martes, 8 de mayo de 2012

“Trocitos de eternidad”




Esta misma mañana se me ha ocurrido denominar así a ese tiempo transcurrido sin que tú te des cuenta, donde  todo es maravilloso, y de repente vuelves a la realidad.

Hoy F. nos contó lo que le había pasado el oto día con la lluvia, resbaló y cayó al suelo en un charco de agua mezclado con orines, de manera que a parte del mal olor corría riesgo de coger una infección. Entonces decidió ir al albergue a pedir ropa limpia; como la hermana le ponía pegas le soltó una de sus frases-“mantra”: “lo que has recibido gratis, gratis debes darlo”; inmediatamente actuó la Providencia en su socorro. Él tiene un alijo interminable de recursos para resolver sus problemas, pero sobre todo, tiene humildad y paciencia. Le confesé que lo admiraba porque con la capacidad intelectual que tiene nunca le he oído ninguna queja desagradable, y siempre termina aceptando la voluntad de Dios.

Yo estaba hoy un poco cargado entre las cervicales y el ajetreo de las conversaciones cruzadas…Miraba el reloj y vi que ya era hora de irme, pero seguía allí F. y no tenía ninguna prisa, también llegaron más personas y no dije nada. Salí a fuera para acompañar a F. que quería fumarse un cigarrillo, seguimos conversando como si nada pasara, mezclando anécdotas de nuestra vida y sacando conclusiones, siempre en el mismo sentido, que nada ocurre porque sí, o, como repite F. una y otra vez :”si es voluntad de Dios”.

Y entonces ocurrió el “milagro”, cuando entramos y volví a mirar el reloj habían transcurrido tres cuartos de hora y no me había dado cuenta, la prisa que tenía había desaparecido, y les dije asombrado pero es esta hora…si acabo de mirar el reloj y eran todavía las... Entonces F. me responde con toda la calma y una sonrisa: “Sí, eso pasa. Estabas tan a gusto conmigo, porque hablamos de verdad de cosas que nos gustan…” Lo miré y entonces se me ocurrió esa expresión, quizá un poco cursi: “son trocitos de eternidad”.

“Si no os hacéis como niños…”. Así es, los niños se entregan a quien les gana su confianza y no se cansan ni quieren que se termine su felicidad. Lo importante hoy es no dejarse seducir por modernos flautistas de Hamellin que secuestren a nuestros niños y nos arrebaten con ellos la capacidad de sorpresa, la imaginación, la sencillez y la inocencia necesarias  para dar respuestas a las cuestiones más difíciles de la vida.

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