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En el ámbito de la acción política, los
cristianos son libres de actuar y escoger como actuar, si a ello le obliga su
conciencia, pero a ninguno le es lícito no defender la vida humana desde el
momento de la concepción.
Era una audiencia de
niños pequeños y, por eso, en mi reflexión sobre la Navidad, me limité a
propósito a contar los aspectos más felices de la más bella historia de
siempre. Les hablé de cómo María y José tuvieron que ir a Belén, de cómo se
refugiaron en un establo y, por fin, de cómo Jesús vino al mundo, acompañado
sólo por su madre y su esposo, sin olvidarme, como manda la tradición, del mulo
y la vaca. Tal vez también tenía que haberme referido a la adoración de los
pastores y de los magos, aquellos exóticos personajes que, con sus dones –oro,
incienso y mirra- dieron inicio y fundamento bíblico a la tan apreciada
tradición de los regalos de Navidad.
Estaba a punto de dar
por terminada mi intervención cuando una pequeñuela, que no levantaba más de
cincuenta centímetros del suelo, me tiró de la manga y, en tono de reproche y
de indignación, me preguntó:
-¿¡Y entonces Herodes!?
Por lo visto, aquella
visión romántica no le había agradado y, por eso, reclamaba la versión íntegra,
que yo tan púdicamente había censurado. Esperaba, por lo vito, que yo contase
también el terrible episodio de la mataza de los inocentes que, por cierto, no
ignoraba. Ya no sé bien lo que dije, pero aún hoy recuerdo aquella
intervención, porque fue una lección que nunca olvidaré.
La Navidad es una
fiesta en que todos, de una forma u otra, participamos como protagonistas. Es
un acontecimiento del que nadie es mero espectador. Más allá de los burros, que
miran la escena y de ella nada aprenden, pero que rebuznan mucho si los
quitamos de ella, hay pastores que adoran a Dios niño y gentes sabias y
pudientes que, como los magos, honran a Jesús con su caridad generosa. Pero
también hay posaderos malhumorados, moradores insensibles a las necesidades de
aquella joven madre, respuestas desabridas a un marido suplicante y tiranos que
matan niños inocentes, a veces aún por nacer.
Siempre hubo abortos, pero
tal vez nunca en la dimensión en que hoy se practican, un poco por todo el
mundo. Tal vez no sean muchos los entusiastas de estas prácticas que, a la luz
de la ciencia y de la tecnología moderna, ya no pueden ser entendidas como meros procesos de interrupción del
embarazo: hoy, por supuesto, nadie duda de que se trata, desgraciadamente, de “niños
asesinados antes de nacer” (Papa Francisco, 25-11-2014).Pero son muchos los
que, como yo en aquella versión “light” de Navidad, no quieren ver la dimensión
catastrófica de este drama, ni sentir el peso inmenso de este “continuo
holocausto de vidas humanas inocentes” (São João Paulo II, 29-12-1997).
Con todo, algunos valientes,
asentados en varias instituciones de inspiración cristiana, aún resisten. Es
una de esas asociaciones de donde surgió una iniciativa legislativa de
ciudadanos titulada “Por el derecho a nacer”. Aunque es discutible, como todos
los proyectos políticos, mereció el apoyo formal de la Conferencia Episcopal
Portuguesa y está próxima a alcanzar las 35 mil firmas necesarias para que
pueda ser apreciada por la Asamblea de la República. En el ámbito de la acción
política, los cristianos son libres de actuar y de escoger como actuar, hasta
el límite de no actuar, si a ello le obliga
su conciencia, pero a ningún cristiano es lícito no defender la vida humana
desde el momento de la concepción.
En España, un ministro
dimitió cuando el jefe de gobierno retrocedió en su propósito de restringir el aborto,
pero tal vez la próxima dimisión sea la del propio primer ministro, porque es
obvio que esta es una medida inevitable, también por imperativos de
supervivencia nacional.
La Navidad es una
fiesta de dramáticos contrastes: si nos entristece saber de tantos cristos que,
también hoy, el despotismo de algunos y la indiferencia de tantos asesinan, nos
alegra el misterio de aquella vida humana y divina que nos es dada en Jesús,
como esperanza de salvación y de felicidad para cada uno de nosotros y para
todo el mundo.