domingo, 9 de noviembre de 2014

Judas Iscariote y los católicos al 95%




Un fiel que sea un profesor incompetente, un fiscal corrupto, un empresario deshonesto, un mercenario negligente, un estudiante poco aplicado, no es sólo un mal profesional, también y sobre todo un mal cristiano.

Érase una vez un empresario de éxito, que presumía de ser el 95% católico. Cuando alguien le preguntó la razón de ese porcentaje, replicó:

- ¿ con el restante 5% es con lo que me gobierno!

La historia, como dirían los italianos, “si non è vera, è bene trovata”. De hecho, retrata a quien, diciendo ser cristiano, no vive, en su actividad profesional, las exigencias éticas de la fe en cristo. Son, tal vez, practicantes de algunos ritos, ciertamente necesarios para una coherente vida cristiana, pero no de ciertos principios morales, que son esenciales para un católico. Son incluso capaces de dar a la Iglesia, entre unas veces y otras, una limosna abultada, pero olvidan que su principal contribución debería ser el testimonio de su integridad moral.


Toda el mundo reconoce, con razón, que no tiene sentido que un católico no vaya a misa dominical, pero no todos detectan la incoherencia de quien reduce la vivencia de su fe a la participación semanal en la eucaristía y  no honra, en su vida personal, profesional y social, las implicaciones morales de la religión que dice profesar. Es una falacia afirmar que es preferible no ir a la Iglesia y vivir la caridad, que ir a misa y no cumplir  el mandamiento nuevo, porque es obvio que una falta no se puede justificar con un acto virtuoso, por más leve que aquella sea, o más santo que este pueda ser, o parecer. Pero se puede decir, sin exageración, que una creencia, más que para celebrar religiosamente una vez por semana, es para vivir todos los días.

Un fiel que sea un profesional incompetente, un fiscal corrupto, un empresario deshonesto, un mercenario negligente, o un mal estudiante, no son, sólo, un mal profesional, sino también y sobre todo un mal cristiano. La calidad del trabajo es condición necesaria para la realización humana y espiritual del trabajador y, coherente con la perfección técnica y ética  de su obra, así es quien la realiza. Como decía Etienne Gilson, fue la fe y la geometría las que elevaron las catedrales de la Edad Media.

A un funcionario público, a un abogado, o a un comerciante cristiano se le pide, en primer lugar, que sea honesto, serio, competente. No basta que realice su trabajo con amor, porque también los ladrones aman… ¡sobre todo los bienes ajenos!


Hace ya algunos años, un periodista extranjero fue a Varsovia, donde quedó asombrado de la devoción de los polacos. Cuando se lo dice al cardenal Glemp, a quien también le comentó que le habían robado la cartera, el entonces arzobispo de Varsovia le hizo notar que la religiosidad cristiana de un pueblo no se mide sólo por la participación en los actos de culto, sino también y principalmente por su coherencia ética: este es el criterio que permite distinguir la verdadera fe cristiana de sus sucedáneos, la religión genuina de la mera beatería de sacristía. Caso contrario, se podría incurrir en la hipocresía del asaltante que, en cuaresma, no fumaba… pero robaba, claro!

Hay errores de gestión que, ciertamente, revelan falta de competencia, pero también mala formación moral. La incapacidad técnica no se puede disculpar de ser responsable de sus consecuencias éticas. Quien, por incuria, lleva una empresa a la bancarrota, es moralmente responsable de las gravosas consecuencias sociales del fracaso. No se trata sólo de un infortunio de los negocios, sino de una grave irresponsabilidad moral, que no puede, ni debe, quedar impune.

También de judas Iscariote se podría decir que era cristiano al 95%: dejó todo para seguir al Maestro, oyó sus sermones, participó en sus oraciones, asistió a sus milagros, etc.  Pero, al margen de su vida de apóstol, San Juan aclara que robaba y no le importaban los pobres. ¡Porque era avariento y ladrón, vendió a Cristo por treinta monedas! Lo poco que le faltaba para ser cristiano –el tal 5%-  llegó y sobró para traicionar a Jesús y caer en la desesperación.


 en  http://observador.pt/opiniao/judas-iscariotes-e-os-catolicos-95/

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