Un intento de mitin.
Discusiones estériles
Esta mañana en la oficina vivimos un
intento de mitin, un señor muy “indignado” salió de su
entrevista con la trabajadora social con los ánimos un tanto exaltados y
provocaba a los presentes a expresar su descontento con la nula
atención que les prestan a los parados los distintos servicios sociales, incluida
Cáritas, y lo mal que está España.
Gracias a Dios, nadie le siguió el juego, más aún, poco a poco lo fuimos calmando y convenciendo de
que aquel no era el lugar para quejarse de aquel modo. Primero yo le dije que esta oficina no estaba para
facilitar viviendas, que era una oficina para la atención a
personas sin hogar, y que él además había dicho que cobraba una
pensión, pequeña, pero al menos cobraba algo. A continuación unos
y otros fueron exponiendo con mucha calma y convicción sus
argumentos, unos a favor del hombre “indignado”, otros en contra; alguno creo recordar que insinuó que por dignidad debería callarse ya que la mayoría de los presentes no disponían de ningún
recurso, unos acogidos al
hogar y otros durmiendo en la calle.
Hoy mismo, a la misma hora había
llegado uno de tantos ejemplos de parado en nuestra pobre España:
joven, con tres carreras, con una depresión de la que, gracias a
Dios, espera salir pronto para poder irse al extranjero; ahora
trabajará una temporada captando clientes para un hotel entre los
turistas, y en cuanto pueda regresará a C. y de allí a Europa.
Reconozco que me afectó, cree uno que ya está curado de espanto y acostumbrado a escuchar las cifras todos los días, pero no
es lo mismo escuchar su relato al protagonista de la tragedia. Ni
siquiera la policía le permitió dormir en la playa en su tienda de
campaña, ¿no pudieron hacer la vista gorda en esta ocasión? claro que luego el mismo levante lo ha obligado a levantar la tienda…
Como él, otro señor, un armenio,
refugiado político. Otro europeo, enfermo y bastante despistado. Hoy
es uno de esos días en que la oficina representa la aldea global, y
pone en evidencia que en todas partes todos los hombres tenemos la
mismas necesidades, siendo la primera la de una vida digna, y que
estamos dispuestos a recibir cualquier ayuda que quieran darnos para empezar a alcanzarla.
Por eso tendríamos que estar más
pendientes de atender y escuchar en vez de liarnos en discusiones
estériles y nocivas contra unos y contra otros.
Pero la discusión que más estéril y
nociva me parece es la crítica desaforada contra la iglesia, por sus
propiedades, piensan algunos que vendiendo los bienes iban a saciar
el hambre de muchos, qué absurdo, y luego qué, ¿no expropió la
revolución francesa a sus nobles y se empobreció en poco tiempo?,
¿no fue un fracaso la estatalización de la propiedad en los países
comunistas?, ¿qué creen que se iba a conseguir con la venta de
bienes de la Iglesia? Con toda seguridad sería insuficiente y
durarían muy poco sus efectos, y ya nadie podría atender a los
pobres en mucho tiempo, porque desaparecerían iglesias y museos, no se
podrían financiar tantas obras de caridad que atienden a los menos
favorecidos; tampoco tienen en cuenta que estos bienes irían a parar
a personas ricas que podrían comprarlas, como pasó en el siglo
diecinueve en España con la desamortización de los bienes de la
Iglesia, que los pobres de las ciudades pasaron mucha más necesidad, porque algunos conventos tuvieron que cerrar y dejaron de suministrar la "sopa boba" que calentaba el estómago de tantos mendigos.
Muchos no piensan en estas
consecuencias. Con toda seguridad sólo les mueve la crítica, cuanto
más critican y más alto gritan sus falsos argumentos, creen estar
cargados de razón, y si dan un paso más y empiezan a ofender,
insultar se creen vencedores, y que así acabarán con la Iglesia. No
son conscientes muchos de que sólo están siguiendo unas consignas
progres, con apariencia de tolerancia y libertad, movidas por unos
intereses ocultos, que sólo desean el poder para ejercerlo sin
ningún control moral, sin ninguna garantía jurídica sólida y
aceptable por todos.