo de vacaciones, lea, vaya al cine y al teatro. Pero, si le ocurre que el texto, la película o la pieza no tienen ninguna moral, desengáñese. Acuérdese de la sabia advertencia de la duquesa a Alicia: “Todo tiene una moral. Basta que demos con ella”.

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