viernes, 1 de noviembre de 2013

¡Innumerables santos, y los pequeños milagros de cada día!



Hoy es la festividad de Todos los Santos, ¡qué fiesta más bonita, y más alegre!, a pesar de las circunstancias, del empeño de la crisis  por querer estropearlo todo.

Digo esto principalmente por dos hechos que han ocurrido ayer. El primero fue por la mañana, vino una persona a nuestra oficina del Proyecto Diocesano de personas sin hogar para informarse de las actividades de voluntariado que podíamos ofrecerle. Al principio pareció un poco decepcionado por lo poco que yo le ofrecía, hasta que fuimos exponiendo nuestra particular idea del asunto y encontramos algunas posibilidades de colaboración.

Este hombre quería, lo dijo textualmente, justificar su paga de prejubilado, quería ofrecer sus servicios a otros, enseñar lo que sabe. No es la primera persona que manifiesta esta noble inquietud por devolver a la sociedad lo que esta le da, en vez de pensar que tiene derecho a vivir sin aportar algo a los demás, a la sociedad.

Su idea era colaborar en alguna especie de taller para personas necesitadas que demandaran formación en diversos oficios, o para intercambiar favores, arreglos de averías, etc., entre las mismas personas que se encuentran en paro, con o sin ayudas.
Él pensaba muy acertadamente si nosotros, en cáritas, además de dar víveres, teníamos alguna especie de coordinación entre las familias para que se ayudaran entre sí… ¡qué bonito! Eso mismo pensaba yo que se podía hacer, de hecho recuerdo un tiempo en que contaba con una “brigadilla de voluntarios” entre las personas del albergue para hacer las bolsas de comida de una cáritas parroquial. La idea merece la pena desarrollarla y más llevarla a la práctica.

La otra “maravilla” del día, víspera de Todos los Santos, ocurrió en la misa de las siete y media de mi parroquia. Estábamos preocupados por una familia que nos solicitaba ayuda para pagar un recibo de agua; como no pertenecía a nuestra parroquia intentamos que la parroquia que le corresponde se hiciera cargo, pero fue inútil. Nuestro párroco tuvo la feliz idea de pedir ayuda para pagar ese recibo de agua al final de la misa: “les voy a hacer una súplica”, dijo, no es un aviso… y en cinco minutos, terminada la misa, y en la misma iglesia, varias personas aportaron la cantidad solicitada a uno de los voluntarios del equipo de cáritas.

En la homilía, nuestro párroco, nos había expuesto con absoluta claridad el programa de un cristiano para ser santo y salvarse, o sea nos comentó las bienaventuranzas: Bienaventurados los pobres de espíritu…, los que lloran…, los que sufren…, los limpios de corazón, los que pueden mirar a Dios cara a cara, porque no tienen dobleces, y evitan que los demás sufran por él; bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia…, cuando os insulten y os persigan…


La respuesta de los feligreses fue inmediata, yo digo muchas veces que a las personas hay que darles la oportunidad de ser buenas y generalmente responden, es difícil negarse a hacer el bien, sobre todo cuando se pide para otros, cuando se pide mirando a la cara, con humildad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario