Esta misma mañana se me ha ocurrido
denominar así a ese tiempo transcurrido sin que tú te des cuenta, donde todo es maravilloso, y de repente vuelves a la realidad.
Hoy F. nos contó lo que le había
pasado el oto día con la lluvia, resbaló y cayó al suelo en un
charco de agua mezclado con orines, de manera que a parte del mal
olor corría riesgo de coger una infección. Entonces decidió ir al
albergue a pedir ropa limpia; como la hermana le ponía pegas le
soltó una de sus frases-“mantra”: “lo que has recibido gratis,
gratis debes darlo”; inmediatamente actuó la Providencia en su
socorro. Él tiene un alijo interminable de recursos para resolver
sus problemas, pero sobre todo, tiene humildad y paciencia. Le
confesé que lo admiraba porque con la capacidad intelectual que
tiene nunca le he oído ninguna queja desagradable, y siempre termina
aceptando la voluntad de Dios.
Yo estaba hoy un poco cargado entre
las cervicales y el ajetreo de las conversaciones cruzadas…Miraba
el reloj y vi que ya era hora de irme, pero seguía allí F. y no
tenía ninguna prisa, también llegaron más personas y no dije nada.
Salí a fuera para acompañar a F. que quería fumarse un cigarrillo,
seguimos conversando como si nada pasara, mezclando anécdotas de
nuestra vida y sacando conclusiones, siempre en el mismo sentido, que
nada ocurre porque sí, o, como repite F. una y otra vez :”si es
voluntad de Dios”.
Y entonces ocurrió el “milagro”,
cuando entramos y volví a mirar el reloj habían transcurrido tres cuartos de
hora y no me había dado cuenta, la prisa que tenía había
desaparecido, y les dije asombrado pero es esta hora…si acabo de
mirar el reloj y eran todavía las... Entonces F. me responde con
toda la calma y una sonrisa: “Sí, eso pasa. Estabas tan a gusto
conmigo, porque hablamos de verdad de cosas que nos gustan…” Lo
miré y entonces se me ocurrió esa expresión, quizá un poco cursi:
“son trocitos de eternidad”.
“Si no os hacéis como niños…”.
Así es, los niños se entregan a quien les gana su confianza y no se
cansan ni quieren que se termine su felicidad. Lo importante hoy es
no dejarse seducir por modernos flautistas de Hamellin que secuestren
a nuestros niños y nos arrebaten con ellos la capacidad de sorpresa,
la imaginación, la sencillez y la inocencia necesarias para dar
respuestas a las cuestiones más difíciles de la vida.
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