Habíamos creído que podríamos confiar ilimitadamente, siempre,
en una sociedad en continuo crecimiento, que garantizaría nuestro futuro y el de nuestros hijos, pero, ya no es así, y
se buscan desesperadamente, en río revuelto, ideologías que aporten algo de luz y confianza
en que el ser humano es capaz por sí solo de garantizar su supervivencia…
Así, a los
rencores presentes algunos resucitan
viejos enfrentamientos, odios, guerras… ignorando completamente la tutela
divina, cuando lo que no debemos hacer, por lo que más queramos, por nuestro
propio bien incluso, es recurrir a ella, ya que todo lo puede.
Hemos caído de nuevo en el gran pecado de la soberbia, los nuevos
salvadores pretenden ser mejores que los que nos han conducido a esta crisis
total, y pretenden imponer su ideología totalitaria (‘tonto y malo el que no
adopte sus dictados’) en la que no quepa ni siquiera la excelsa idea de Dios; Entre
unos y otros, por dejación de sus deberes y malos servicios los
anteriores, por prepotencia y orgullo
los que quieren gobernar imponiéndonos a
todos su ideología, están construyen nuestro propio infierno.
Y Dios nos parece que calla, y es que no lo reconocemos, porque
nos hemos desacostumbrado a escuchar su voz. Pero, a nuestro pesar incluso, Dios
nos juzga silenciosamente, en nuestro interior, y como hacemos un ruido ensordecedor, no lo oímos, y mucho menos lo escuchemos… ‘Mas,
la voz de Dios no estaba en la tormenta, ni en el fuego, ni en el rayo… es una
brisa suave’, humilde y servicial, pues hace lo que dice, no engaña. Me temo
que cada vez estemos menos preparados, aunque tampoco dispuestos, a escuchar a la
Verdad.
Antes la cultura clásica nos enseñaba desde niños a
entender y aceptar el mundo, para mejorarlo e ir ascendiendo peldaños en la
evolución histórica; ahora no entendemos nada, porque todo es cercano, rastrero y relativo, le falta perspectiva y estímulo, no ofrece por tanto confianza tanto en uno
mismo como persona como en los demás
como sociedad. A cambio se nos trata de imponer una ideología, halagadora pero totalitaria.
“¿No lo sabéis ni
lo habéis oído? / ¿No os lo han dicho
desde el principio? / ¿No habéis llegado a entender / cómo se sostiene la
tierra? / Él habita en el orbe terrestre / (…) / Despliega el cielo como un
toldo / y lo extiende como tienda habitable. / Él convierte en nada a los
príncipes / y transforma en nulidad a los gobernantes (…)
/
¿Con quién me compararéis? / ¿Con quién me asemejaréis? /(…)
/
Ved quién ha credo estas cosas / El que saca a su ejército innumerable / y llama a cada cual por su nombre. / Tan sobrado de poder y de fuerza / que no
puede fallarle ninguno (…) /
¿No lo sabes, no lo has oído / que el Señor es un Dios
eterno, creador de los confines de la tierra? / No se cansa ni desfallece, / su
inteligencia es inescrutable. / Da fuerza al cansado, / aumenta el vigor de los débiles. / Los
jóvenes se cansan y se agotan, / una y otra vez tropiezan los mozos; / Recobran
en cambio su fuerza, / Los que esperan en el Señor, / Alzan su vuelo como las
águilas; / Corren pero no se cansan, / andan y no se fatigan. Is. 40, 21-31
Amén.
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