Últimamente, me cuesta trabajo ser optimista, incluso físicamente
no estoy en mi mejor momento, unas veces es el calor, otras el frío…Pero no son
esas las causas, estas son en realidad las preocupaciones, o mejor las
pre-ocupaciones… por eso me había impuesto un pensamiento: “ahora que se
preocupen ellos. Yo he hecho cuanto he podido”.
Pues no, no es así, la realidad es que habiendo podido
llegar a este punto, es así que estás preparado para afrontar lo que sigue. La
vida tiene sentido entonces, y es esfuerzo, y es templanza, pero sobre todo
humildad. Darse uno cuenta de que no es Dios para arreglar la vida de nadie,
que cada uno tiene que dar cuenta de la suya, asumiendo sus fracasos y siguiendo
un camino sin retrocesos, sólo con altibajos, con una dirección, aunque a veces
no se vea bien.
Me cuesta, sin embargo, asumir que alguien sufra una recaída
de importancia. Hoy era el encuentro, cara a cara, y tenía miedo y confusión. Cuando
me dirigía al encuentro fui dejando por el camino cuantos reproches se me ocurrían,
no servirían de nada, no iban a contrarrestar su abatimiento, y su sentimiento de culpa.
Pero, como digo, se trata de una lección de humildad, a
veces le parece a uno que ha hecho… y no soy yo el que hace, lo hace el otro y
su propio sentido de la vida, y si en ese sentido de la vida cabe la del origen
y fin de la vida en Dios, entonces ya no hay que temer a nuevos fracasos.
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