domingo, 27 de mayo de 2012

¿Qué nos hace reaccionar? Hoy, poca cosa.



Por Roque
Cuando veo cualquier acto humano repugnante, sucio, inmundo, nauseabundo... inhumano, y no hay que mirar casi nunca y cada vez menos, muy lejos de nosotros mismos, siempre intento comprender, advertir o incluso vislumbrar cómo puede ser. Bueno, no quiero mentir, he de reconocer que en la mayoría de los casos, me devora el odio, la rabia, la cólera, la ira, una infinita sed de violencia. No quiero ser correctamente político.
Es cierto que intento mirar más allá del ser inhumano y comprender, incluso, también como todos, me salta la gran pregunta: cómo es que Dios lo permite.
Pero también soy humano y sobre todo cuando se trata de crímenes contra los niños, no puedo evitar convertirme en un verdadero animal. Pero se me pasa, empiezo a pensar en la ingente cantidad existente de malos actos, de malas acciones, de maldad en general y en resumen de los crímenes humanos contra humanos.
Y no hablemos de patologías, que bueno, hasta cierto punto, la desviación de todo ser es hasta medio aceptable, medio comprensible que el milagro de la vida, miles, millones de veces repetido, pueda engendrar descarríos. No, me gustaría saber y me angustia, conocer como el ser humano normal, más veces que menos pisotea, maltrata, daña, insulta, perjudica, arruina, hiere, humilla, ofende, mancilla, escarnece y asesina, mata, incluso es capaz de acabar con sus semejantes.
Está claro que vivimos en un mundo muy complicado, y quizás hemos bajado el listón de casi todo y hay la infinidad de sucesos y episodios de todo tipo que se nos pasan desapercibidos, pero no es algo exclusivo de nuestro tiempo. Antes y después de la persona más importante de la historia, del ser humano y que vino a purgar nuestros pecados, como digo, antes de nuestro Señor Jesucristo, mucho antes y mucho después, lo que quizá aún pueda ser más inexplicable, seguimos casi o sin casi, seguimos igual o peor. Y el escandaloso desarrollo tecnológico e intelectual de estos últimos años, no ha servido para otra cosa más que para nuevas formas de destruir el alma o el cuerpo propio o del hermano.
No soy un crío, ni tan siquiera joven, ni de físico, ni de intelecto, pero no entiendo nada y cada vez menos. Sino existieran mis más cercanos seres queridos, sino tuviese aún mis valores y mi fe, creo que me volvería chiflado, loco, desequilibrado.
Si quieres vivir en paz, sobre todo con uno mismo y además teniendo que dar un ejemplo y una educación a unos hijos, amar de verdad a tu mujer, ser educado, amable y arrimar el hombro a todo aquél que puedas, si quieres vivir en la verdadera paz que te da el sentir que eres importante para tus hijos, para tu mujer, para tus amigos, para las personas que intentas ayudar, tienes que tener una paz interior, una armonía de alma y mente, que si te paras a observar un poco ésta bola azul que se emponzoña, es muy difícil no caer en el desánimo, en el desconcierto, en la desazón, en la desmoralización, en el desengaño y casi en la apatía, o más grave, en la insensibilidad, en el letargo, en la parálisis, en la desidia, en la indolencia y aún más allá, en la construcción de tu trinchera y ser uno más que asoma el mosquete sobre el borde y disparas antes de pedir explicación, que saltas y corres a saquear al más débil que por allí pase para volver a agazaparte, para volver a mirar con ojos de odio, de desconfianza, de resentimiento y de aborrecimiento a todo ser humano que no sean los que están contigo en la trinchera, en tu foso, dentro de tu parapeto, de tu muralla y proteger tu mísero pan.
Que felicidad compartir absolutamente todo, sin miedo, sin “retranca”, sin desconfianza, sin suspicacias. Dar un abrazo de ánimo, de calor, de humanidad a quién lo necesite, agarrar la mano de quién se hunde, poner tu hombro de contrafuerte para quién se cae, lanzar mil y una palabra sin aprensión, sin recelo para todo aquél que las necesite, apuntar con tus dedos el mejor, mas fácil y más cómodo camino, hacer que tus ojos siempre expresen comprensión, amor, esperanza, coraje y que sean como dos bolas de un virus que todo esto lo contagie.
Dar fuerza, valor, esperanza… fe.
No doy clases magistrales, mensajes salvadores, consejos sabios, no, no, no soy más que un hombre perdido, si perdido, porque aunque me siento afortunado de tener una familia que me quiere, de tener lo suficiente para alimentarnos y de tener mis valores y mi fe, sufro por los demás, tengo mucho miedo del futuro, creo en Él, pero las cosas son como son y soy un poco cabezón y me cuesta tener esperanza, para nosotros, para ellos, para todos, para los hombres, para los críos.
Que Dios nos ayude.

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