Hoy no puedo por menos de expresar mi
admiración por “mi trabajadora social”, a pesar de que llevemos
en este oficio más de cuatro años juntos, en estrecha colaboración
y muy buen entendimiento.
¿Y por qué quiero resaltar mi
admiración por ella? Pues, por su capacidad de trabajo, aunque esta
capacidad es reconocida por todos desde que la conozco; por su
capacidad para escuchar, aunque..., lo mismo que antes; por su
capacidad para comunicar a cada “usuario” o demandante de ayuda,
sea del tipo que sea, lo que le conviene para solucionar su problema,
pero esta cualidad también es ampliamente admitida, salvo por esos
que no toleran la verdad o no quieren saberla para seguir cómodamente
como están; por su simpatía y permanente buen humor, pero esto lo
saben en gran parte del territorio nacional, a quienes les interesa,
claro está.
Pero hoy mi admiración es por todo
esto junto más por su modo de actuar, con una dedicación plena,
defendiendo con entusiasmo el espíritu de Cáritas, y sacando el
máximo provecho de los medios que la institución le ofrece.
El calor nos tenía hoy un poco
agobiados a todos y el ambiente era más bien relajado. Esto me
permitió compartir más tiempo con la trabajadora social en su
despacho, y conocer los progresos realizados y los métodos empleados
en la solución de dos casos que producen cierta ternura. Ha logrado
contactar a través del Facebook con la hermana de uno de ellos y con
la sobrina del otro, una en España y la otra en el extranjero, y
son personas que causan buena impresión por sus comentarios.
Ella ha arrojado la botella con el
mensaje a las autopistas de la información, ahora nos queda esperar
la respuesta, confiamos en que lo antes posible estas dos personas
sean acogidas por sus familiares y puedan abandonar la calle y
desterrar la soledad de sus vidas.
La verdad es que hoy destacan por su
frecuencia y su crudeza los desencuentros entre familiares y amigos,
con consecuencias para terceras personas muchas veces, menores
generalmente, y otras veces personas débiles mental y
afectivamente. Nada podrá sustituir el calor y la seguridad de una
familia, ni el progreso por el progreso, ni las tentadoras ofertas
del derecho individual a la libertad y felicidad a bajo coste, ni en
el cambio por el cambio. Hemos dilapidado un herencia preciosa de
conocimientos y valores que nos ha hecho progresar como nunca, por
eso ahora nos toca demostrar que somos mejores que las generaciones
pasadas, y para ello no basta con criticar, despreciar y acusar a las
personas e instituciones que han creado esta sociedad, con defectos,
pero muy fructífera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario