domingo, 9 de noviembre de 2014

ELECTRICISTA, COMUM DE OPERÁRIOS



P. Gonçalo Portocarrero de Almada

Na Voz da Verdade, 20 de Julho de 2014

Quien recorre el índice de las celebraciones del Misal Romano, en su edición portuguesa de1992, se encuentra, luego en la primera letra del alfabeto, con veinte fiestas o memorias litúrgicas con oraciones propias. De estas dos decenas de celebraciones, una corresponde al Santo Ángel de la Guarda de Portugal; otra, a un apóstol; nueve son de obispos, de los cuales seis son también doctores de la Iglesia; la cual completan tres presbíteros más, un abad, dos mártires y dos vírgenes, una también mártir. ¿Fieles cristianos casados? ¡Tan sólo Ana y Joaquín, Padres de Nuestra Señora!

El panorama no se altera en relación a la letra siguiente: de los trece contemplados, hay que registrar dos apóstoles; cuatro obispos, dos de ellos doctores de la Iglesia y los otros dos mártires; tres presbíteros; dos abades y dos religiosas. ¿Legos?¡Ninguno!

Se podría seguir la cuenta, mas los datos apuntados son suficientes para concluir que el Misal Romano, casi medio siglo después de la reforma litúrgica impulsada por el Concilio Vaticano II, continúa privilegiando a los clérigos y religiosos, en detrimento de las vidas santas de fieles legos, en muchos casos no menos meritorias, ni menos ejemplares. Si se tuviera en cuenta que, en este año
de gracia de 2014, la Iglesia universal muy justamente se alegra con la canonización de dos papas _ Juan XXIII y Juan Pablo II- y va a beatificar felizmente además a Pablo VI, se puede afirmar que esta tendencia se mantiene también en la actualidad, no obstante la enseñanza conciliar que recordó que los fieles legos son, a la vez que clérigos y consagrados, protagonistas de la misión eclesial, proclamando solemnemente el llamamiento universal a la santidad y al apostolado en la Iglesia.


La razón de esta preferencia algo clerical es comprensible: la santidad de vida de un Papa, como los tres mencionados, tienen mayor notoriedad que la existencia de un lego, cuya existencia ha sido tan discreta y común como la Sagrada Familia de Nazaret. Por otro lado, no es fácil promover un proceso de beatificación y, por eso, sólo la Santa Sede, las diócesis y algunas instituciones de la Iglesia pueden disponer de los recursos necesarios para ese loable fin.

Pero es de lamentar que, medio siglo después del Concilio Vaticano II, los legos continúen prácticamente ausentes del Misal Romano. Nótese a este propósito, que sólo están previstas las misas comunes de Nuestra Señora, de los mártires, de los pastores y doctores de la Iglesia, de las vírgenes y de los santos y santas. Quiere esto decir que un Papa, obispo o sacerdote santo es litúrgicamente contemplado con las oraciones del común de los pastores. Las religiosas, en cuanto vírgenes, tienen también derecho a un tratamiento litúrgico propio. Pero los fieles legos no merecen nunca atención especial en la reforma litúrgica e, ignorada completamente su condición familiar y profesional, son incluidos, a falta de otra mejor, en el común de los santos y santas, que es una especie de fosa común de los bienaventurados .

Hace falta una misa común de santas esposas y madres que, como Santa Juana Beretta Mola, se santificaron en el ejercicio heroico de sus deberes familiares y profesionales. La virginidad de las religiosas es muy loable, pero la condición matrimonial y maternal de tantas mujeres cristianas no lo es menos. Hacen falta textos propios para las misas de legos santos, como los que se destacaron  en el cumplimiento de sus obligaciones profesionales y cívicas, como Santo Tomás Moro, pues no son sólo los pastores y doctores de la Iglesia los que deben ser exaltados por sus dotes de gobierno y de sabiduría. Es tal el desequilibrio entre la realidad social y su reflejo en el Misal que, en la celebración litúrgica de los pastorcillos de Fátima, no procede el común de los pastores, sino el de los santos…

A cuenta de este arrebato posconciliar y anticlerical, un voto que es también una oración: quiera Dios que, si se prueba un día la santidad de vida de estos egregios cristianos, se pueda celebrar litúrgicamente la fiesta de San Balduino, Rey de los belgas, común de gobernantes; o la de Santa Irene Sendler, lega, común de asistentes sociales; o, también, la de San Lecch Walesa, electricista y sindicalista, común de operarios.



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