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Un judío británico, nacido austríaco, ‘se vengó’
de los cristianos que, en 1938, lo salvaron de una muerte cierta por los nazis,
creando un fondo para el recate de los cristinos perseguidos en Oriente Medio
Arthur George
Weidenfeld es un joven británico que, el próximo día 13 de septiembre, cumple
96 primaveras. Nació austríaco y tenía 18 años cuando, en 1938, el ejército
nazi ocupó su país. Siendo judío, lo más cierto es que hubiese sido deportado a
uno de los numerosos campos de concentración donde, con toda probabilidad,
encontraría la muerte, como tantos otros judíos y no sólo. Pero tuvo la suerte
o, mejor dicho, la gracia de tener quien lo librase de ese más que probable
destino. En efecto, fue socorrido por cristianos, que también propiciaron su
emigración a Gran Bretaña, donde consiguió residencia y trabajo.
Desde entonces,
Weidenfeld, a quien la reina Isabel II hizo par del reino y barón, se siente en
deuda con los que lo salvaron, porque entiende que les debe su supervivencia,
seriamente amenazada después de la anexión de Austria por el Tercer Reich. Los
años transcurridos desde entonces – ¡más de setenta!- no bastaron para olvidar
esa deuda de gratitud y, por eso, quiso ‘vengarse’ de sus benefactores de
1938,creando un programa que se propone
rescatar los cristianos que son perseguidos en países de Oriente Medio,
sobre todo por el auto intitulado Estado Islámico, responsable del asesinato de
millares de seguidores de Cristo. La Weidenfeld Safe Havens Fund se propone
rescatar aproximadamente dos mil cristianos, en Siria y en Irak, durante los próximos
dos años.
A pesar de la dimensión
trágica del referido genocidio, pocas han sido las veces que se levantaron para
condenar esta implacable persecución religiosa, que todos los días cosecha
nuevas vidas. El Papa Francisco parece ser la excepción que confirma la regla,
pues se ha referido con frecuencia a este nuevo holocausto. Pero sus alertas no
han tenido la virtud de despertar la comunidad internacional, que parece más
interesada en resolver la crisis financiera que en defender los millares de
cristianos que están en peligro inminente de vida en la atormentada región del
próximo Oriente, en Pakistán –donde la católica Asia Bibi, condenada a muerte
por blasfemia, continúa presa- en
Nigeria, en Sudán, etc.
Aún el 9 de julio
pasado, el Papa confesó el dolor que lleva en el alma: “asistimos consternados
a la persecución de cristianos en el próximo Oriente y en otras partes del
mundo”, donde “tantos de nuestros hermanos y hermanas son perseguidos,
torturados y muertos por su fe en Jesús”, especialmente en Irak y en Siria,
donde no sólo algunos cristianos son decapitados, por razón de su fe, también
los supervivientes son forzados a convertirse al Islam. No obstante la
insistencia de las apelaciones, las organizaciones políticas y humanitarias
optaron hasta la fecha, por lo que parece, por una cómplice indiferencia.
Gracias a Dios, no ha
sido ese el caso de lord Weidenfeld, que en buena hora tomó la iniciativa de
lanzar esta operación de rescate de cristianos perseguidos en la Tierra Santa y
en toda la región. Según información facilitada por la Lugar-Tenência de
Portugal da Ordem do Santo Sepulcro, una organización pontificia mundial al
servicio de los Santos lugares y de las respectivas comunidades cristianas,
este proyecto, a pesar de tener sólo unas semanas de vida, ya expatrió, hacia Polonia,
ciento cincuenta cristianos Sirios.
No obstante la
naturaleza humanitaria de la operación, surgirán algunas críticas al carácter confesional del apoyo que este fondo presta. Arthur
George Weidenfeld explicó, mientras tanto, que la iniciativa nació de la deuda
contraída por él y por muchos otros jóvenes judíos, integrados en los Kindertransports,
para con las confesiones cristianas que los salvaron, llevándolos a Inglaterra.
Habrá quien diga que
los judíos son muy ‘vengativos’ y materialistas y, si así fuera, el promotor de
esta iniciativa no es la excepción. Con todo, su ‘venganza’ es muy especial,
porque es expresión de su gratitud y totalmente desinteresada. Una actitud que
el querría ver compartida por todos los miembros de su pueblo: “nosotros, los
judíos, debemos ser también agradecidos y hacer alguna cosa por los cristianos
en vías de extinción”.
Mientras tanto, el barón
Weidenfeld no tiene razón cuando afirma que, como no puede salvar a todo el
mundo, se contenta con ayudar a algunos cristianos. La verdad es que, al
contrario de lo que afirma, quien salva a un hermano, sea o no cristiano, se
salva a sí mismo y salva al mundo también.
Sacerdote católico
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