Un fiel que sea un
profesor incompetente, un fiscal corrupto, un empresario deshonesto, un
mercenario negligente, un estudiante poco aplicado, no es sólo un mal
profesional, también y sobre todo un mal cristiano.
Érase una vez un
empresario de éxito, que presumía de ser el 95% católico. Cuando alguien le
preguntó la razón de ese porcentaje, replicó:
- ¿ con el restante 5%
es con lo que me gobierno!
La historia, como
dirían los italianos, “si non è vera, è bene trovata”. De hecho, retrata a
quien, diciendo ser cristiano, no vive, en su actividad profesional, las
exigencias éticas de la fe en cristo. Son, tal vez, practicantes de algunos
ritos, ciertamente necesarios para una coherente vida cristiana, pero no de
ciertos principios morales, que son esenciales para un católico. Son incluso
capaces de dar a la Iglesia, entre unas veces y otras, una limosna abultada,
pero olvidan que su principal contribución debería ser el testimonio de su
integridad moral.
Toda el mundo reconoce,
con razón, que no tiene sentido que un católico no vaya a misa dominical, pero
no todos detectan la incoherencia de quien reduce la vivencia de su fe a la
participación semanal en la eucaristía y
no honra, en su vida personal, profesional y social, las implicaciones
morales de la religión que dice profesar. Es una falacia afirmar que es
preferible no ir a la Iglesia y vivir la caridad, que ir a misa y no
cumplir el mandamiento nuevo, porque es
obvio que una falta no se puede justificar con un acto virtuoso, por más leve
que aquella sea, o más santo que este pueda ser, o parecer. Pero se puede
decir, sin exageración, que una creencia, más que para celebrar religiosamente
una vez por semana, es para vivir todos los días.
Un fiel que sea un
profesional incompetente, un fiscal corrupto, un empresario deshonesto, un
mercenario negligente, o un mal estudiante, no son, sólo, un mal profesional,
sino también y sobre todo un mal cristiano. La calidad del trabajo es condición
necesaria para la realización humana y espiritual del trabajador y, coherente
con la perfección técnica y ética de su
obra, así es quien la realiza. Como decía Etienne Gilson, fue la fe y la
geometría las que elevaron las catedrales de la Edad Media.
A un funcionario
público, a un abogado, o a un comerciante cristiano se le pide, en primer
lugar, que sea honesto, serio, competente. No basta que realice su trabajo con
amor, porque también los ladrones aman… ¡sobre todo los bienes ajenos!
Hace ya algunos años,
un periodista extranjero fue a Varsovia, donde quedó asombrado de la devoción
de los polacos. Cuando se lo dice al cardenal Glemp, a quien también le comentó
que le habían robado la cartera, el entonces arzobispo de Varsovia le hizo
notar que la religiosidad cristiana de un pueblo no se mide sólo por la
participación en los actos de culto, sino también y principalmente por su coherencia
ética: este es el criterio que permite distinguir la verdadera fe cristiana de
sus sucedáneos, la religión genuina de la mera beatería de sacristía. Caso
contrario, se podría incurrir en la hipocresía del asaltante que, en cuaresma,
no fumaba… pero robaba, claro!
Hay errores de gestión
que, ciertamente, revelan falta de competencia, pero también mala formación
moral. La incapacidad técnica no se puede disculpar de ser responsable de sus
consecuencias éticas. Quien, por incuria, lleva una empresa a la bancarrota, es
moralmente responsable de las gravosas consecuencias sociales del fracaso. No
se trata sólo de un infortunio de los negocios, sino de una grave
irresponsabilidad moral, que no puede, ni debe, quedar impune.
También de judas
Iscariote se podría decir que era cristiano al 95%: dejó todo para seguir al Maestro,
oyó sus sermones, participó en sus oraciones, asistió a sus milagros, etc. Pero, al margen de su vida de apóstol, San
Juan aclara que robaba y no le importaban los pobres. ¡Porque era avariento y
ladrón, vendió a Cristo por treinta monedas! Lo poco que le faltaba para ser
cristiano –el tal 5%- llegó y sobró para
traicionar a Jesús y caer en la desesperación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario