Y eso que no estamos en guerra, pero
muchos tiran a matar. Digo esto, muy dolido aún por el
enfrentamiento que tuve ayer con un amigo y compañero de
voluntariado. Yo le había prometido que no discutiría más de
política, pero claro, como para el socialismo todo es política,
pues venga a darle a los obispos, y ahí es donde yo me dejé llevar
y ataqué, digo ataqué con todas las letras, porque las
consecuencias han durado y siguen durando hasta este momento en que
escribo para desahogarme, o mejor dicho, para echar este demonio
fuera no sea que vaya a incubar algún resentimiento.
No puedo evitar sentirme molesto,
incluso atacado, cuando alguien, en nombre del “buenismo”, el
progresismo y un concepto idealizado de humanidad, arremete contra
un obispo, persona ejemplar, porque ha dado su opinión en una
iglesia, movido sin duda por su celo pastoral y el deber de ser un
guía seguro ante los peligros que acechan a los cristianos y a los
hombres en general.
Y reconozco que me molesta
especialmente que cualquier persona, por eso de que tiene derecho,
pero resulta que lo que le falta es capacidad de juicio, se atreve a
atacar sin ninguna piedad ni consideración, incluso sin sentido del
ridículo, a personas e instituciones que han aportado y aportan un
valor de ejemplaridad y son la mejor garantía para seguir
progresando con un mayor sentido de humanidad, y que son la mejor
garantía de la defensa de la dignidad del hombre, porque su modelo
es el mismo Dios hecho hombre por amor, y un amor universal y eterno.
Pero precisamente por eso, por tener a
Dios tan cerca, muchos no lo reconocen, les parece mentira. Unos
piensan en clave hedonista y buscan el placer a toda costa, otros
piensan en clave marxista para lograr una sociedad mejor y más
justa, por eso son partidarios de la lucha (odio) de clases, la
división entre ricos y pobres, la dictadura (violencia) del
proletariado; quieren hacer un cristianismo a medida de los
impacientes, los que se creen mejores porque defienden ideas
revolucionarias o progresistas; esto les parece más creíble que el
perdón, la conversión, el amor al enemigo, la paciencia y la
esperanza en merecer un día la vida para toda la eternidad.
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