José Luís Nunes Martins
jornal i, 1 de novembro de 2014
http://www.ionline.pt/iopiniao/silencio-ceu-nos
jornal i, 1 de novembro de 2014
http://www.ionline.pt/iopiniao/silencio-ceu-nos
Ilustração de Carlos Ribeiro
Nuestra paz interior es esencial, por lo que debemos defenderla de cualquier ataque exterior. Muchos creen que la opinión ajena, la fama y la fortuna son contribuciones fundamentales para la felicidad, cuando, en verdad, no son sino engaños.
Para que otros piensen
bien de nosotros, pasamos mucho tiempo comportándonos de acuerdo a las
expectativas que no son nuestras, ni
buenas. Tememos incluso que una simple elección errada pueda manchar nuestra
tan importante (supuesta) reputación… pasamos la vida inquietos y a merced de
las limosnas de la opinión ajena… Debemos aprender de los otros las muchas
lecciones que nos pueden dar, pero sin dejar nunca de ser quien somos, ni
hipotecar nuestras potencialidades, sin las cuales perderíamos nuestra
identidad y, en cierto modo, nuestra razón de ser, el sentido de nuestra
existencia.
No debemos actuar bien para
agradar a nadie, debemos hacerlo por respeto a nosotros mismos, cumpliendo
nuestro deber de ser tan bueno cuanto nos fuera
Posible.
Igualmente cuando se
alcanza lo que es digno de admiración ajena, luego aparece la envidia y la
desconfianza. Peor, a partir de un determinado punto dejará de estar claro si
quien está con nosotros… estará por aquello que somos o, tan sólo, por aquello
que tenemos…
Pero la idea de vivir
lejos de los otros, para evitar los males de su convivencia, tampoco es nada
bueno. Sólo llegaremos a ser quienes somos a través de nuestras relaciones con
los otros, en ellas nos construimos y realizamos.
Aquellos que escogemos,
aquellos a quienes amamos, esos serán la fuente de los mayores regalos que la
vida nos puede ofrecer, aunque sean, también, tantas veces, la causa de
nuestras mayores amarguras.
Mi obligación es ser
artífice de mi destino, y así, de forma cuidada y discreta, ir conquistando la
paz interior, amando, dándome, sin contabilizar costos o destinatarios. Los árboles
no cuentan los frutos que dan, mucho menos a quien.
El deber no es opuesto
a la felicidad. La felicidad es nuestro deber.
Sin egoísmo, sin
apartarnos de los otros. Siempre habrá gente ingrata, insolente, desleal, con mala
voluntad y con egoísmos de todos los tamaños y formas, pero el peligro mayor es
el de volvernos como esas personas… siendo que, ellos, también tienen un papel útil,
porque nos muestran, por sus vicios, lo que debemos evitar. Son un ejemplo de lo
que no debemos hacer.
Es nuestra obligación,
también para con nosotros mismos, cuidar de todos aquellos que, por alguna razón,
la vida los coloca cerca de nosotros.
Las relaciones se
construyen. Del mismo modo el amor por
nuestro mejor amigo no es fácil y envuelve un trabajo arduo y persistente. No
es nada natural… ¡Es divino!
¡Por más difícil que
pueda parecer, la verdad es que podemos amar a quien escogemos y, más
importante aún, podemos escoger a quien amamos!
Nunca es el
agradecimiento o la admiración de los otros lo que nos da la paz. Sino que
siempre que cumplimos nuestro deber experimentamos un estado de armonía con nosotros
mismos y con todo el mundo que nos rodea. En este punto todo es perfecto.
Ayudar a los otros es
la mejor forma realcanzar nuestra paz interior.
Nunca nadie de nosotros
deja de ser aquel niño que, desde la ventana de la casa, admira la lluvia…
mientras, reflexiona para sí, sueña con un mundo perfecto… ¡y descubre que, al
final, el agua que viene del cielo… sólo volverá a él después de haber cumplido aquí su misión!
Es esencial para
nuestra paz interior que sepamos escoger lo que sentir, lo que pensar, lo que
decir y lo que callar… lo que hacer y cómo hacerlo. Y es así, siempre con
firmeza y delicadeza, tal como la gota excava la roca, como debemos luchar por
el silencio del cielo que hay en nosotros…
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