jueves, 24 de mayo de 2012

Perdidos




Alfonso viene de un lugar concreto de nuestra patria, pero no sabe donde se encuentra, él solo sabe donde quiere ir y pone en marcha su voluntad y sus pies, y no repara en la distancia, porque lleva en el centro del corazón el objetivo, él quiere ir a ver a su hermana, en Sevilla.

No repara en riesgos para alcanzar su objetivo, ajeno a la realidad, y sus pies le obedecen hasta la extenuación, sin comer, con breves e incómodos descansos en los bordes de los caminos, para no perder el tiempo, para no malacostumbrarse a la comodidad, en espera de encontrarse con su hermana lo más pronto posible.

¿Es que no lo ha visto nadie en su largo trayecto? ¿Nadie le ha hablado? Es posible, todos tenemos prisa,  una prisa que nos ha hecho crecer orejeras para no distraernos con el entorno; si no nos damos de bruces con algo o alguien no somos capaces de darnos cuenta de que algo o alguien pasa nuestro lado, no vamos entonces a reparar en los detalles, en el aspecto de quien pasa a nuestro lado, eso es perder el tiempo, además, cada cual se las apañe el solito.

Alfonso es un ser solitario, vive con un hermano, pero a menudo se escapa, lo malo es que esta vez ha ido demasiado lejos, desde el Mediterráneo hasta Sevilla. Bueno, en realidad no sabemos si ha llegado a Sevilla, porque en el transcurso de una mañana unos dicen que viene de L. y va a S., otros dicen que al revés; lo cierto es que ayer durmió en el albergue porque allí lo llevó la policía que lo había encontrado andando por la autovía. Durmió una noche y ya no volvió; claro, tenía que seguir su viaje, sólo obedece a su corazón y a su voluntad, además, yo creo que el descano le sentó mal porque no está acostumbrado a esos lujos y sus músculos y sus pies habían empezado a no responderle, por eso cojeaba, pero sin una queja, cuando hoy lo acompañaba de vuelta al albergue.

Apareció en la oficina  avanzada la mañana, hambriento, sin fuerzas, sólo acertó a decir que estaba cansado y hambriento, que había salido de L. y que quería ir a S., y que no ha parado desde que salió, no recordaba que había pasado la noche en el albergue y que había cenado y desayunado. Claro que este hombre llamaba la atención, precisamente por su debilidad, física y mental.

La trabajadora social se encuentra ante un caso complicado; menos mal que el hombre lleva una tarjeta sanitaria con un teléfono de la médica de familia que le corresponde a Alfonso, a esta doctora ha llamado la trabajadora social y le ha puesto en contacto con los servicios sociales  de aquella comunidad autónoma; ha logrado que le den el  teléfono de una hermana de A. y gracias a ella sabemos el mal que padece Alfonso, que se escapa o se pierde, pero que ella ahora no puede venir a recogerlo,  que hagamos nosotros lo posible por facilitarle el viaje de vuelta.

Pero entonces, los servicios sociales para qué están, nuestra trabajadora les ha  facilitado toda la información, aquí lo hemos recogido, y ahora qué hacemos con un hombre que no sabe dónde está, quién es, porque el DNI está caducado, y en su comunidad no se hacen responsables, y su familia no puede recogerlo. ¿Alguien entiende esto? ¿Podemos considerarnos en un país desarrollado y humanitario? ¿Podemos considerarnos todos los españoles iguales según el territorio (no quiero utilizar deliberadamente la palabra Comunidad) en que vivamos? ¿Tenemos una patria los españoles donde nos sintamos protegidos con agrado?

Cualquiera que fueran las respuestas a tantas preguntas, Alfonso nos demuestra que todos estamos tan perdidos como él, pero nosotros sin motivo, nosotros es por egoísmo, por comodidad, y por una rebeldía sin causa, y mucha ignorancia.

Hemos cambiado muchos términos para sentirnos más modernos, más libres, diferentes, no nos hemos dado cuenta que tras de los términos se esconde una realidad, y entre estos términos desechados a mi me apetece recuperar el de  Madre Patria, lo prefiero al de "papá estado", que se me parece más al  “tío concede”, como decían en mi pueblo, el papá que está para garantizar derechos y disimular y reducir los deberes. La madre patria nos obliga por naturaleza a amarla,  protegerla, cuidarla y mimarla, y claro, tanto esfuerzo nos produce fatiga, eliminamos el término y ya está, cada cual que haga lo que le apetezca.

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